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Creatividad política para una democracia moribunda

En Venezuela, el planteamiento de ideas nuevas, aceptadas y puestas en práctica por un colectivo representativo es un reto para una clase política que está en deuda con quienes son los convidados para el ejercicio democrático.

Ser creativos tiene un peso específico en la innovación, ya que crear lo que ya existió, realmente es “recrear” un objeto, y los últimos 22 años son muy pocos los intentos de creación reales que podamos encontrar en la esfera política venezolana.

Pero la creatividad tiene que implicar un proceso de decisión, ya que lo nuevo aparece como una alternativa a lo que existe o existía. En ese sentido, la interpretación de “creación política” pareciera estar alineada con Carl Schimtt, cuando se refiere a que “lo político es una decisión que aparece de la nada para nombrar y resolver una situación excepcional que pone en peligro de muerte a una comunidad”. Si esto fuera una generalización, encontraríamos que toda creación pareciera ser la consecuencia de una situación de emergencia, que, en el contexto del autor señalado, establece amigos y enemigos, creando un marco normativo del mismo.

Una opción diferente la tiene Hans Kelsen, quien estableció que “lo político es la formulación de la voluntad estatal en un parlamento donde deliberan adversarios, no enemigos, siempre ajustados a las leyes existentes”, concepto totalmente apegado a lo normativo como pivote argumental.

Pareciera que el decisionismo de Schmitt tiene más peso que el normativismo de Kelsen, pero lo importante es comprender que la creación como hecho en sí mismo supone originar algo, darle vida a algo, y Schmitt plantea una negación a esta idea, ya que se crea bajo estado de amenaza para destruirla y restaurar el orden deseado, de paso planteando una negación explícita a lo distinto.

En nuestro país tenemos 22 años buscando un cambio, viviendo constantes intentos fallidos de creación, bien sea por el agotamiento de un discurso inefectivo, o por el desgaste de dirigentes que aspiraron a ser líderes montados en el indomable corcel del voto castigo, y lo vendieron como capital propio, ignorando la fragilidad de la voluntad expresada en circunstancias irrepetibles.

Aquellos que han creado estructuras, organizaciones y hechos políticos sobre la base de la destrucción del “enemigo”, han arrasado como Atila en el pasto de una democracia que fue vitrina hemisférica, y han dejado al descubierto las miserias humanas que alimentan a una cleptocracia que pretende eternizarse.

Pero quienes han expresado su deseo por un cambio de rumbo, han perseguido la unidad como panacea, sin comprender que ese concepto no admite división alguna, que supone una visión compartida de un país de ciudadanos, y esta tarea solo es posible con suficiente creatividad para construir una causa nacional que regenere un tejido social y político desgarrado por la decepción y la apatía, cuando no por sentimientos viscerales de rechazo a una clase que encontró su zona de confort en ser eternos opositores.

La creatividad política obliga a crear para crecer, para recuperar un país de ciudadanos que ejerzan sus derechos individuales y colectivos de manera natural, donde las libertades y el cumplimiento de los deberes nos lleve a un país de emprendedores, y no de mendigos de bolsas de comida, y donde el concepto de Kelsen se rescate, porque Venezuela debe volver a ser un país donde todos quepamos, a pesar de nuestras diferencias, y donde el pluralismo expresado en nuestra Carta Magna deje de ser un saludo a la bandera, letra muerta en medio de la barbarie que estigmatiza el pensamiento diferente, etiquetando de enemigo, como decía a Schmitt, a todo disidente.

Venezuela necesita creatividad política en estos aciagos momentos, pero encontrando en la unicidad de esa causa nacional, el verdadero elemento de convicción que rescate la esperanza y la motivación en tantos millones de venezolanos que desean retomar la idea del futuro con optimismo justificado.

Esa es la tarea, y todos estamos convocados a ella, sin importar de donde vengas, o a quien seguías, ya que lo necesario es el compromiso real de una sola agenda, que se llama Venezuela.

Amanecerá y veremos…

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