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Café empresarial

No hay espacio más emblemático en una oficina que el de la cafetera. Cuántas veces no nos hemos reunido alrededor del dichoso electrodoméstico, no solo con el fin de cumplir religiosamente con el alza de los niveles de cafeína en nuestros índices metabólicos, sino también con la intención de buscar ese espacio de relax que nos aparta de la rutina de las tareas cotidianas, y por qué no, que nos permite escuchar sin tapujos el chismecito del día.

Por lo general, la persona encargada del mantenimiento y la limpieza de las oficinas es la designada para regular y cuidar el uso de la cafetera, mientras que la administración toma las previsiones de cargar a la partida de “gastos de personal”, los consumos directos y dispendios derivados del codiciado servicio: café, vasitos, removedores, servilletas, azúcar, y todos aquellos misceláneos que garanticen una eficiente repartición del preciado y noble preparado.

No existe en la empresa objeto más codiciado que la llavecita que la señora Edelmira lleva en el grueso portallavero donde guarda celosamente los accesos a los productos de limpieza, al cuarto de la fotocopiadora y a los baños de la nómina ejecutiva. La llave de la repisa del café se convierte en el fetiche del deseo de todos los empleados, que esperan ansiosos que cada día sean alternativamente las 10 am y las 3 pm en punto, para proceder al antiquísimo ritual de abrir esa especie de “hora feliz” que parte en dos el horario laboral.

Ya a golpe de 9:45 am o 2:50 pm empiezan las rondas nerviosas alrededor de la cafetera, y a la hora convenida, la señora Edelmira no se da abasto para atender las peticiones de la nómina, que se van incrementando paulatinamente a medida que bajan los niveles de la cafetera y se acerca la hora de retomar labores: el mío con leche/ guayoyo/ marrón/ fuerte/ con azúcar/ sin azúcar/ grande/ pequeño/ tibio/ caliente, o cualquier otra variedad que pueda solicitarse en el momento.

No la tiene nada fácil la señora, pues en cuestión de segundos debe determinar con experiencia de viejo sabueso detectivesco si el empleado no le miente cuando afirma que no ha tomado café, además de desbaratar implacablemente la perpetración de los delicuenciales intentos para tomar por segunda vez, ponerle más azúcar, o de usar vaso doble porque está muy caliente.

Y en uso de las habilidades técnicas de negociación y acuerdo adquiridas en años de trabajo con el componente humano, y que envidiaría cualquier departamento de recursos humanos, Edelmira entra en un juego maquiavélico y estresante, solo apto para mentes entrenadas y espíritus fuertes, donde por igual negocia, establece pactos, acuerda y hasta amenaza sutilmente a la nómina para que rinda el azúcar, para que nadie se sirva dos veces, que no se gasten todos los vasitos, y garantizar que el café negro de la gerencia llegue puntualmente a la puerta de la oficina a la hora convenida.

Hay días en que la oficina está de plácemes, pues el departamento de administración, en uso de las más sofisticadas técnicas de reingeniería y software financiero, realiza lo impensable: recortando un poco de los gastos de limpieza, gastando menos en el tóner de la fotocopiadora y poniendo menos papel sanitario en los baños, ha logrado incorporar con feliz frecuencia tres paquetes de galletas saladas a la bandeja del café, lo que genera el desbordamiento de las endorfinas y un estado de bienestar empresarial general, con aclamación incluida a los niveles de eficiencia de la organización. Pero eso sí, las galletas de a una para que alcancen para todos.

@ElMalMoncho

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