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Colombia: bofetada a la paz

Todas las guerras y todos los procesos de paz que intentan eventualmente finiquitarlas son imperfectos. Es decir, las causas por las que se va a la guerra no son siempre probada y moralmente transparentes y, a la vez, los esfuerzos por detenerlas no son del todo diáfanos y completos. El cíclico caso colombiano, con su espiral de violencia de más de medio siglo, se ajusta a ese canon, y su sociedad, aunque debiese unirse en torno a la reconciliación, aún es presa de los alegatos y las diferencias.

El mes de agosto se despide con una noticia que nadie quería escuchar: el anuncio de una disidencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) de volver formalmente a las armas, nada menos que bajo el liderazgo de dos de los miembros de la delegación que negociaron el acuerdo de paz con el gobierno colombiano del entonces presidente Juan Manuel Santos: Iván Márquez y Jesús Santrich. La imagen es anacrónica: un video probablemente rodado en Venezuela con una arenga de amenazas en que sus protagonistas empuñan armas cubiertos de camuflado, revelando su anemia ideológica.

Es el último efecto de una desconfianza que ha ganado terreno. La promovida de antaño por la derecha crítica al proceso de paz, encabezada por el expresidente Álvaro Uribe y gestionada a cuentagotas por su designado presidente Iván Duque, y la promocionada con absoluta torpeza y dolo por parte de la misma vieja guerrilla, que en un cercano diez por ciento de sus antiguos ocho mil combatientes no han aceptado los acuerdos, no se han sumado a los planes de reincorporación, han rechazado la justicia transicional que ellos mismos aprobaron o han reincidido en prácticas ilícitas.

¿Cuál es el camino a seguir? El más fácil, el de retroceder al absoluto statu quo de la guerra, no es viable. Ni el actual gobierno de talante uribista lo intentaría. Por eso hay que diferenciar con claridad y autoridad entre los exguerrilleros que permanecen fieles al acuerdo de paz y los que no lo hacen. Frente a los primeros deben seguir primando las garantías de reinserción social, participación política y la solidaridad de los colombianos, y frente a los segundos el peso de la ley y la respuesta militar si es necesaria, bajo el marco del Estado de derecho. Lo dice el propio líder de las antiguas FARC en democracia, Timochenko: «Proclamar la lucha armada en la Colombia de hoy es un error delirante».

El joven presidente Duque tiene la oportunidad de demostrarle al país su liderazgo, de probar que durante su primer año aún gris en el cargo ha hecho el aprendizaje necesario para manejar una coyuntura como esta y todas las inesperadas que puedan avecinarse. Mientras tanto, los colombianos están más obligados que nunca a defender su búsqueda de la paz, por imperfecta que sea, esperando que la comunidad internacional no los abandone.

Diálogo Político es una plataforma de difusión de ideas del Programa Regional Partidos Políticos y Democracia en América Latina de la Fundación Konrad Adenauer

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