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Cinismo épico

Carlos Canache Mata

La dictadura, ahora encabezada por Nicolás Maduro, ha desinstitucionalizado al país y ha institucionalizado la mentira como política de Estado. El usurpador aún aposentado en Miraflores masacra la verdad, cada vez que habla, con fiera perversidad. Nadie le cree.

Miente cuando niega la devastadora crisis social y económica, que existe desde antes de la aplicación de las primeras sanciones económicas en  2017. Miente cuando no admite que hay una crisis humanitaria, por lo que rechazó, a sangre y fuego, la ayuda del exterior. Miente cuando dice que no hay un severo deterioro del sistema de salud, con una escasez de medicamento en los hospitales públicos que ronda el 85% y solo está disponible menos del 20%  de las 45.000 camas habilitadas, lo que ha elevado las tasas de  mortalidad general y de mortalidad infantil. Miente cuando no acepta los resultados de  la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi)  2018, que indican que la pobreza por ingresos insuficientes arropa al 90% de los venezolanos y que la pobreza estructural ha subido del 41% al 51%  en los años de 2014 a 2018. Miente cuando sostiene que el FMI se equivoca al proyectar una  hiperinflación de 10.000.000 % (diez millones por ciento) para este año 2019. Miente cuando  le resta importancia  a la diáspora de 4 millones o más venezolanos, “el desplazamiento humano más grande de la historia en el hemisferio”, al decir de Eduardo Stein, representante de la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) y de ACNUR (Agencia de la ONU para los refugiados).

Con vasta desfachatez, Maduro pregona que está al frente de un régimen democrático que respeta los derechos humanos, contrariando el Informe presentado  el pasado 20 de marzo por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para  los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, ante el Consejo de Derechos Humanos, donde se asienta: “Mi Oficina documentó numerosas violaciones y abusos de derechos humanos perpetrados por las fuerzas de seguridad y  colectivos armados progubernamentales, incluyendo el uso excesivo de la fuerza, asesinatos, detenciones arbitrarias, torturas y malos tratos en condiciones de detención, así como actos de amenaza e intimidación”. Miente cuando informa que la presencia actual de una misión militar rusa, con sus correspondientes implicaciones geopolíticas, que solo podía autorizar la Asamblea Nacional  (Constitución Nacional, Artículo 187, numeral 11), forma parte de la “cooperación internacional” y no de la sumisión neocolonial que se extiende con respecto a China y Cuba, que son, sobre todo la última, quienes dictan y escriben la partitura  y aquí solo se le pone la música.

Pero la ópera magna, la joya de la corona, de los embustes de la dictadura de Maduro y de sus más encumbrados voceros, se  teatraliza  cuando  afirman que el megaapagón del sistema eléctrico del 7 de marzo y el del 25 del mismo mes se deben a un sabotaje tecnológico instrumentado por EEUU.  Es decir, que se ha pasado de la iguana al ciberataque. Ese bulo seguramente lo exorcizó el chavo-madurismo, con velas prendidas, en una sesión de rituales de santería.

La verdad es que desde hace más de 10 años varios expertos en la materia eléctrica han alertado sobre el deterioro del que fuera  el mejor sistema eléctrico de América Latina, a causa de su desprofesionalización, falta de inversión en la infraestructura y absoluto descuido en las labores de mantenimiento preventivo y correctivo. La explicación de que por más de 100 horas todo el territorio nacional estuviera sin luz por el colapso eléctrico del 7 de marzo la dio, con su inobjetable autoridad, la Escuela de Ingeniería Eléctrica de la UCV; “El incendio (de una subestación ubicada en las orillas del río Orinoco) generó el aumento de la temperatura de las líneas de transmisión que conforman el corredor del sistema troncal. A su vez, provocó la pérdida de potencia eléctrica en la planta de generación de Guri, el eje de la turbina aumentó y se incrementó la frecuencia eléctrica. Los sistemas de control de Guri se activaron y los generadores se desconectaron gradualmente para controlar la frecuencia eléctrica, pero la magnitud fue tal  que obligó al personal de operación de la planta la desconexión total de los generadores”. Eso han dicho los que saben y no mienten. A la oscuridad política, se ha sumado la oscuridad física.

Cuando la verdad se sepulta deliberadamente, estamos en presencia de un cinismo de proporciones épicas.

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