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¿Celebrar el Día del Trabajador?

Roberto Patiño

Lejos quedaron los días en que el primero de mayo anunciaba aumentos de sueldos que significan una mejora en ingresos y condiciones para los trabajadores venezolanos. Hoy vivimos en un país que espera con aprensión los anuncios del ejecutivo, conscientes de que las medidas e incrementos del régimen con toda certeza ampliarán aún más los efectos de la crisis económica e hiperinflancionaria.

Los aumentos y las bonificaciones ya no se festejan:  la gran mayoría del país ve en ellos las señales de más empobrecimiento e inflación, de más hambre y escasez.

El día del trabajador es una fecha que nos fuerza a reflexionar entorno a las difíciles condiciones que atraviesa la fuerza laboral venezolana, como parte fundamental de la sociedad, que sufre el colapso y el caos que estamos viviendo bajo el modelo actual.  Para un sector significativo de la población se hace cada vez más difícil ir a trabajar. El hambre está afectando las capacidades y desempeños, también mermadas por las carencias en servicios básicos y de infraestructura.

En el municipio Libertador de Caracas, vemos a personas trabajadoras adelgazar de forma impresionante en tiempo récord. Sus testimonios expresan cómo cada día pasan más horas trabajando (deben buscar hasta tres, cuatro y cinco empleos) y cada vez el dinero les rinde menos.

Según la última encuesta ENCOVI el 89,4% de las familias cree que su ingreso es insuficiente para comprar alimentos, mientras que más del 70% afirma que desde junio de 2016 se ha visto en situaciones como que los alimentos no alcanzan y no tiene dinero para comprar más, o bien que sus ingresos no le permiten adquirir alimentos saludables y balanceados. Para familias enteras el dinero se les escurre entre las manos y sufren, además, múltiples problemas para acceder a servicios básicos, no sólo por la falta de dinero sino también por otros factores como la escasez de efectivo que les impide pagar camionetas, los cortes de luz arbitrarios que duran días o por el racionamiento de agua.

El trabajo ya no es garantía para cubrir las necesidades básicas. Ni siquiera lo garantiza el diversificar ingresos o tener múltiples empleos. La Canasta Básica Familiar, que aparte de alimentos incluye productos básicos de higiene, se encuentra por encima de los 50 millones de bolívares. Una familia de cinco miembros tendría que destinar casi veinte salarios mínimos diarios para poder acceder a ella. A esto se suma las ya graves condiciones de vulnerabilidad laboral. Según la misma encuesta ENCOVI, el desequilibrio laboral alcanza a más del 15% de la población, entre sectores desempleados y subempleados: aquellos que trabajan menos de 15 horas a la semana y los que ganan menos de un salario mínimo integral pese a trabajar 40 horas semanales.

La situación de incertidumbre y deterioro laboral se agrava cuando los trabajadores venezolanos han venido perdiendo fuentes de empleo, debido a que las empresas que los generan han sido objeto de expropiaciones, persecuciones y controles. Han bajado la producción muy por debajo de sus capacidades o han tenido que cerrar definitivamente. Por otro lado las empresas en manos del Estado han demostrado ser totalmente improductivas y sus trabajadores tienen que huir de ellas, como es el caso de PDVSA, Corpoelec y las empresas básicas de Guayana, por mencionar a algunas.

El 01 de mayo es el Día Internacional del Trabajador, en honor a los llamados Mártires de Chicago, que en 1886 iniciaron una huelga en la que más de 80 mil trabajadores se decidieron a reclamar sus derechos laborales, pidiendo condiciones de trabajo más justas, como el establecimiento de la jornada laboral de ocho horas diarias a diferencia de las de 12 y 18 horas existentes en aquellos tiempos. 132 años después, la mayoría de los venezolanos debe trabajar entre 12 y 18 horas diarias para poder apenas alimentarse, bajo un modelo opresivo de hambre, empobrecimiento y violencia.

Hace más de un siglo, los trabajadores se organizaron para defender sus derechos. Hoy día es necesario que todos los sectores sociales recordemos ese momento de la historia como ejemplo del valor de la organización y el esfuerzo mancomunado para lograr condiciones de vida dignas. El primero de mayo debe volver a ser una fecha en la que celebremos lo que hemos alcanzado y que debemos seguir construyendo. No un recordatorio de lo que hemos perdido y de las dificultades y penurias impuestas por un régimen dictatorial.

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