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Diciembre, el mes de las definiciones

Este diciembre se elegirá al presidente de EE.UU.,  Maduro convocó unas elecciones de la Asamblea Nacional, con poco o ningún reconocimiento internacional, y la actual y legítima Asamblea Nacional inicia una consulta popular.

En diciembre es casi seguro que Joe Biden sea elegido, pues ya tiene los votos de los colegios electorales y el resultado de las elecciones en Venezuela permitirá el control de la nueva pero espuria AN por parte del régimen madurista. Lo que está aún en proceso de discusión es la consulta popular que impulsa la AN.

En lo nacional, no hay que negarlo, el gobierno provisional y en general la oposición han perdido fuelle. Esto es entendible pues “no se ha logrado el objetivo” de eyectar a Maduro de Miraflores y el “por ahora” se percibe como un “para siempre”.  Esa es la percepción de mucha gente y es entendible. Lo trágico es que entre los líderes también hay esa sensación de frustración que se dirige hacia el gobierno interino.

No se siente mucho entusiasmo con lo de la consulta que tiene programada la AN para diciembre. Ella es clave para mantener la alianza internacional que se ha creado alrededor del gobierno interino, en especial ahora que habrá cambio de timón en EE.UU. y que el nuevo timonel viene con una perspectiva de negociación (softpower). Y para que en esas negociaciones los demócratas venezolanos tengan algún peso se requiere alguna manifestación de fuerza por lo que una nutrida movilización en la consulta de la AN es definitoria.

Recientemente el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, declaraba que las sanciones han logrado poco y que las económicas no serán efectivas “… mientras ellos tengan una vía de escape como Rusia o los recursos de China”. Podríamos agregar que las personales tampoco mientras Europa –en especial España– y otros países brinden santuarios para disfrutar lo robado. Para el expresidente “todos los intentos de diálogo en Venezuela han sido inútiles” y han servido para fortalecer al régimen. Si a esto agregamos que, si lo de la invasión o intervención no iba con Trump y con Biden menos el panorama no es nada halagador. Lo que hay que rescatar es que la consolidación y expansión de la alianza internacional es clave para avanzar en la presión sobre Maduro. Mientras más gobiernos actúen cercenando las fuentes externas que mantienen al régimen de Maduro, más fácil será su colapso.

En lo doméstico hace falta más del trabajo típico de los partidos frente a una dictadura. Como cuando Pérez Jiménez se requería un trabajo abierto, democrático-electoral, pero también en el plano político uno solapado o clandestino. Hay que ir más allá de lo electoral en lo cual el régimen se siente seguro en unas elecciones que controla.

No se está frente a una tarea fácil. Muchos quieren que los políticos nos saquen de esto, que Guaidó lo resuelva por sí solo.  Pero al mismo tiempo no se quiere que los políticos se involucren en las protestas populares para no “politizarlas” –la gente tiene miedo de no conseguir nada si los partidos están allí –, entonces aquí es clave el trabajo solapado, ese que hizo la izquierda para penetrar a sindicatos, universidades, a los militares, entre otras instituciones y el famoso agiprop, es decir agitación y propaganda de esa época.

Para Uribe y para muchos la esperanza era que los militares dejaran de apoyar a Maduro y facilitaran una transición. Pero, todo parece indicar que, para que los militares se manifiesten, hay que hacer un trabajo de años como hizo la izquierda en Venezuela, que penetró las estructuras institucionales del ejército. Trabajo harto difícil pues, a diferencia de los 40 años de democracia, ahora el régimen ha asumido como prioridad controlar su fuente de poder, para lo cual ha corrompido y desinstitucionalizado esa corporación. Además de que la tiene bajo supervisión  –espionaje – cubano, involucrado con el narcotráfico, aliado en casos con las guerrillas colombianas y otras organizaciones terroristas, para no hablar del contrabando de gasolina, oro, u otros metales muy apreciados mundialmente.

En fin, echarle la culpa a Guaidó cuando en su período se ha intentado actuar dentro de lo posible y a veces tocando lo imposible es no entender la complejidad del monstruo al que nos enfrentamos, ni la fuerza real que se tiene. También le han caído reproches a Leopoldo López porque ha dicho que en el gobierno de transición habría gente del chavismo. Se le acusa de fomentar la cohabitación. Y claro, si la propuesta es la de Obama para Cuba, es decir la de Birmania, hay que negarse a seguir esa ruta. Pero históricamente ha habido “cohabitaciones” que han permitido la vuelta a la democracia, como es el caso de Chile, aunque ahora después de varias décadas se va a una reforma constitucional.

Muchos, como Uribe, perciben que el régimen se está estabilizando y eso tiene más que ver con la desesperanza que se ha sembrado que con el real control de un  poder, que ha tenido que compartir con muchas bandas criminales: el pranato.  En esto la aplicación de la “Teoría de control reflexivo”, del ruso W. Lefevre, que utiliza el chavismo, ha sido clave al polarizar las fuerzas democráticas y debilitarlas.

De cada uno de nosotros depende que el régimen no consiga la paz y la estabilidad que tanto añora para perpetuarse en el poder. Y la consulta es una manera de hacerlo. Rendirse no es una opción.

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