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¡Basta ya! ¿Hasta cuándo? – Cuarta parte y final

Pero el caso del capitán de ejército a que nos referimos con anterioridad no es el único, existen otros que si bien es cierto no han involucrado a los estamentos políticos sino que, en un hecho insólito el 1er.Juzgado de letras del Trabajo de Punta Arenas intervino abiertamente, acogiendo la denuncia de un oficial “por demanda de tutela de derechos fundamentales con relación laboral vigente en contra del fisco de Chile”, condenando al Ejército a pagar la suma de $11.000.000, a quien demandó laboralmente por hechos que calificó de “vulneratorios”.

Los antecedentes indican que el referido oficial se vio envuelto en una colisión entre tres vehículos en la vía pública en Punta Arenas, lo que motivó una investigación interna en su unidad y la adopción de medidas propias de la naturaleza de la profesión militar. La denuncia señala entre otros cargos que el afectado habría sido separado de sus compañeros, sin asignarle tarea alguna, que “no mantiene sección, la cual es la base del trabajo de un comandante del arma de infantería” y que el único desempeño que mantiene es el de cumplir el rol de oficial de semana. No realiza guardia, “sin ningún motivo justificado pese a que está autorizado tanto por su psiquiatra, como por el médico de la unidad”.

Breves comentarios al respecto. Es un hecho inédito que un tribunal laboral sea parte de una demanda semejante, considerando que el Ejército al igual que las otras instituciones de la Defensa Nacional, se rige por una Ley Orgánica Constitucional; existe un Código de Justicia Militar y un Reglamento de Disciplina, además de todas las normas internas para velar por la estricta disciplina y el régimen interno de cada institución. Todo parece indicar, que la marea de la hegemonía gramsciana está inundando la tierra fértil de las instituciones republicanas, lo hemos visto ya en ciertos medios de prensa, entre políticos de la izquierda tradicional y de la nueva izquierda, al que no escapa el poder judicial, no tan solo por la prevaricación permanente de los jueces que dicen administrar justicia en los casos de los llamados Derechos Humanos, sancionando en base a ficciones jurídicas; con jueces que condenan sin haber interrogado a sus acusados, solo en base presunciones infundadas; faltando al debido proceso, no respetando la igualdad ante la ley entre otras garantías individuales establecidas en la Constitución; e incumpliendo las normas internacionales a que tanto aluden en las situaciones que conviene a sus causas, pero ignorando aquellas normas en beneficio de los acusados. Hace pocos días hemos visto a un ministro recibiendo poco menos que con guantes blancos a un asesino convicto de dos cadenas perpetuas y fugado de la cárcel, preocupado de su salud y de su descanso. -que consideración tan altruista señor ministro- cuando jamás ha tenido un trato semejante con los miembros de las Fuerzas Armadas, que hoy cumplen condenas en Colina 1 y Punta Peuco.

No es de extrañar entonces, el tipo de conducta observado por algunos miembros de la institución que han recurrido a procedimientos ajenos a los establecidos en nuestra ordenanza, vulnerando toda nuestra doctrina institucional. La hegemonía de Antonio Gramsci ha tocado nuestras puertas, hegemonía que entre otros aspectos busca materializar un proceso en el cual los subordinados deben imponer otro escenario en la estructura superior, obedeciendo a la visión marxista de la lucha de clases, que postula a una sociedad donde la vida es una lucha continua entre grupos sociales y obviamente, siendo las fuerzas armadas parte fundamentales de ella, buscan ponerla en jaque para lograr sus propósitos.   

Esta perversa doctrina no ha tenido éxito en nación alguna, a menos que en Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia -por nombrar a los del barrio- lo consideren un triunfo. Sin embargo, su perseverancia es notable para hacerse carne en los sectores populares y desposeídos, con el objeto de ascender el al poder y someter a las naciones a una tiranía despiadada. Desde hace cerca de 30 años, en Latinoamérica ha personificado su brazo operativo en el Foro de Sao Pablo, incluyendo entre sus conclusiones “repudiar el militarismo nacido de las entrañas del Imperialismo, que carece de límites y de escrúpulos, es una necesidad política, ligada a la sobrevivencia de nuestros pueblos. Dar forma concreta a este repudio, en cada acción política cotidiana, es una cuestión de principios que ratificamos[1]

Regresando al tema laboral, de hacerse ordinario este insólito procedimiento generaría una corriente sin límites de demandas, afectando en forma grave e irresponsable no solo la diciplina de los institutos armados, sino también la moral; y los hombres de armas, sabemos que suele suceder en semejantes casos, poniendo en grave peligro la seguridad nacional y el orden institucional. Espero que el Consejo de Defensa del Estado y la Corte Suprema actúen con el criterio que corresponde.

Como me decía un abogado amigo hay una acción permanente desde 1990 tendiente a destruir al Ejército. Parece un disparate, pero no lo es; está a la vista de quienquiera y se ha materializado a plena luz del día. Las instituciones están en la indefensión; los militares están impedidos de defenderse a sí mismos y las autoridades civiles competentes no lo harán. 

Y tiene toda la razón. En especial el actual ministro de Defensa Nacional Alberto Espina. Y pensar que yo había puesto todas mis fichas en él, dado que lo conocí hace más de 30 años, cuando era un decidido partidario del Gobierno Miliar, hoy dictadura, y en especial del dictador Augusto Pinochet.

El complejo de Alberto, es querer aparecer como la persona que doblegaría a las Fuerzas Armadas, haciendo valer su jerarquía por sobre toda circunstancia y dar así la visión de quien realmente manda es él. Si los militares por doctrina sabemos que estamos subordinados a la autoridad civil y siempre ha sido así, nadie lo discute, no había necesidad de hacer tanto aspaviento de su condición de ministro. A lo mejor creía o cree que vistiendo de verde oliva y subiéndose a un tanque, podría tener el mismo resultado de Bachelet, pero las cosas no serán nunca así. Sus reiteradas y desafortunadas declaraciones públicas, haciendo ostentación al llamado  de atención al comandante en jefe del Ejército y a otras autoridades; sus burdos comentarios  como “ Hubo que tomar el toro por las astas contra algunos ex militares que quieren que estas cosas sigan siendo igual, o creen que cuando uno toma el toro por las astas quiere atacar a la institución», «habían malas prácticas que no se corrigieron a tiempo, que se decían que eran históricas, y eso no se justifica; sus presurosas declaraciones por el caso del supuesto homenaje que no fue al Coronel Miguel Krassnoff en la Escuela Militar; el desdichado comentario durante la visita de cadetes de la Escuela Militar a las instalaciones del ministerio que encabeza; emitir juicios sobre investigaciones recién en curso, dañando la imagen del general Humberto Oviedo, al no respetar la presunción de inocencia y declarar públicamente, que su caso daña la imagen y confianza de la ciudadanía en el Ejército, constituye una irresponsabilidad e imprudencia; etc., etc.

En breves palabras, afirmo responsablemente, que el ministro Alberto Espina, hasta la fecha ha sido el más nefasto de todos los ministros del área desde la llegada de la democracia, tan solo comparable al ministro Patricio Rojas que, por hacer gallitos con el general Pinochet, estuvo a punto de quebrar la mesa.

Concluyo con palabras de Mario Kreutzberger en radio Cooperativa, de quien nadie puede decir que fue un partidario del Gobierno Militar y que los chilenos debemos tener en consideración:

“Yo que no doy opiniones, voy a dar una opinión: nosotros como ciudadanos tenemos que defender, primero, al cuerpo de Carabineros, es una gran institución. Es verdad que ahí ha habido situaciones que son incorrectas, que hay que corregir y castigar a los culpables, pero yo como ciudadano chileno y que ha recorrido toda Latinoamérica, quiero decirles que el cuerpo de Carabineros es un orgullo para este país”.

“Con respecto a las otras Fuerzas Armadas, también los chilenos tenemos que luchar por mantenerlas en el lugar que corresponden y estar orgullosos de ellas, no se puede tener un país que no sienta orgullo por sus Fuerzas Armadas.

¡Basta ya! ¡Hasta Cuándo!


[1] Declaración final del XXIV encuentro del Foro de São Paulo. 2018

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