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CFK, Fernández, Macri y la agenda de un acuerdo

Desafiando las opiniones que la pintaban como obstáculo principal para la búsqueda de consensos (o, inclusive, como una enemiga intensa de esas intenciones), la señora de Kirchner sorprendió esta semana  con un texto en el que sostiene la necesidad de “un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina”. 

Lo hizo unas horas antes del décimo aniversario de la muerte de su esposo, en una extensa carta que publicó en su blog personal. Aunque rodeada y eventualmente camuflada por otras reflexiones, esa propuesta es el centro significativo de su mensaje y quizás marca un punto de inflexión en la situación política. 

«La Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías», comenta con ironía la vicepresidenta en esas líneas..

La única verdad

Desde que ella la hizo pública, la nota de la señora de Kirchner ha suscitado numerosas (y a menudo contradictorias) interpretaciones. Algunas de estas se han centrado en minucias internistas: si ella cuestiona o no a determinados funcionarios o funcionarias, si pretendió ningunear al Presidente o respaldarlo. Opinar sobre intenciones ajenas es aventurarse en terra incognita; es preferible atenerse a los hechos. La autora misma lo recomienda en varias líneas en las que predica el realismo: “En política no solamente es lo que uno cree, sino lo que ve e interpreta el conjunto”, señala por ejemplo . Y, al inclinarse ante la necesidad de un consenso amplio, puntualiza, quizás hablando para muchos de sus seguidores: “Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla”.

La realidad le indica a la señora de Kirchner varias cosas: que hay una situación extremadamente crítica en el país a la que el gobierno no está consiguiendo dar respuesta; que muchos actores políticos y económicos, locales y externos, le atribuyen a ella  el mando efectivo sobre el gobierno de Fernández y la consideran una traba decisiva para la búsqueda de una salida; que también  dentro del peronismo muchos siguen siendo reticentes ante ella,  como lo eran antes de las últimas elecciones, relación de fuerzas que le exigió a ella “haber decidido con el volumen de nuestra representación popular, resignar la primera magistratura para construir un frente político con quienes no sólo criticaron duramente nuestros años de gestión sino que hasta prometieron cárcel a los kirchneristas en actos públicos o escribieron y publicaron libros en mi contra” (de hecho, el acto de celebración del 17 de octubre -al que ella no concurrió y apenas mencionó en las redes sociales- fue imaginado como un esfuerzo para animar a Alberto Fernández a un “empoderamiento” que implícitamente  requería recortar el influjo de la vicepresidente).

¿Y a mí por qué me miran?

Con su escrito, la señora de Kirchner anticipa una respuesta a esos movimientos y esas concepciones. Refuta conceptualmente la imagen de un “Fernández títere” y la critica por poco creativa: “El relato del Presidente títere lo utilizaron con Néstor respecto de Duhalde, conmigo respecto de Néstor y, ahora, con Alberto respecto de mí”. Podría incluso haber ido más allá de esa saga casi familiar y recordar el argumento del “gobierno paralelo” empleado para jaquear a Arturo Frondizi imputándole ser manejado por Rogelio Frigerio, su amigo y asesor, pero prefirió hablar de su experiencia y, si se quiere, del sentido común: “Después de haber desempeñado la primera magistratura durante 2 períodos consecutivos y de haber acompañado a Néstor durante los 4 años y medio de su presidencia, si algo tengo claro es que el sistema de decisión en el Poder Ejecutivo hace imposible que no sea el Presidente el que tome las decisiones de gobierno. Es el que saca, pone o mantiene funcionarios. Es el que fija las políticas públicas.” 

El mensaje fáctico del mensaje de CFK podría leerse así: “Hay una situación agobiante. Encontrar una salida requiere consensos, a los que yo no me opongo, sino que recomiendo. El que gobierna es el Presidente, no yo. El no es ningún títere.” 

Hay otros párrafo, no obstante, en los que ella parece relativizar esa idea. Por caso, cuando explica porqué Fernández  llegó a la fórmula presidencial con lo que parece la enumeración que una seleccionadora de personal hace de las calificaciones de un postulante: “Sus características personales y su experiencia política al lado de Néstor, signadas por el diálogo con distintos sectores, por la búsqueda de consensos, por su íntimo y auténtico compromiso con el Estado de Derecho -tan vulnerado durante el macrismo-, su contacto permanente con los medios de comunicación cualquiera fuera la orientación de los mismos y finalmente su articulación con todos y cada uno de los sectores del peronismo…”

Esa descripción recuerda los motivos por los que se lo consideró para el puesto: buscar consensos, defender el estado de derecho, mantener las buenas relaciones con todos los medios de comunicación y articular con el peronismo.

Para no quedar afuera

La señora, por su parte, habla desde la condición autodefinida de quienes asumen una “responsabilidad histórica”, y  de “quienes expresamos la voluntad popular”. 

Invoca la “responsabilidad histórica” para alentar el amplio consenso que considera impuesto por la realidad, aunque en tanto“expresión de la voluntad popular” -particularmente, del sector del que obtiene respaldo incondicional- enumera un listado de reprobaciones:  desde los empresarios de IDEA a los empresarios en general, “los factores de poder económico y mediático” y “las políticas públicas que reclaman…que conducen al desastre”. Resumidamente: la señora asume la iniciativa de dar su visto bueno  a una mesa de consenso que ve indispensable e inevitable, y de la que sospecha con vehemencia que pretenden excluirla y no quiere quedar fuera; deja en claro que el responsable de promoverla es el Presidente.

Por su parte,  pretende llegar a esa instancia blindando el perfil ideológico de su sector y fijando una agenda  de un solo tema (resolver el dilema que presenta la condición “histórica”  bimonetaria de la economía argentina). Sin embargo, cualquier consenso posible requeriría que el temario mismo fuera consensuado y que todos los actores opinen y propongan. Esa será otra manifestación de la realidad.

En los hechos, la señora está, como confiesa, actuando bajo la imposición de la realidad: admite que no hay otra que consensuar con los réprobos  y tratar de conseguir objetivos en ese único campo de juego posible. Un campo cuyas condiciones sin duda se verán determinadas por lo que ocurra el próximo martes en las urnas de los Estados Unidos. Argentina no vota allí ni emite dólares, pero vive las consecuencias.

De palomas y halcones

El efecto más notable de la propuesta lanzada por CFK es que ha penetrado inclusive en los sectores más reticentes al diálogo. No es que nadie se haya precipitado a aceptar el ofrecimiento ni que se hayan disipado las sospechas, pero lo que se observa es una discreta cautela y una actitud medianamente receptiva. 

Por cierto, tanto en el seno del oficialismo como en Juntos para el Cambio ha habido siempre líneas dialoguistas, moderadas y propensas a consensuar políticas de Estado. Lo nuevo es que ahora se notan aperturas que van más allá, quizás estimuladas porque la autora de la iniciativa es quien aparecía hasta ahora como jefa de los “halcones” del oficialismo y es, más allá de las calificaciones, su principal accionista electoral.

Juntos por el Cambio, en principio, emitió un comunicado que, si bien no menciona expresamente la propuesta de la señora de Kirchner, indudablemente responde a ella. Y lo hace con tono abierto: «»Los argentinos sufrimos problemas económicos y estructurales desde hace varias décadas, por eso es necesario que pensemos antes en la sociedad y el bien común de todos los argentinos que en el oportunismo y la especulación política y personal (…) Juntos por el Cambio reaccionará como lo ha hecho en estos diez meses: toda convocatoria debe darse dentro del marco de la Constitución Nacional, respetando los valores y principios republicanos, reconociendo al Congreso de la Nación y a los partidos políticos, con gestos serios y concretos que muestren una voluntad real de dialogar”. La declaración resume puntos de vista de todas las corrientes internas de la coalición

La jugada de la señora de Kirchner ha mejorado relativamente la situación de su contraparte opositora: Mauricio Macri. En todas las fábulas de halcones y palomas, las palomas tejen incesantemente la tela de los consensos, pero éstos sólo se rematan cuando intervienen los halcones. Fue el duro Nixon el que reconcilió a Estados Unidos con China y el halcón Menahem Begin el que firmó los acuerdos de paz entre Israel y Egipto en  Camp David con el egipcio Anwar el-Sadat.

Los consensos lucen difíciles, pero si  son indispensables e inevitables, Macri tampoco podrá estar afuera. Por el contrario, se convierte en un avalista ineludible: la movida de la señora de Kirchner lo “pone en valor”.

Macri ha aceptado implícitamente la búsqueda al ponerle requisitos: él también quiere fijar la agenda. Sostuvo que las condiciones son»la Constitución Nacional sobre la mesa, dar de baja el embate a la Justicia, al procurador, a la Corte y a la propiedad privada».   

Como se ha dicho, cuando llegue la hora -si en definitiva llega- el temario del consenso deberá consensuarse. Y en la preparación de ese consenso se mueven muchos. Aunque Macri lo negó, circulan versiones de contactos entre personas de su círculo próximo (incluyendo a Miguel Pichetto y a Patricia Bullrich) y operadores del Instituto Patria.

El tejido moderado

Desde otro costado -el de Elisa  Carrió- se ha ofrecido otra señal de apertura: la dirigente cívica ha propuesto que los bloques de Juntos por el Cambio depongan su decisión de bloquear la designación de Daniel Rafecas como Procurador. Rafecas es el candidato propuesto por el Presidente y Carrió teme que, si el bloqueo continúa, el kirchnerismo senatorial termine encontrando una diagonal para entronizar a una figura de menores méritos que Rafecas, después de recortar la exigencia de mayoría especial que legalmente rige hasta ahora esa designación. Si bien la apertura de Carrió sigue encarrilada en sus posiciones intransigentemente anti-K, ahora ha acotado su blanco de repudio y ha excluido de él a Fernández: “Es mi Presidente”, declaró esta semana.

El viernes, Carrió recibió en su casa de Exaltación de la Cruz, a Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, mientras por cuerda separada el vicejefe de gobierno porteño, Diego Santilli, proclamaba su respaldo a la postura de Carrió en relación con Rafecas. El ala moderada de Juntos por el Cambio, liderada por Larreta (y a la que se ha incorporado a su modo la señora Carrió), compite por el protagonismo.

Otro jugador relevante reaccionó frente a la apertura que hizo la señora de Kirchner: Roberto Lavagna. El ex candidato presidencial  opinó que «la política bien entendida y generosa con el ciudadano no reconoce mejor forma que el diálogo como factor constructivo de un futuro mejor. Ese ejercicio permite proponer, coincidir o disentir dentro de los márgenes del respeto y teniendo el objetivo del bien común».  

Lavagna alentó un formato para esa búsqueda, evocando la mesa de acuerdos -La Hora del Pueblo-,  que en la década del 70 forjaron el peronismo que conducía Juan Perón, el radicalismo de Ricardo Balbín y la mayoría de las fuerzas políticas democráticas para presionar al gobierno militar: «Hoy quizá la realidad nos reclama otra Hora del Pueblo, con la intervención de las fuerzas políticas y otras instituciones de la sociedad»,  escribió. 

La propuesta de la vicepresidente ha alborotado, pues, el ambiente político y mediático, ha agitado al llamado círculo rojo y también dinamizó al gobierno, que se acredita un respiro en la acuciante situación cambiaria, acaba de conseguir la aprobación sin fisuras del Presupuesto en la Cámara de Diputados , atravesó algunas pruebas impuestas por ocupaciones de predios acatando y haciendo acatar fallos judiciales y  empuja ahora una rápida creación del demorado Consejo Económico Social. Este es un organismo imaginado para discutir y acordar reformas de mediano y largo plazo; probablemente deberá operar también la búsqueda de consensos más urgentes. Que el Presidente tiene la autoridad para  suscitar y convocar.  

Los medios y la otra orilla

Entretanto, dado que la propuesta de la señora de Kirchner incluye en la mesa de consensos a los medios de comunicación,  es interesante observar las interpretaciones que han suscitado su texto y estas reacciones en los medios principales.     

En el diario Clarín, el columnista Claudio Savoia escribió: “La bienvenida posibilidad de un acuerdo podría incluir un lado oscuro en su letra chica: el pacto de impunidad para los graves delitos de corrupción por los que está acusada Cristina y los que podrían estorbar a Macri…..Un pacto de impunidad, convenientemente revestido de compromiso de gobernabilidad, acuerdo de la Moncloa o cualquier sello por el estilo”. Como para indicar que no se trata de una pura conjetura, el periodista de Clarín informa que “hace unos meses ya hubo contactos informales entre el jefe de asesores de Alberto, Juan Manuel Olmos, y el operador macrista Daniel Angelici. Conversaciones embrionarias (…)

en reuniones políticas con empresarios ( …) se habló de un posible proyecto de ley de amnistía.” 

Por raro que parezca, la palabra amnistía ha empezado a circular. El distinguido analista Carlos Pagni, de La Nación, difundió el último lunes, en su programa de TV,  un resumen editado del último discurso que Julio Sanguinetti dio en el Senado uruguayo, en ocasión en que también se despedía el ex colega -y rival político- José Pepe Mujica. En ese resumen se destacaban estos conceptos: “Nuestro país cultivó su libertad, cultivó su tolerancias, vivió enormes enfrentamientos y grandes concordancias -que esto es lo más importante: detrás de cada guerra hubo una amnistía,detrás de cada guerra hubo una pacificación…”. 

Se trata de un concepto significativo, considerando especialmente que los requiebros recíprocos entre Mujica y Sanguinetti  han sido merecidamente exaltados  como un ejemplo de civilización política  frente a la amarga grieta argentina. ¿Cabe inferir algún  corolario local de esa inclusión o se trató sólo de una casualidad, de un discurso que corresponde a otra realidad? ¿Podría imaginarse aquí una jugada de esa inspiración en momentos en que sectores activos de las clases medias se movilizan y hasta presionan sobre la Corte Suprema para custodiar la suerte de tres jueces? 

Seguramente los uruguayos son seres de otro planeta.

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