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¿Cuál zapato se le perdió a Zapatero?

Alfredo  Maldonado

José Luis Rodríguez Zapatero parece que regresó a Caracas, acto que fluctuaría entre descaro y osadía, pero en realidad no importa, no es bien recibido. Aunque venga en avión privado, que es un detalle. El asunto es que haya vuelto, cosa que demuestra, sea quien sea que lo haya llamado, sea cual sea el objetivo del viaje, que el hombre tiene una cara de dureza pétrea, que ese rictus permanente del Guasón (el de Batman, aclaro) no es un rictus sino resultado de martillazos del escultor o de una maldición de Dios. O, más humanamente, la marca del demonio. ¿Qué más pretende hundir y deshonrar este español, además del Partido Socialista Obrero Español y a la oposición venezolana de antes de Juan Guaidó?

Dudamos mucho que venga a hacer turismo, mejor recibido sería en República Dominicana que en el estado Vargas, y si trae mensajes o encomiendas de negociaciones, tendrá que cuidarse en extremo el Presidente Guaidó porque significa que alguien le está montando una buena y potencialmente letal trampa, para más detalles puede preguntarle a Julio Borges, que hasta exiliado tuvo que quedarse.

Viene en mal momento el sepulturero del PSOE porque justamente ahora Venezuela está tratando de sacudirse influencias como la suya y asociados y consejeros como él. Juan Guaidó está en lo suyo, y aunque haya impaciencia en algunos y crítica muy hablada en otros –como en el caso de Claudio Fermín y su grupo Soluciones, aclaramos por si las reciben por gmail- está marcando un camino.

Que tenga tropezones es lógico, pero no tenía autopistas alemanas Julio César cuando cruzó el Rubicon, ni los venezolanos cuando tuvieron que ir a buscar agua en los vertederos del Guaire y de la Cota 1000. ¿Será eso lo que vino a comprobar Zapatero para compararlo con el Canal de Isabel II?

Guaidó está en lo suyo y algunos nos impacientamos porque llevamos 20 años viendo paciencias y politiquerías y sus nulos resultados, pero es indiscutible que aunque sostenga algunas malas compañías que quizás no pueda sacudirse o tenga razones para no querer evitar, va bien y ha puesto al régimen a tirar dentelladas, que hacen algún daño pero no son la mejor defensa. No matan, pero agotan al dientudo al cual sólo le queda gruñir.

El acercamiento de Juan Guaidó al sector obrero es de extraordinaria importancia, mucho más que a los militares que, hemos dicho y repetimos, no se van a alzar sino cuando ya no haya más remedio y los actuales jefes de la trinchera estén volando a Turquía, España o la enorme Moscú. O a Macao o Shangai, si prefieren.

El país que Guaidó y su equipo ofrecen reconstruir podrá ser remodelado desde abajo hasta la punta de las chimeneas con los trabajadores, dirigidos por técnicos, especialistas y emprendedores, pero no con los militares que llevan dos décadas demostrando que desfilan muy bien pero gobiernan muy mal.

Por si las moscas, y por aquello de los picados de culebra y de alacranes, el equipo Guaidó debería aclarar que este Zapatero no es cosa de ellos. Para evitar chismes y malos pensamientos.

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