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Boeninger y la calidad de la política: por qué todos extrañan el estilo del ex ministro

«Quiero definir a mi padre con la palabra ‘diálogo’; siempre, en los peores y mejores momentos. En épocas de crisis y en las buenas. Diálogo por sobre la disputa. La búsqueda del acuerdo» escribió este viernes en El Mercurio Iris Boeninger, hija del ex ministro Secretario General de la Presidencia, Edgardo Boeninger.

La economista recordó a su padre a raíz del décimo aniversario del fallecimiento del denominado «arquitecto de la transición».

La figura del ex ministro ha sido valorada como un símbolo de la «buena política», aquella enfocada en buscar acuerdos. El mismo estilo que hoy diversos dirigentes dicen que se ha perdido. Así lo expresaron ayer Ignacio Briones, decano Escuela de Gobierno UAI, y Leonidas Montes, director Centro de Estudios Públicos. «En medio de una serie de iniciativas oportunistas, la insensatez que a ratos predomina en la arena pública y un creciente clima de polarización, la figura de Boeninger se realza como un ejemplo y una esperanza».

Los días que siguieron al 13 de septiembre de 2009, en una serie de cartas, columnas e intervenciones en las que políticos y personalidades de todos los sectores recordaron al también ex senador.

«Al revisar sus ideas y sellos marcando los años de la transición, constatamos que siguen vigentes«, aseguró Oscar Guillermo Garretón en una carta a La Segunda en la que destacaba la mesura y la capacidad de lograr acuerdos de Boeninger. Una idea que fue compartida por el entonces director del Instituto Libertad, Ernesto Águila, quien afirmó que la forma de hacer las cosas del ex Segpres «expresa una ruptura con la política de alta intensidad ideológica y polarizada que caracterizó la política chilena hasta 1973″.

La figura del ex ministro de Aylwin ha sido mencionado en reiteradas ocasiones durante los últimos años. El DC no ha dejado de estar presente en la discusión, ya sea por sus libros en los que analizaba la situación política chilena o por el recuerdo de su forma de hacer política. Por ejemplo, a comienzos de 2010 Roberto Ampuero afirmaba que «en una etapa en que la clase política es vista con escepticismo por la población» el libro del ex ministro «Chile rumbo al futuro. Propuestas para reflexionar» debería ser «obligatorio para nuestros políticos».  «Es el tipo de liderazgo que puede contribuir a recuperar la imagen de la clase política ante el ciudadano», afirmó Ampuero.

En esa misma línea, pocos días después de asumir como ministro de la Segpres de Sebastián Piñera, en mayo de 2011, Cristián Larroulet señaló a La Segunda: «Yo soy un admirador de Edgardo Boeninger, él fue un gran ministro de la Segpres (…). Lo miro como un ejemplo a seguir«. Mientras que Mariana Aylwin, sostuvo en 2012, que «en un momento en que los consensos están desprestigiados, la racionalidad de sus planteamientos es iluminadora«.

Una manera de hacer las cosas que, incluso, ha marcado a las nuevas generaciones de políticos. En el verano de 2018, a meses de asumir como senador por Valparaíso, el único representante del Frente Amplio Juan Ignacio Latorre (RD), preparó su ingreso a la Cámara Alta leyendo Democracia en Chile: lecciones para la gobernabilidad, ensayo publicado en 1997 por el ex Segpres.

En este contexto, El Líbero consultó a quienes lo conocieron o que sienten admiración por el ex ministro, por qué a 10 años de su partida, su figura sigue siendo un referente para actores del mundo político de todos los sectores.

«Elegiría a Edgardo Boeninger, que fue quien creó este ministerio. Me identifica mucho su forma de mirar la política, su forma de practicarla«, señaló en septiembre del año pasado el ministro de la Segpres, Gonzalo Blumel, al ser consultado por Joe Black con cual de sus predecesores se identificaba.

A diez años de la muerte del ex secretario de Estado del Presidente Aylwin, Blumel comenta a El Líbero que hay dos cosas que recoge de la figura del demócratacristiano «la forma en que entendía la discusión política, para él la política siempre tenía que ser más persuasión que imposición, algo que lo hizo ser un gran arquitecto de acuerdos que fueron fundamentales para Chile y -agrega-, tenía claro que una cosa esencial del debate democrático era poder construir una visión ampliamente compartida de país y a partir de eso ir fijando las prioridades».

Estas dos cualidades del ex Segpres son para el titular de la cartera fueron fundamentales «para el retorno a la democracia y es algo que se nos ha ido perdiendo en el último tiempo, desde el gobierno y nuestro programa hemos intentado ir reponiendo, pero sin duda tenemos que reponerlo en la discusión pública».

El actual titular de la cartera además no duda en señalar que el ex senador fue «uno de los arquitectos de la transición», y destaca también que «fue el primer ministro de la Secretaría General de la Presidencia en el retorno a la democracia». En esa misma línea, Blumel sostiene que Boeninger «fue el que aprobó la ley orgánica que creó este ministerio legalmente, en agosto de 1990, y cumplió un rol muy importante para que la transición a la democracia fuese exitosa, sobre todo en base al diálogo y la calidad de las políticas públicas«.

Al igual que Edgardo Boeninger, el socialista José Antonio Viera-Gallo debió asumir el desafío de lograr una buena relación entre La Moneda y el Congreso. El ex ministro de Michelle Bachelet recuerda que el demócratacristiano «tenía la prudencia de ir diciendo y haciendo las cosas de forma gradual, de tal manera de no quedar aislado, tenía una gran capacidad de formar equipos».

El ex presidente de la Cámara de Diputado, además, comenta que durante la transición, el Segpres del Presidente Patricio Aylwin «juntó características bien especiales, por una parte fue un tipo muy estudioso y con mucha capacidad técnica, además fue muy realista, no se proponía cosas imposibles. pero al mismo tiempo con fuertes convicciones». En ese sentido, Viera-Gallo indica que Boeninger «no era un oportunista o que iba al vaivén de los acontecimientos, sino que se proponía metas realistas y trabajaba incansablemente para lograrlas».

De hecho, el dirigente del PS agrega que el ex senador «era muy dialogante para juntar toda la gente que pudiera respaldar su posición. Fue una pieza bien clave en la conformación de la Concertación».

Sobre la necesidad de personas que representen los valores de Boeninger, el ex presidente de la Cámara de Diputados asegura que «algunas de esas personas existen, lo que pasa es que en las circunstancias en las que se está desarrollando el debate político están un poco limitadas por el estilo político actual que es más bien de farándula». Y, añade que «Edgardo no era una estrella solitaria, había una constelación de estrellas de las que formaba parte, pero ahora no se ve porque está tapada por los acontecimientos actuales«.

Al ser consultado sobre por El Líbero la situación actual de la calidad de la política, el ex ministro de Hacienda de Patricio Aylwin, Alejandro Foxley, recuerda sin pensarlo en su compañero de gabinete y amigo Edgardo Boeninger. «Son 10 años desde que falleció Edgardo, gran amigo, gran político», comenta el actual presidente de Cieplan, para quien considera que a una década de la partida del ex Segpres es necesario recordar los atributos que lo transformaron en el «arquitecto de la transición». Algo que realizó en la columna «Boeninger y la calidad de la política», publicada este viernes en El Mercurio.

En su texto el ex ministro señala: «Diez años después, en momentos difíciles para la convivencia en nuestro país, parece relevante compartir cuánto aprendimos de él desde los difíciles años de la dictadura«. Y recuerda que durante esa época, Boeninger se dedicó a realizar diálogos semanales en el Centro de Estudios del Desarrollo en el que participaban políticos de todo el espectro, dirigentes sindicales, empresarios e intelectuales, todo un logro en momentos en que las conversaciones se producían solo entre los que pensaban de la misma forma.

«El paso siguiente fue convertir esos diálogos en una fuente significativa de propuestas respecto de qué hacer para lograr una transición a la democracia exitosa», indica el ex ministro en su texto, quien además da cuenta que ese objetivo se logró durante el gobierno de Aylwin, en el que el ex Segpres «fue un maestro del diálogo con todos los sectores, particularmente con la oposición» junto al ex Mandatario y al ex presidente del Senado, Gabriel Valdés. «Ellos tres contagiaron al país, por primera vez en muchos años, de un optimismo respecto del futuro», asegura el ex secretario de Estado.

«¿Por qué pensamos que su legado es tan relevante hoy día?», se pregunta Foxley en su columna a lo que enseguida responde: «Porque Edgardo demostró (…), que era posible lograr una alta calidad en las decisiones políticas en democracia, respetadas por todos, con resultados notablemente positivos para el país». Algo que a su juicio en estos días ya no se repite, de hecho, sostiene el ex titular de Hacienda que en el Congreso, «parecen predominar los ‘golpes mediáticos’ destinados a ganar espacio en los medios y en las redes, sin análisis rigurosos de las consecuencias de sus propuestas«.

«Echamos de menos a Edgardo Boeninger y sus puntos de vista sobre estos y otros temas. Siempre con claridad y con una visión de país que miraba a largo plazo, superando las desconfianzas instaladas hoy en nuestra sociedad, y recuperando la calidad de la política», concluye Alejandro Foxley.

Durante los tres años que ejerció como senador designado por el entonces Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Boeninger siguió demostrando su estilo a favor de conseguir acuerdos y entablar diálogos con la oposición. Una de las figuras de la entonces Alianza con las que logró cultivar una amistad fue con Evelyn Matthei (UDI), quien se desempeñaba como senadora de la circunscripción 4. De hecho, la actual alcaldesa de Providencia fue una de las dirigentes de la centroderecha que acudió al funeral del ex ministro de la Segpres.

Al ser consultada por El Líbero sobre el ex senador, Matthei comenta que «era un hombre muy inteligente, muy bien intencionado, que siempre buscaba el bien común, que tenía una tremenda capacidad de conversar» y agrega que Boeninger «creía profundamente que dar un paso en la dirección correcta era más importante que un triunfo pequeño político y escuchaba cuáles eran las aprehensiones, y los objetivos de las personas que pensaban distinto a él».

Unas cualidades que para la alcaldesa de Providencia por las que el ex ministro de Patricio Aylwin «buscaba cuál era el espacio donde se podía negociar y donde se podía llegar a un acuerdo«. Otra característica que destaca la ex candidata presidencial era la discreción con la que el DC trabaja para lograr consensos.

«Todo esto lo hacía en el más absoluto silencio», recuerda Matthei quien además explica que «nunca jamás algo que uno conversaba con él en forma privada, buscando algún tipo de entendimiento, llegó a la prensa y por eso que es un hombre sumamente respetado y querido al cual yo le tuve enorme aprecio y admiración».

A diez años de la partida de uno de los símbolos de la «buena política», la dirigente de la UDI señala: «Lamentablemente hoy cuesta encontrar políticos como Edgardo, dispuestos al diálogo, a consensuar políticas por el bien público y no pendientes de una calculadora política«. E, indica que «ojalá los parlamentarios en el futuro rescataran esa figura y aprendieran la importancia de establecer puentes pensando en el país».

Durante su período como senador, entre 1998 y 2006, Edgardo Boeninger contó con el apoyo del abogado y actual rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña. De hecho, la relación fue tan estrecha que durante la tramitación de la Ley de Divorcio el ex ministro de la Segpres redactó indicaciones al texto legal con la ayuda de Peña en su oficina de Decano de la Facultad de Derecho de la UDP.

Al ser consultado por El Líbero, el actual rector de la UDP recordó el discurso que realizó el 28 de septiembre de 2009 durante la presentación de «Chile rumbo al futuro. Propuestas para reflexionar», el libro póstumo del secretario de Estado, un texto que en un principio iba a ser presentado por el propio Boeninger. Un plan que no alcanzó a concretarse porque quince días antes del evento, el ex senador falleció a causa de un cáncer hepático.

En dicha alucoción, de la que Peña cedió un extracto a El Líbero, el abogado y columnista señaló que el ex ministro de la Segpres «combinaba de manera notable un sentido de la realidad y al mismo tiempo un ánimo de cambiarla«. En esa misma línea, el rector de la UDP sostuvo que «Chile le debe a Edgardo Boeninger buena parte del éxito de la transición», y que el ex senador fue «un político en quien la ética de la responsabilidad se daba con la naturalidad sencilla de la respiración«.

Recuerdo de Edgardo Boeninger

(Extracto del discurso pronunciado por Carlos Peña en la Universidad Diego Portales con ocasión del lanzamiento del último libro de Edagrdo Boeninger, días después de su muerte)

«En Edgardo Boeninger se combinaba de manera notable un sentido de la realidad y al mismo tiempo un ánimo de cambiarla. Estos tiempos donde todos quieren cambiar pero no saben muy bien cómo o hacia dónde, serían para él vitalmente incomprensibles. Él creía en las ideas; pero al mismo tiempo no se despegaba de la dura realidad. Pero para él las ideas no eran conceptos de los cuales podía desprenderse la realidad, sino esquemas de comprensión que, una vez aplicados, la misma realidad ayudaba a corregir. Este es el secreto del pragmatismo virtuoso de que hizo gala, consciente que en política -menos en la política que a él le tocó- nunca se alcanza de un día para otro el premio mayor de ver realizadas todas las aspiraciones.

Ese fue el sentido de la política de lo posible. Lo posible no como una derrota frente a la realidad, sino como un esfuerzo de comprenderla.

En ese interés de Edgardo Boeninger porque sus ideas fueran, como digo, sometidas a la prueba de la crítica y del análisis, no había nada, o casi nada, de la vanidad que suele animar a los escritores y a los intelectuales. Es que él no escribía ni pensaba ni actuaba para hacer gala de sus cualidades, mostrar su erudición o poner de manifiesto su experiencia. Edgardo Boeninger escribía y reflexionaba porque estaba convencido que, cuando las cosas estaban demasiado complicadas y los ánimos algo ofuscados, la razón siempre podía ayudarnos a encontrar una salida, siquiera mínima.

Ese rasgo suyo –una confianza casi ilimitada en las posibilidades de la razón- explica que haya sido un individuo insobornable y un hombre público como hay pocos.

Eso fue Edgardo Boeninger, un individuo insobornable o, lo que es casi lo mismo, alguien fiel a lo que su razón, en cada caso, le dictaba.

Eso explica que fuera agnóstico y al mismo tiempo demócratacristiano; opositor a Allende y casi con la misma fuerza adversario de Pinochet; receloso de quienes habían apoyado a la dictadura, pero capaz de reconocer sus méritos; adherente a Frei, pero al mismo tiempo crítico de su programa; un niño más bien solo, pero un hombre lleno de amigos; alguien que asistía a la vida como si fuera un regalo, pero que sabía al mismo tiempo que, de un momento a otro, se nos despoja de ella.

Insistió hasta el final, y el libro que ahora vamos a presentar cuyas pruebas corrigió enfermo y débil, es una muestra de ello, en que la política no es un juego de suma cero en el que lo que uno gana el otro lo pierde, sino un juego cooperativo cuyo secreto consiste en que todos puedan ganar; que la regla de la mayoría no es el punto de partida de la democracia, sino uno de sus actos finales que debe ir siempre precedido del intento sincero por persuadir a la minoría; que las mejores intenciones cuando no van acompañadas por la eficiencia y la racionalidad acaban causando más mal que bien; que siempre hay que someter a los conceptos a la prueba de fuego de la realidad; que lo que inflama el entusiasmo de las masas puede, a veces, ser perjudicial para los individuos de carne y hueso que la componen; y que la razón y el diálogo pueden ayudarnos a que las cosas –incluso las inevitables- sean mejores.

Chile le debe a Edgardo Boeninger buena parte del éxito de la transición. Él fue una cabeza fría en medio del entusiasmo o del temor; un hombre de palabras y de ideas que nunca cedió a la tentación de hacer oídos sordos; un político en quien la ética de la responsabilidad se daba con la naturalidad sencilla de la respiración.

Todo lo anterior, que no es poco, es lo que justifica recordar a este hombre que fue, no cabe ninguna duda de ello, un político ejemplar».

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