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Cruzar la línea (roja)

La historia del lenguaje pasea al lector por interesantes capítulos demostrativos de la transitoriedad de términos, vocablos y palabras que varían su significado en función de los cometidos del tiempo y sus circunstancias. 

Voces tan duras como “tirano” vienen de una acepción que dista mucho de la que actualmente se tiene. Por ejemplo, en otrora la palabra “tirano” refería a quien sabía conquistar la autoridad por efecto de una lucha justa. Pero las realidades transformaron su sentido. Y así ha sucedido con muchas otras.

Pero ¿por qué traer a colación esta explicación? Porque no hay duda que un proceder político de tan cuestionada naturaleza, induce contradicciones que terminan provocando problemas de distinta índole y serias consecuencias. De ahí el conflicto que ha generado la vacuna tan discutida dada las dudas que su aplicación implica. Inclusive, su acepción. 

Tal ha sido la controversia que su manejo explicativo y médico ha incitado, que motivó la aparición de un problema de carácter nacional toda vez que su incidencia compromete la salud de la población en general. Asimismo, las expectativas que su presencia despierta.  Tanto que, figurativamente, saltarse el problema es como cruzar la línea (roja). Tal como se dice para ilustrar el atrevido caso de irrespetar o exceder los límites de lo permitido. O ir más allá de lo ética,  moral o normativamente apropiado.

Esta situación ha devenido en un conflicto avalado por opiniones médico-científicas sobre su pertinencia o impertinencia. Que si es o no, una vacuna. Que si evita o inmuniza al individuo de la enfermedad producida por el contagio del virus Covid-19 o Sars Cov-2. 

Cualquiera de las consideraciones realizadas, se basan en análisis. Algunos publicados por revistas científicas indexadas. Otros, montados sobre pronunciamientos divulgados a través de medios masivos de comunicación social. Al mismo tiempo, se valen de las redes sociales para expandir y consolidarse como argumentos válidos y razonamientos convenientes.

De verdad,  entre ambas posturas se da un pugilato cuyo resultado no va a verse a la vuelta de la primera esquina. Sino, más allá de lo que la disposición resista. En todo caso, el cotejo no va a ser de fácil prospección pues son múltiples las variables que han de intervenir en la solución a que corresponde el hecho de superar las vicisitudes del temido Covid-19.

Esta situación hace ver cómo el régimen redujo la salud a un negocio de sucia calaña. Podría decirse que mal-politizaron la salud. Sobre todo, si se advierte que de ello se esperaba de un plan sistemático y eficaz de vacunación. Pero todo quedó convertido en un proceso que exaltó (nuevamente) la desigualdad (visto el problema desde la óptica social) el sectarismo (visto el problema desde la óptica política y la especulación (visto el problema desde la óptica económica). 

En medio de la desorganización bajo la cual se ha infundido el desorden que ha servido de plataforma logística al desconcertado proceso de vacunación seguido por el régimen opresor venezolano, se ha abierto el sendero para que transiten los distintos argumentos que defienden la vacuna y la no-vacuna. 

Sin embargo, frente a la no-vacuna, se endilgaron opiniones de calificados investigadores médicos, químicos y biólogos que adelantaron importantes razones de por qué, esas llamadas “vacunas”, no deben concebirse o entenderse como lo promueve la oferta política de las mismas. 

Razones que rezan lo siguiente: 1) interfieren directamente con el ADN humano, 2) cambian genéticamente al individuo vacunado al modificar su ADN, 3) la vacunación es un negocio sostenido por intereses políticos, que buscan adecuar la vida del hombre a una oscura ideología de la cual poco se sabe, 4) la vacuna es un experimento genético que termina convirtiéndose en un fraude biopsicosocial, 5) el fabricante de estas vacuna, está libre de cualquier responsabilidad que acarreé algún posible problema que de la vacuna pueda derivarse, y 6) no hay información a través de los medios que esclarezca los riesgos que compromete la vacunación en sí.

Todo esto luce tan riesgoso que el ser humano por temerario, osado o imprudente, podría despeñarse por causa de un serio error en la aludida trampa.  Todo así, de atreverse a cruzar la línea (roja).

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