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Código “marmota”

Antonio José Monagas

No es exactamente lo que otras sociedades celebran. Porque no se trata de lo que comúnmente se exalta al festejar el día de la marmota. En Venezuela, es verdad que dicho día no tiene sentido alguno por cuanto el problema de predecir la finalización del invierno como época climática, no se tiene. Ni tampoco, funcionaría como método de agorera predicción. Mucho menos, como razón que rija la tradición. Además, celebrar dicho día, no tendría sentido alguno pues la marmota no es un animal propio del trópico venezolano.

En Venezuela no se tiene necesidad alguna de precisar la fecha que señale la mitad del período que se da entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera. Porque, primeramente, en el país no ocurren estaciones que condicionen el clima que habrá de vivirse durante cierto período. En segundo lugar, cabe decir que los buenos tiempos ya no los determina la naturaleza. Los establece la tendencia política que, para el momento, rige los destinos del país. Y por tanto, lo que anuncia son malos tiempos.

¿Pero por qué se habla de que son tiempos de marmota? Justamente, por lo que la caracteriza. En principio, es un animal que duerme mucho. Tanto que el habla popular refiere: “duerme más que un lirón” o “eres una marmota”. Vive en zonas de clima templado. En cuevas subterráneas. Y le teme a las alturas. Entre otras.

Precisamente, las mismas características que posee quien vive de la política convirtiéndose así en un politiquero de oficio. Cuestión ésta que describe a los politiqueros venezolanos. Al menos, así se destacan a nivel nacional e internacional. De ahí, se hizo popular la figura que ahora le endilgan al venezolano. Sobre todo, al momento de pisar latitudes lejanas. Y muchas veces, no tan lejanas.

Ahora el país ha sucumbido ante la boyante inercia que trajo consigo la desesperanza inducida. Pero también, la resignación como reflejo del devenir falseado que forjó una revolución que hizo llamarse “bolivariana”. Pero que sólo desfiguró el perfil de una Venezuela pretendiendo que se saltara períodos de aprendizaje. De esa forma, creyó que se convertiría en un referente de desarrollo económico y social. Cuando ocurrió todo lo contrario. Venezuela cayó por un barranco sin fondo. Y por esa depresión, sigue resbalándose sin que hasta ahora haya habido forma de detener su desplome.

La concepción de ciudadanía que se presumió iba a resultar, se torció. Al extremo, que Venezuela dejó de ser lo que intentaron reivindicar precursores y libertadores entregados a la lucha frontal contra la desidia y la inmoralidad que podía corroer la dignidad de venezolanos. Y así fue, lo que desgraciadamente luego sucedió.

Tristemente, Venezuela se convirtió en un país de golilleros, donde la podredumbre hizo que se invirtieran valores morales y políticos para así pisotear el campo arado de esfuerzos que combatieron el atraso que hoy domina. Incluso, las profundidades de la política, de la economía y de la sociedad.

En la trama que abatió al país, sigue sin entenderse quien ha ganado la batalla que viene dándose entre los factores que han servido a la esclavización del pensamiento democrático venezolano, y los componentes que han fungido como razones de liberación de su maltratado porvenir. Tan grave problema, casi ha obligado al país a mantenerse a raya frente al objetivo de levantarse contra quienes han forzado a los venezolanos a encogerse de hombros con imposiciones políticas que altos funcionarios dictaminan. O mejor dicho, contra quienes fuerzan al venezolano a vivir en una sociedad de apariencias donde las libertades son ilusiones que cimienten el carácter ficticio de una “Venezuela potencia”. Es decir, como si se estuviera condenado a vivir según el código “marmota”

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