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Del arma de la crítica a la crítica de las armas

Venezuela está al borde del abismo. La crisis, a punto de estallar. El país, ardiendo por los cuatro costados. Estamos a punto de que el arma de la crítica, como decía Marx, el más sabio y culto de los comunistas, sea desplazada por la crítica de las armas. Que cada cual asuma sus consecuencias.

Escucho una intervención del gobernador Henry Falcón en el Consejo de Las Américas en la que expresa su visión de la crisis y su propuesta a futuro. Me encuentro de frente con la misma visión que de este régimen dictatorial, constituyente y con avanzadas pretensiones totalitarias puede tener un socialdemócrata. Por ejemplo: Zapatero, Leonel Fernández o Torrijos. Y entre nosotros Henrique Capriles, Manuel Rosales o Henry Ramos: ciertamente, el de Maduro no sólo es un mal gobierno, es un pésimo gobierno. Pero tan inmanente al sistema democrático, como lo era el de Lula o la misma Dilma Rousseff, el de Juan Manuel Santos o los de Ricardo Lagos o la Sra. Michelle Bachelet, incluso los de Pepe Mujica y Cristina Kirchner. Sólo un mal gobierno. Y punto. Al que se le puede asesorar. Incluso mejorar y superar mediante un gobierno de unidad nacional debidamente asesorado, en el que ocupen Maduro, el PSUV y los suyos sus correspondientes espacios.

Incluso un mal gobierno al que cabe poner en jaque mediante procesos electorales, y como dice la muletilla: “pacífica, constitucional, electoralmente”. ¿Cabe pensar que nadie en la MUD haya traspasado el umbral teórico de la inmanencia democrático constitucionalista, haya leído algunos estudios sobre la naturaleza ontológica y fenomenológica de las dictaduras – comisariales o constituyentes, según nos lo aclaran grandes juristas como Carl Schmitt, que escribió un voluminoso y sapientísimo trabajo sobre las dictaduras[1] – se ha informado sobre la historia real de las dictaduras del Siglo XX – proletarias, nazistas, fascistas, militares, populistas, autocráticas – y está en capacidad de saber a qué y a quién se enfrentan cuando asumen la defensa de los amenazados o destruidos sistemas democráticos, ya definitivamente aniquilados o en vias de serlo. 

Constato, para mi asombro pero no para mi sorpresa, pues más no esperaba del Sr. Falcón, que sabe de la naturaleza constituyente de la dictadura castrocomunista que Chávez se traía entre manos desde que su hermano Adán lo metió a conspirar en la Academia Militar y de la trágica hondura de la crisis excepcional, orgánica, existencial que padecemos tanto como un componedor de huesos de la etiología de las neurosis. Creo, y es como para pensar que de buena fe, que él considera que basta con sentarse a dialogar con Maduro, vale decir: con Raúl Castro o Ramiro Valdés, acompañado de los compañeros de UNT, de AD, de VP o de PJ y poner sobre la mesa los problemas de la hacienda pública, la asignación de recursos, la emisión de decretos leyes o el recurso al Fondo Monetario Internacional para que como por encanto el sátrapa de Raúl Castro, agente de Fidel y formado como guerrillero urbano en Punto Cero, despierte del encantamiento, reciba la revelación del cielo y les diga: “perdón, Henry – Capriles, Falcón o Ramos, que para el caso da lo mismo – , perdón Julio, perdón Manuel, perdón Teodoro, pero es que he estado confundido. Tú tienes la razón. Mañana decreto la realización del revocatorio…”

Y no es que lo crean desde el 6D, hace seis meses. Lo creen desde el 4F, hace 24 años. Como en un caso de extrema y muy culposa ingenuidad lo creyó el hermano mayor de los socialdemócratas venezolanos, Carlos Andrés Pérez, cuando invitó a Fidel Castro a su transmisión de mando, jurando con sus congéneres César Gaviria y Felipe González, a coro con ochocientos “artistas, intelectuales y trabajadores de la cultura”, que Fidel no estaba perdido del todo. Que para nuestros corifeos representaba “la dignidad de América” y para el trio de presidentes un idealista extraviado. Que bastaba un empujoncito para volverlo al redil de las democracias. Y que él, en recompensa a tan grata invitación no tocaría la virginidad de nuestra democrática Venezuela ni con el pétalo de una rosa.

Sólo esta escandalosa carencia de densidad intelectual, esta falta de cultura política, esta ignorancia general y este oportunismo sin medidas del que padece nuestra clase política e intelectual, explica que habiendo transcurrido veinticuatro años del Golpe de Estado y diecisiete años del inclemente asalto totalitario a nuestro Estado de Derecho – con Constituyente, fraudes electorales, destrucción de las instituciones y devastación y saqueo espiritual y material de nuestro pobre pueblo hasta llevarlo a la crisis humanitaria que hoy padece – aún se nieguen a comprender que con una satrapía como la instaurada por los invasores cubanos, ejercida por un vasallo agente de los Castro, y decidida a desatar un Apocalipsis no sólo no se dialoga: se la desaloja con todas las fuerzas, con todos los medios, con todos los instrumentos y poderes a nuestro alcance. ¿Un gobierno de unidad nacional que abrace en una misma mesa a Diosdado Cabello, Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez, María Corina Machado, Leopoldo López y Antonio Ledezma?

Aterra comprobar que tras esta pavorosa experiencia – la más devastadora en el mundo de las últimas décadas, como acaba de afirmarlo con su seriedad y su conocimiento habituales Ricardo Hausman – los políticos e intelectuales venezolanos sigan en babia apostando al diálogo. Venezuela está al borde del abismo. La crisis, a punto de estallar. El país, ardiendo por los cuatro costados. Estamos a punto de que el arma de la crítica, como decía Marx, el más sabio y culto de los comunistas, sea desplazada por la crítica de las armas. Que cada cual asuma sus consecuencias.       



[1] Carl Schmitt, La dictadura, Desde los comienzos del pensamiento moderno de la soberanía hasta la lucha de clases proletaria. Alianza Editorial, Madrid, 1985.

@sangarccs

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