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Democracia por amor a Dios

Alfredo Maldonado 

Si por democracia se tiene la convicción de que todos los seres humanos son iguales, entonces los primeros demócratas no fueron los griegos sino los judíos. Porque ya miles de años atrás los judíos –en realidad ni siquiera existía el nombre “judíos”- creían no sólo en un solo Dios, sino que Jehová –Yahvé, si usted prefiere- había creado a los seres humanos a su imagen y semejanza. Y si todos los hombres (y mujeres, claro) son igualmente hechos según la imagen misma del Creador, ¿cómo pueden ser diferentes entre sí?

De hecho, que los judíos –israelitas- de aquellos tiempos aceptaran un rey fue cosa no sólo difícil, sino de muy larga espera y de establecimiento azaroso hasta David, que ejerció como rey por necesidades de guerra y como sacerdote, en lo que era, en el fondo, una teocracia: “que Israel decidiese gobernarse por un rey implicaba rechazar el Gobierno de Dios, lo cual, por tanto, era pecaminoso”, como explica Paul Johnson en su excelente y prolija Historia de los Judíos cuando narra las circunstancias que llevaron a aquel pueblo-nación que venía del largo cautiverio egipcio –que no fue tan cruel como se cuenta pero tampoco tan al menos tranquilo como pudo haber sido- y de los cuarenta años de dar vueltas por el desierto en busca de la Tierra Prometida.

Antes que David reinó Saúl, y ninguno de los dos fue heredero de coronas sino escogido por los mismos israelitas como conductores en situaciones difíciles y, como aclara el mismo Johnson, “si bien los israelitas ‘se inclinaron’ hacia la monarquía respondiendo a la amenaza de destrucción por parte del poder filisteo, ‘lo hicieron de muy mala gana’ y por medio de una institución anterior, el sistema de los profetas”.

No se entiendan los profetas israelitas como los actuales adivinos y analistas de tarot de You Tube y secciones de astrología. Los profetas cuyos escritos y actuaciones constituyen mucho de la Biblia, eran conductores, guías, conciencias del pueblo, de la nación judía; no gobernaban como reyes ni tiranos, sino como vigilantes y aplicadores de la palabra del Señor, que no es precisamente lo que hacen figuras como los hermanos Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Juan Vicente Gómez,  Rafael Leonidas Trujillo, Fulgencio Batista, Adolfo Hitler o Josef Stalin, para sólo citar algunos más conocidos. Los profetas israelíes eran jueces y cumplían “toda suerte de funciones espirituales”. Abraham, Moisés, no fueron reyes, fueron profetas, guías, orientadores de su pueblo, aportadores de soluciones.

El desarrollo de acontecimientos que superaron a la propia nación israelita, como la separación que llevó a la virtual desaparición física de varias de las tribus y al traslado forzoso a Babilonia por años, terminó por ir dejando colar el sistema monárquico pero siempre bajo la perspectiva de la igualdad entre los hombres y, ¿destino fatal de Israel?, los mandatos absolutos, tiránicos, de represores extranjeros como fue el caso de largo sojuzgamiento al poder romano que terminó con la aplastante derrota por el general hijo del emperador Vespasiano, quien derribó por completo el templo y después se fue a Roma a heredar a su padre como emperador Tito, pero ésa es ya una historia muy diferente, dolorosa, que se desarrolló durante siglos sobre dos direcciones paralelas: la discriminación cristiana contra los judíos en Europa y el empeño de los judíos de mantenerse como nación, aunque estuviese desperdigada en cada país. Hasta que el final de la II Guerra Mundial abrió los campos de concentración nazis y restregó en la cara del mundo la crueldad monstruosa de la discriminación antisemita, y llevó a los ingleses y otros pueblos, no por justicia sino por empeño judío y por quitarse el problema de encima, a entregarles lo que hoy es ese pequeño país con extraordinario coraje firmemente llamado Israel.

Y que sigue siendo una democracia, ahora modernizada, abierta a todas las religiones excepto al terrorismo, empeñada en el desarrollo de la tecnología porque es tradición judía y principal fortaleza para defenderse del odio de los fanáticos que los rodean. Porque en estos tiempos el sistema de kibutz con el cual comenzaron fue constantemente atacado y asesinado, y el resultado a lo largo de años y guerras ha sido la unión como país, la fortaleza como nación militar, y la eficiencia como tecnología en expansión.

No todo es maravilloso, el Israel de estos tiempos es un país pequeño, trabado por falta de empleados entrenados para miles de puestos disponibles en su floreciente y agresivamente adelantada industria, que sigue rodeada de enemigos y que ha ido creando una burocracia que va perdiendo la frescura de tiempos pasados. Es un círculo vicioso de empresas que fracasan por falta de suficiente mercado interno y se ven obligadas a competir en el extranjero, habitualmente remoto por el círculo enemigo alrededor del país. Un Israel con gente que sabe que podría ganar lo mismo o más o menos, pero sin angustias de guerra y ataques en numerosos países del mundo.

Israel sigue siendo una de las democracias más sólidas del mundo, con poderes distribuidos entre quizás demasiados partidos incluyendo alguno esencialmente religioso, y todo eso con la responsabilidad de ser la única democracia moderna en su región. Que puede ser un peso excesivo que le cuesta tensión y sangre diarias a Israel.

Los árabes y musulmanes en general tienen petróleo, dinero e historia en abundancia, los judíos tienen la vocación de producir lo que comen y seguir adelante como pueblo y como destino porque desde miles de años atrás, desde sus inicios como nación, ésa ha sido su historia constante. Quizás por eso Paul Johnson comienza su historia afirmando que “los judíos son el pueblo mas tenaz de la historia”.

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