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Dinámica política: rauda y cambiante

Antonio José Monagas

La política es, por esencia, dinámica. Sus variables son profundamente cambiantes afectando en consecuencia el contenido que define cada circunstancia. Es tal la inmediatez con dichas variables actúan, que su incidencia altera la configuración de la realidad, tanto como las condiciones o exigencias lo permiten. Sobre todo, cuando las coyunturas sufren los embates de intereses y necesidades que buscan acomodarse a sujeción del grado de estabilidad o conflicto que detenta la situación en cuestión.

Es por eso que los tiempos en política no siempre son determinados por la cronología de los hechos. Sino a instancia del comportamiento o reacción de las realidades en el curso de los problemas que las envuelven. Desde esta perspectiva, cabe referir el caso Venezuela.

Desde el arribo al poder de un estamento político, en Enero de 1999, cuyo entramado de propuestas electorales se vio cercado por insustanciales ideas ensambladas bajo un proyecto de naturaleza cívico-militar, la situación política, económica y social venezolana se tornó contradictoria en todo su sentido. En el desarrollo de los inconvenientes que para entonces comenzaron a tener lugar, el ejercicio de la política devino en un proceso de graves confusiones que ofuscó la visión de desarrollo que, con dificultad conceptual y metodológica, había podido esquematizarse para en lo posible ser adelantado.

Es decir, de todo ello derivó un remedo de desarrollo económico y social que, por supuesto, no resultó en cambios de ningún tipo. Mucho menos, en las transformaciones que sirvieron de texto a ofertas político-electorales de las cuales se valió el régimen militarista para encubrir sus peripecias populistas y demagogas.

La gestión de gobierno que desde entonces fue procurada, sobre todo después del advenimiento del subsecuente presidente de la República, convertido en declarado usurpador desde el 20 Mayo 2018, viene transcurriendo bajo el imperio de una estructura impropia y repelida por las exigencias del desarrollo en todas sus manifestaciones.

De hecho, los últimos acontecimientos nacionales constituyen una fehaciente expresión del mismo proceso de subnacionalización, producto de una disimulada transferencia de recursos de todo orden hacia naciones dominadas por férreas tiranías. Pero coincidentes con el proyecto hegemónico que ha pretendido establecerse en Venezuela. Todo ello, a costa del desplazamiento de una juventud valiosa. Del sacrificio de esfuerzos y compromisos de factura democrática. Asimismo, del hambre que padece la población. Del silencio oprobioso sobre el cual el régimen yergue sus intenciones genocidas. Es decir, de pusilánimes intereses por causar muerte física y moral de importantes sectores venezolanos.

El nuevo año 2019, hizo su debut con una “puesta en escena” que sorprendió a muchos. Aunque, otros ya se esperaban un enero caldeado por el carácter abrupto y fogoso de los cambios y movilizaciones que, en lo político, fundamentalmente, comenzaron a darse con el nombramiento de la directiva de la Asamblea Nacional. Decisión ésta que estremeció la resignación y la desidia de venezolanos adormecidos o agotados por el represivo asedio con el cual el militarismo gubernamental ha buscado imponer sus medidas y sujeción al poder político. La oposición democrática, luego, con los “cabildos abiertos” realizados en todo el país, además del apoteósico acto multitudinario del 23 Enero, volvió a pautar la dinámica de la política nacional. Su eco alcanzó y motivó el apoyo solidario y decidido de países de todo el mundo. Y así ha continuado.

La oposición democrática representada en el Parlamento Nacional, recuperó nuevamente el control de la calle mediante significativas determinaciones que la colocaron a la ofensiva. Sin embargo, en contrario sucedió con el alto gobierno pues pasó a la defensiva ante las inminentes acusaciones calificadas con plena justificación por diputados de la Asamblea Nacional, legítimamente electos el 5 Diciembre de 2015.

El resuelto apoyo del gobierno norteamericano, signó el espaldarazo que se necesitaba para apagar la postura envalentonada del régimen militarista venezolano. No obstante, éste sigue empeñado en desplegar brigadas adoctrinadas, militares y policiales, cuya dignidad se ha permitido comprar mediante tentadoras gratificaciones para luego someterlas mediante el manido discurso de una lealtad bastante desfigurada y grotescamente argumentada.

Además, ha dispuesto de su capacidad de intimidación para censurar y cortar redes sociales toda vez que sabe que son el último reducto que le queda al venezolano para informarse de todo cuanto ocurre alrededor de la dramática relación de hechos funestos y violentos con la que procede ante la obvia defenestración que está por venir. Ello así sucede, aparte de la suspensión deliberada de los servicios de electricidad, de gas. Asimismo, dificulta el servicio de transporte público, mediante la venta escamoteada de gasolina y fuel oíl. Igualmente, reflota las amenazas accionadas por motorizados armados como parte de la orden del día para seguir amedrentando a la población. Así lo hace el régimen militarista, con el fin de reducir al máximo la resistencia y fuerza de protesta de la población de actitud democrática.

Frente a tan vil comportamiento de prístina testarudez asomada por el militarismo venezolano, las disposiciones de asistencia política, diplomática, o de cualquier otra índole, seguirán dejándose ver a manera de persuadir al alto gobierno venezolano a razonar soluciones necesarias que conduzcan -indefectiblemente- a Venezuela hacia condiciones de libertades, justicia y derechos. A situaciones imperadas por el pluralismo político, la conciencia social y la ecuanimidad económica.

Sin lugar a dudas, lo que ha vivido Venezuela en lo que va de 2019, es ajeno a lo que refiere la teoría política. Incluso, la teoría social. Todo ha sido una especie de imprevisible conflagración entre las fuerzas del mal y las del bien. Entre traiciones, conspiraciones, acusaciones, y causas libertarias, democráticas, nobles, justicieras. De una u otra forma, pudiera decirse que esta sucesión de eventos, configura el bosquejo politológico de lo que cabría entenderse como el discurrir de una dinámica política: rauda y cambiante.

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