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Aurelena Merchán

A Magda y Natacha (hijas) y Alexandra (nieta)

El pasado sábado 8 de agosto falleció en Miami Aurelena Merchán, una mujer valiente que fue esposa de Leonardo Ruiz Pineda, Jefe de la Resistencia clandestina contra la dictadura que imperaba en el país, asesinado la noche del 21 de octubre de 1952.  En Prodavinci, Tulio Hernández publicó, a manera de “despedida” de la compañera del héroe, el texto del fragmento de un libro suyo, todavía inédito, que se titulará “Leonardo Ruiz Pineda, el compromiso democrático”. Allí cuenta que ella, al enterarse del crimen en la mañana del día siguiente, se fue a la sede del Ministerio de Relaciones Interiores, donde la recibieron el Director de Gabinete de ese Despacho y Pedro Estrada, el conocido y tristemente célebre Director de la Seguridd Nacional, estableciéndose el diálogo siguiente:

-“Vengo a reclamar el cadáver de mi marido”, le dijo al funcionario.

-“Lamento no poder complacerla, señora. A su marido lo enterramos esta madrugada”, responde el Director de Gabinete.

-“¿Quiere decir que además de haber asesinado a mi marido, ustedes nos privan a mí y a  mis dos hijas del derecho de enterrarlo y despedirlo cristianamente?”-replica la mujer peleando contra el llanto que, impertinente, se le asoma a los ojos.

-“Esa es su opinión, señora. No la mía”-responde, de nuevo, con similar frialdad, el funcionario.

-“Entonces –exige ella con su acento inequívocamente tachirense- ¿usted puede tener la decencia de por lo menos decirme dónde está enterrado?”.

-“De nuevo lamento no poder complacerla, señora. Se trata de un secreto de Estado”.

A la salida del edificio ministerial, es detenida. Después de tres meses de prisión en un calabozo, es expulsada a España, acompañada de sus dos hijas menores Magda, de 5 años, Natacha, de tres años, y de su suegra, la madre de Leonardo, doña Rosa Pineda.

En el Aeropuerto de Maiquetía, el día 29 de enero de 1953, la esposa del mártir entregó este mensaje: “A los hombres y mujeres de Acción Democrática-Antes de tomar el avión que me llevará al exilio por voluntad de la misma dictadura que ordenó el asesinato de mi esposo, Leonardo Ruiz Pineda, quiero envíar un mensaje a los hombres y mujeres de Acción Democrática. Salgo del país espiritualmente golpeada y abatida por la pérdida de un hombre que fue admirable esposo, excelente padre y ejemplar ciudadano. Pero mi condición especial de esposa y compañera en sus luchas; y mujer identificada plenamente con Acción Democrática me hacen reafirmar mi actitud decidida al lado de los hombres que comandan la lucha clandestina, y al lado también, de los militantes y simpatizantes que de uno u otro modo colaboraron con mi esposo en sus cuatro años de resistencia contra la dictadura. Estoy y estaré siempre con Acción Democrática por propia convicción y principios, y por honor a un hombre que rindió su vida en lucha por la recuperación de la soberanía popular. Confío totalmente en el triunfo de nuestro partido con la fe y entrega que me enseñó mi esposo y compañero. Presenciaré con serenidad nuestra victoria definitiva porque ese día subirá por mi garganta la voz emocionada y vibrante de Leonardo Ruiz Pineda, para decir a todos: Compañeros: Tenemos ya una Venezuela libre y de los venezolanos”.

In memoriam de Leonardo y Aurelena, transcribo fragmentos del discurso que pronuncié en el mes de octubre de 1987, con motivo del 35 aniversario del asesinato del héroe, en el Salón de Lectura de San Cristóbal, capital de su Estado natal. Ese discurso aparece en mi libro ‘Cultura y Política’ publicado por la Academia Nacional de la Historia (Estudios, Monografías y Ensayos. Número 132. Caracas, 1990. Páginas 201-212):

“…Un hombre al que le perseguían también su mujer y sus dos pequeñas hijas, Magda y Natacha, aquellas niñitas que allá en México, los que estábamos en el exilio, apretábamos con nuestro pecho porque así creíamos aproximarnos de nuevo a Leonardo…Su frente partida, su sangre convertida en flor roja sobre la tierra, sus ojos que ya no se abrieron más, nos siguen golpeando el corazón y han establecido su reino de luz en la memoria del tiempo. Nada podrá borrarlo de los cielos de la gloria. Nada podrá tapar su nombre, la valentía derramada en su batalla inconclusa, la gracia de su sonrisa invencible. Nada podrá envolver su hazaña con olvidos. No hay balas que puedan asesinar su entrada triunfal en la Historia. No hay balas para hacerlo desaparecer del afecto conmovido del pueblo perenne. No hay balas que puedan matar su inmortalidad. Ya nadie podrá olvidarlo nunca. Ya nunca podrá discutirlo nadie.

Leonardo Ruiz Pineda es un héroe. Es un héroe por su muerte y por su vida. Ese pedazo de calle de Caracas en que cae abatido fue pedestal para su resurrección. Había organizado la esperanza al articular un gran movimiento de resistencia a la tiranía. Había convocado a los venezolanos para la epopeya de rescatar la libertad secuestrada. Había encarnado la dignidad nacional maltratada por los alzados contra la voluntad popular. Aun cuando hubiese tenido otra muerte, de todos modos ya era prócer civil, bandera inderogable, atalaya inmarcesible…Porque los inmortales no tienen tumba es que Leonardo está en todas partes. En el aire. En el nombre de nuestros hijos. En el nombre de plazas y calles. En la nube. En la tierra. En la luz de los relámpagos. En la lucha que no cesa”.

Cierro este homenaje con palabras del historiador Ramón J. Velásquez: “Matar a Leonardo era tan absurdo y tan inútil como asesinar la mañana, o disparar contra la luz del sol…En la noche turbia de octubre, como en el rito supremo de la más sangrienta religión, los oscuros asesinos entregaron a la Patria, transfigurado y definitivo, un héroe y un camino”.

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