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Bohemian Rhapsody: La caricatura de una tragedia

Pablo Brito Altamira

Albert Einstein sostenía que la única velocidad constante (y límite) es la de la luz, con lo que se mantiene el principio de causalidad, ya que una causa no puede ocurrir después de su consecuencia.

De esta manera, los viajes en el tiempo se hacen difíciles, por no decir imposibles físicamente.

Pero una cosa es la física y otra muy distinta la ficción.

La historia de Freddie Mercury, compositor de rock y vocalista del grupo Queen, convertida en filme de éxito comercial y de crítica, es un caso peculiar de viaje en el tiempo.

Si consideramos que el último concierto del Queen, con el que se retira Mercury, fue en 1986, nadie que tenga menos de 30 años ha visto al grupo en vivo, con lo que la película reemplazará a la realidad en la memoria colectiva contemporánea y convertirá a la legendaria banda en una leyenda del cine.

Para quienes sí habíamos nacido y participamos como aficionados de su música y su historia, Queen resulta todo menos una comedia de Hollywood, ya que su culminación coincide con la aparición de la epidemia del SIDA, que conmocionó al mundo y tuvo en Mercury a una de sus víctimas más famosas.

Y a pesar de los esfuerzos de Anthony McCarten y Peter Morgan, talentosísimos guionistas con maravillas como ‘The Darkest hour’ y ‘The Queen’, con la dirección de Bryan Singer y Dexter Fletcher, también célebres por sus éxitos pasados, la “magia” no se produce.

Sentimos que Bohemian Rhapsody, trivializa al máximo tanto al cantante como al grupo con un guión más digno de un telefilm que de una producción de 52 millones de dólares con duración de 2 horas y 14 minutos. El único mérito realmente notorio es la enorme fama de un grupo que revolucionó la industria disquera del mundo y que sigue conmoviendo con su música, lo quese evidencia en la muy lograda secuencia final, con lo que la puesta en escena y el argumento se convierten en elementos secundarios sin ningún valor, ni histórico ni cinematográfico.

Diálogos convencionales, settings poco convincentes y una estética que no corresponde en nada al planteamiento creativo de Queen hacen que la película sea, en términos artísticos, la mejor ocasión perdida que se pueda imaginar para que lo que fue, sea de nuevo para la generación que no lo vivió y que ahora se queda con una imagen desprovista de drama, ese ingrediente que define categóricamente a la obra de arte única y memorable.

Como en la mecánica cuántica, para la que el viaje en el tiempo podría ocurrir si todo, incluyendo la velocidad de la luz, fuera relativo, este salto de 30 años parece para nosotros – los viejos seguidores de Queen- una imagen especular en un universo paralelo que parece pero no es original, sino un holograma sin alma. Ojalá los jóvenes ahonden en la historia en busca de eso que falta en el film.

@Hermeticum

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