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De inmunología y otras estupideces

Cuando el adiposo usurpador, el domingo de la pasada semana, dijo con jactancia que ya él y Cilia estaban vacunados y que les hacían pruebas diariamente, en realidad lo que estaba haciendo era darnos sendas cachetadas a los venezolanos —él no lo es, porque nació en Ocaña de madre colombiana—, que estamos desamparados ante el bicho chino.  En mucho, por la incuria de él y sus cómplices en no ocuparse de lo que deberían: de la salud y seguridad de la nación.  Por un lado, se desdice después de haberse firmado un acuerdo con representantes de la alternativa democrática para traer vacunas y emplea una mentira más para tratar de justificarse: que las que se iban a comprar eran peligrosas.  Pero, por el otro, de inmediato, explica que va a reemplazarlas con las cubanas; que ni vacunas son porque apenas están en período de ensayo.  De hecho, lo que intenta hacer es poner, una vez más, a la población venezolana a la orden de sus jefes cubanos.  Esta vez, para que sirvamos de conejillos de Indias.

Pero a lo que quiero referirme hoy, como lo indica el título, es a un término que empleó en esa oportunidad —jactanciosa, fatua, presuntuosa, indebida.  Fue que, palabras más, palabras menos, dijo que él gozaba de “inmunología”.  ¡No, usurpador, no!  De lo que usted disfruta, indebidamente, es de “inmunidad”, que es otra cosa. “Inmunología”, según el mataburros es: el “Estudio de la inmunidad biológica y sus aplicaciones”.  Por quererse echárselas de fisno, de instruido, usando palabras exóticas, lo que demuestra es que sigue siendo el veguero que se bañaba en el Pamplonita y que la incultura la tiene a flor de piel.  Pero, no es el único.  Por ahí he leído y escuchado a muchos licenciados en comunicación y locutores diciendo que, por culpa del calentamiento global, la “climatología” se ha tornado inclemente.  Cuando lo que debían decir era “clima”.  En eso incurren hasta los comentaristas de noticias de la televisión española, que se supone que deben ser mejores que la mayoría.  Al igual que la anterior palabra que termina en “-logía”, esta también tiene que ver con el estudio de las cosas relacionadas con el clima, con sus condiciones propias en las diferentes latitudes.

A nadie se le ha ocurrido decir que estamos sufriendo una “pandemiología”.  Ni siquiera al nortesantandereano.  Porque hasta los sedicentes médicos integrales —que no pasan de ser unos ampolleteros glorificados por el régimen— saben que esa palabra no existe.  Pero por ahí he escuchado decir que existe una “epidemiología” cuando debieran haber dicho “epidemia”.  Es que sufren del mismo mal que el abultado Nicky y los locutores. 

Y ya que saltamos de la crítica política a la gramatical, sigamos en esa vena.  A mí, y es cosa personal, me saca la piedra que empleen el verbo “echar” cuando se refieren a comida.  “Échale un poco más de arroz”, o carne, o papas, o lo que sea, me parece horrible.  Porque a mí me criaron con la explicación de que a los únicos que se les “echa” la comida es a los cochinos.  Y no estaba desacertada mi mamá cuando me lo explicó.  Porque “echar” es un verbo muy versátil —solo en el DRAE aparecen cuarenta y ocho acepciones—, pero ninguna se refiere a procedimiento alguno con los alimentos.  Casi todas ellas implican “lanzar algo lejos dándole impulso”.  Por ejemplo, “echar basura a la calle” cosa que está muy mal hecha, pero que es bien frecuente en algunas partes.  “Echar a alguien de algún lugar”, implica correrlo, apartarlo (casi siempre con violencia) de él, casi siempre por desprecio o castigo.  “Echarse uno en la cama” casi implica un lanzarse en plunge on sobre ella.  Creo que pudiéramos utilizar unos términos más civilizados para describir la función que se lleva a cabo en la cocina o el comedor: “servir”, “poner”, “colocar”, “agregar”, etc.

Ya vamos terminando.  Pero no quiero concluir sin comentar un error que es bien frecuente en conversaciones que ocurren entre gente que uno supone culta. Es: “gracias a”.  Más de uno ha dicho que “gracias al régimen no llega ni al uno por ciento la población vacunada”.  Pues, mal dicho.  No porque sea verdad la cláusula final, sino porque esa locución preposicional está reservada para ensalzar a alguien que ha logrado un bien o evitado un mal.  O sea, que no hay que emplearla para calificar acción alguna del régimen, que se empeña en hacer todo lo contrario.  Por ejemplo, designar como receptores privilegiados de las pocas vacunas que han llegado a los miembros del gabinete ministerial y algunos de los compañeritos más abyectos del PUS.  Y al personal sanitario, si es por ellos, que se lo coma el tigre.

Otrosí

Con dolor debo protestar por lo que está ocurriendo en Apure con la intervención —y en mucho, por culpa— de las Fuerzas Armadas.  Por un lado, nunca debieron dejar enseñorear en el territorio venezolano a los guerrilleros colombianos que, sin deponer las armas, mangonean en esas zonas desde hace años.  Todo comenzó con la cabronada (disculpen la palabrota, pero no cabe otra) de Boves II de reconocerles beligerancia y luego, ipso facto, concederles aliviaderos para que las FARC descansaran y curaran a sus heridos.  Más tarde, el contubernio de esos irregulares con algunos militares de altas gradaciones y elevados cargos para comerciar y traficar con drogas empeoró las cosas.  Pero, ahora, en el desgobierno del usurpador —y por órdenes de él, supongo—, el componente armado está actuando con descarado sesgo en sus actuaciones belicosas, atacando solo a un sector de esas “disidencias”.  Se ha llegado a ese descaro.  Con acciones atrabiliarias que han resultado en muertes de soldados propios, de uno que otro guerrillero y de civiles utilizados para informar falsos positivos.  A los que sobreviven, o huyen al territorio colombiano, o sufren detenciones injustificadas, torturas y vejaciones.  Me pongo en las botas de los militares institucionalistas, serios, pundonorosos, que todavía quedan y se me cae la cara de vergüenza.  ¡Qué bajo ha caído la institución armada!  Todo, porque tanto en el palacio de Ciliaflores como en el MinPoPoDef abundan los inmorales que no les importa tomar decisiones indebidas, ilegales, si con ello logran sacar algún provecho propio… 

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