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¿Cómo Medimos lo que Realmente Vale?

Escuchaba a una persona durante una interesante entrevista que le estaban haciendo. En alguna parte de la entrevista sentí su decepción.  Ella llevaba años tratando de explicar y compartir lo que había vivido y que consideraba importante para que otros pudieran analizar con mayor conocimiento los procesos ocurridos en su país y evitar que se repitieran en otros países.  Comentó que le sorprendía que sus publicaciones a través de los modernos medios de comunicación apenas lograban con esfuerzo llegar a un número aproximado de cien vistas, mientras que noticias que ella consideraba absolutamente superficiales adquirían relevancia y se hacían tendencia con miles o incluso millones de vistas y de gente que compartía la información.  Quise decirle que no cejara en su empeño…Que allí estábamos quienes la estábamos escuchando y que su palabra estaba llegando a nuestros oídos y no se estaba perdiendo. Lamentablemente, ninguno de los que la escuchábamos pudimos decirle directamente lo que pensábamos.  No pudimos decirle que continuara su trabajo porque ella estaba sembrando la semilla.  Aunque tal vez ella no llegara a ver los resultados, ella estaba haciendo lo que consideraba debía hacer.

No es el número de “likes” que uno recibe en sus publicaciones lo que evidencia la calidad de una noticia ni su importancia.  Muchas veces lo más importante pasa desapercibido.  Nos llama más la atención lo que es popular o lo que todo el mundo tiene a lo verdaderamente valioso. No es el número de seguidores que tenemos el que evidencia cuánto impacto positivo estamos generando ni cuán exitosos somos. No es cuánto dinero ni cuánto poder tenemos lo que nos hace valiosos.  Ni siquiera lo es que todo el mundo nos conozca.  Lo que nos hace valiosos es lo bueno y positivo que somos capaces de brindar.  Lo que nos hace valiosos es la estela que dejamos a nuestro paso para que otros la sigan.  Lo que nos hace valiosos es lo que no se puede comprar y que es insustituible…Esa sonrisa contagiosa, esa palabra de aliento, esa mano extendida para ayudar, ese hombro sobre el cual otros se han desahogado.  Es el valor intrínseco que tenemos como seres humanos lo que nos hace insustituibles.

Recordemos siempre que lo que realmente vale es el amor que podamos sembrar.  Hagamos todo lo que hacemos con amor para que la siembra dé buenos frutos.  Al final, todos dejamos este mundo con las manos vacías y nos llevamos solo lo que podamos llevar en nuestra alma.

Démosle importancia a lo importante y sepamos que cada una de nuestras acciones trae consecuencias aunque a veces no las veamos inmediatamente ni en forma mediata. Tratemos a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros y hagamos lo que hacemos con pasión, con propósito y con amor.

Prendamos una vela y pasemos la luz!

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