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¿Cómo consiguió Aécio Neves conquistar el corazón de Marina Silva?

Conquistar el corazón de Marina Silva ha sido la mayor victoria del candidato minero, Aécio Neves. No era tarea fácil y el haberlo conseguido revela capacidad de diálogo y comprensión con las ideas y los tiempos de decisión de los otros.

Con ello, Neves demuestra una sensibilidad política y una capacidad de navegante a la que no estábamos acostumbrados en los mares de la vieja política.

El acuerdo entre los dos políticos es algo inédito en la historia de este país, donde hasta ahora las grandes alianzas entre partidos para gestionar el poder no se hacían bajo el prisma de acuerdos de programa, sino de intereses y reparto de cargos, madre de todos los grandes escándalos de corrupción.

La inicial actitud de Silva, con su rosario de exigencias para negociar el apoyo al Partido Socialdemócrata de Brasil (PSDB), parecía más grave por haber sido ella la derrotada en las urnas. Neves podía haberle recordado que el perdedor nunca puede poner condiciones al ganador. En la vieja política, lo normal es que la ambientalista hubiese ofrecido enseguida su posible apoyo a cambio de una tajada de poder en caso de que llegara al Palacio del Planalto. Así ha funcionado hasta ahora la política en Brasil, que ha cuñado el lema de que “es dando como se recibe”.

¿Podía Silva, con esa costura delicada, inteligente y hasta elegante de Neves para negociar su apoyo, negarle su mano? 

En esa línea, también Aécio Neves podía haber pactado con su competidora del Partido Socialista Brasileño (PSB) – si esta hubiese sido una política tradicional- un acuerdo de gobierno ofreciendo ministerios y cargos (públicamente o bajo cuerda) a cambio de su apoyo.

El candidato tucano no lo hizo, primero porque sabía que esos juegos no funcionan con Silva, que tiene el empeño de llevar, a veces hasta los extremos, su nueva política basada en acuerdos de programa y no de partidos.

Lo hizo, además, sin perder ni un momento los nervios ante las exigencias de Silva (que podían sonar hasta arrogantes) por su espíritu más conciliador que guerrero. Tuvo la sensibilidad y hasta la astucia política de entender el ritmo lento de las decisiones de Silva, sus perplejidades y gusto por las curvas y los suspenses, e insistió todo el tiempo, incluso frente a sus asesores impacientes, en que la ecologista tenía todo el derecho de meditar su decisión. Ella tenía un compromiso sellado con Eduardo Campos, al que su muerte trágica le imprimió un plus de dramaticidad y exigencia. Aécio Neves supo entrar en aquel delicado y casi sagrado santuario.

Sin verbalizarlo, le recordó a Marina que había sido también él y ningún otro político quién recogió el compromiso de Campos a favor de una forma nueva de gobernar el país, y que había rescatado su bandera de luchar para “no desistir de Brasil”, es decir de construir un país mejor, menos enmarañado en los vicios de la vieja política y con el oído abierto para escuchar los latidos de la calle.

¿Podía Silva, con esa costura delicada, inteligente y hasta elegante de Neves para negociar su apoyo, negarle su mano? Hubiese sido su propio suicidio y habría parecido un gesto de soberbia difícil de perdonar.

Silva ha dicho que, con ese acuerdo, Brasil “está viviendo una experiencia intensa de los desafios de la política”. Ella, nacida en la selva, suele recordar que los tiempos de Dios no se miden con los relojes humanos, algo que suele hacer desesperar a los políticos impacientes.

La política que no renuncia a seguir forcejeando para poder derribar los muros de un tipo de política que está en crisis mundial no podía encontrar mejor interlocutor que el minero, hijo de una región y nieto de un político como Tancredo Neves, para el que también el tiempo acaba teniendo menos prisa que en otros lugares. De los gallegos, en España, suele decirse que es difícil engañarles o sorprenderles ya que, cuando están a mitad de una escalera no se sabe si están bajando o subiendo. Y cuando alguien les pregunta algo, antes replican con un «¿y usted que cree?» para tener tiempo a pensar mejor la respuesta. El gallego puede ser todo menos impaciente o precipitado.

Aécio Neves ha sabido, de forma parecida, negociar y conquistar el apoyo de Marina Silva. ¿Resultado? Solo el 26 próximo los electores rubricarán o desconfiarán de esa novela escrita a dos manos por dos políticos que, en fin de cuentas no podrían ser más diferentes. Y ese quizás sea el milagro. O quizás también la esperanza de haber empezado a quebrar viejos paradigmas políticos que parecían petrificados para siempre.

(ElPaís.com)

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