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Brasil y Mundo: La izquierda retrocede

En Brasil, una izquierda enérgica y democrática, representada por el Partido de los Trabajadores, disfrutó de una década de poder y prestigio, basados en una bonanza derivada de altos precios de productos básicos exportados. Sin embargo, desde hace poco, Brasil y otras naciones “emergentes” han sufrido grandes bajas de ingresos, por la caída de dichos precios.

El efecto ha sido una disminución rápida de la popularidad del partido gobernante y de la presidenta que, en las recientes elecciones generales, a duras penas logró conservar una exigua mayoría, y se verá seguramente forzada a hacer concesiones a una derecha, presente no sólo en la oposición sino también en la propia coalición de gobierno. Como en otras partes del mundo, actual, la prosperidad económica favoreció a la izquierda, y la recesión a la derecha.

El pensamiento socialista clásico consideraba las fases recesivas del ciclo económico capitalista como generadores automáticos de descontento y de iniciativas reivindicadoras y revolucionarios por parte de las clases trabajadoras. Cuando la condición obrera empeora –razonaban los clásicos- “lógicamente” tiene que crecer su rebelión

Efectivamente, durante el siglo XIX y los primeros años del siglo XX, cada recesión económica iba acompañada de un incremento de protestas y conflictos laborales y de agitaciones políticas de izquierda. Pero después de la Primera Guerra Mundial, ese patrón cambió, primero por la aparición del fascismo (extrema derecha totalitaria disfrazada de “”social-justiciera” para embaucar a masas populares ignorantes); segundo por la división de la izquierda mundial entre socialistas y comunistas, y tercero, porque en el capitalismo sofisticado de la actualidad, una recesión afecta el poder negociador de los trabajadores (y los vuelve dóciles), más que el poder negociador de los patronos, coaligados como nunca antes y provistos de enormes reservas financieras.

Desde el comienzo de la gran recesión de 2008, las oligarquías especuladoras que desencadenaron la crisis pudieron recuperar rápidamente y con creces sus pérdidas momentáneas, en tanto que las mayorías asalariadas del mundo, tanto desarrollado como en desarrollo, sufren hasta hoy una masiva reducción del empleo y de las remuneraciones, y su poder de negociación frente a los factores de gran poder económico y político ha disminuido.

En ello juegan importantes papeles: los mecanismos de engaño masivo, no necesariamente fascistas pero sí antisociales, anti-igualitarios y creadores de confusión; las divisiones y el deterioro del liderazgo de partidos y sindicatos de los trabajadores, y la enorme capacidad del gran capital internacional, y otras fuerzas conservadoras de actuar coordinadamente para neutralizar a las “dos izquierdas” existentes: tanto la democrática y luminosa como la autoritaria y obscurantista.

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