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Berlín, inolvidable

ICH HABE NOCH’EN KOFFER IN BERLIN

Dos frases que se hicieran célebres me acompañan desde esos maravillosos tiempos vividos en el Berlín de los sesenta, en cierto modo heroicos, esenciales. Ese Berlín que el Departamento de Estado declarase su mayor “essential”, por el que se jugase la vida y en cuya defensa estuviera dispuesto a arriesgar una confrontación global que, por los tiempos que corrían, hubiera supuesto muy posiblemente el fin de la historia humana.

La primera se la oí a un John Kennedy ya mítico, sacudido por el viento en los grandes espacios abiertos de la Plaza Schöneberg, junto al emblemático e inolvidable alcalde mayor de la ciudad sitiada, Willie Brandt – seguramente la figura más destacada de la historia de la socialdemocracia mundial y a quien tuviera el honor de conocer en Caracas, cuando Venezuela podía lucir como el centro del mundo de la mano de Carlos Andrés Pérez -: “Ich bin ein Berliner”. Soy un berlinés.

Los berlineses, posiblemente el pueblo más extrovertido de la introvertida Germania, instalados inamovibles en ese baluarte de Occidente en medio del océano totalitario del bloque soviético, reventaron en aplausos y vítores. No estaban solos. A pesar de estarlo. A pesar de verse imposibilitados para recorrer los viejos barrios de su infancia, visitar a sus hermanos, padres, hijos, tíos o abuelos por un ukase que impuso desde Moscú una decisión inhumana, brutal, despótica: un muro tras una tierra de nadie sembrada de minas antipersonales, granadas, torres de vigilancia, reflectores propios de campos de concentración y soldados obligados a disparar sus metralletas sin más trámites si algún berlinés del Este osaba pretender pasar al Oeste. Allí murieron desangrados, ametrallados o desgarrados entre las alambradas de púas, a vista y paciencia de los vecinos de este lado del muro, condenados a presenciar la agonía en estremecido silencio.

La otra frase era el título de una bella melodía cantada por la actriz alemana Hildegard Knef, en reafirmación del valor indivisible, único, bohemio, alegre y festivo del Berlín eterno: Ich habe noch einen Koffer in Berlín. Tengo una valija en mi Berlín. Era el Berlín de los veinte, de Marlene Dietrich, Heinrich Mann y el Ángel Azul, de la Ópera de tres centavos y Bertolt Brecht, del fulgor revolucionario caído ensangrentado a manos de las hordas hitlerianas. Que a pesar de los pesares, revivía en el movimiento estudiantil, en la Universidad Libre fundada por los aliados con la intención de crear un modelo libertario. Lo honramos.

Este 9 de noviembre se celebra el 25 aniversario del día en que en un gesto de grandioso empuje libertario los berlineses de uno y otro sector decidieron romper ese muro de la vergüenza y abrazarse en un solo gesto de reunificación nacional. Es un ejemplo inolvidable que debiera motivar a todos aquellos para los cuales la Libertad es el supremo valor de la humanidad.

También a nosotros.

@sangarccs

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