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Dios no guarda rencor, pero si toma nota

América Latina, es decir, Centro y Sur América, configura una de las zonas del mundo de mayor conflictividad social, teñida de marginalidad, pobreza y analfabetismo, aun cuando entre sus integrantes predomina una lengua común, además de  costumbres análogas. 

Asimismo, y en término generales, es una región en la que sus miembros son mayoritariamente creyentes de la religión Católica y tienen los mismos orígenes y  mezcla de razas, características de comportamientos similares. Y sus pobladores son familiares, alegres y amigueros. 

No obstante -y absurdamente- se mantienen separados por fronteras y celos, con estrictos controles y desconfianzas entre unos y otros.

En Latinoamérica, lamentablemente, se ha despreciado el concepto de unidad propuesto y sembrado desde su independencia por sus grandes héroes emblemáticos, como: el Libertador Simón Bolívar, los generales José Francisco de San Martín, Sebastián Francisco de Miranda, y tantos otros. 

Definitivamente, el liderazgo posterior a la Independencia pareciera no haber querido entender que, levantando fronteras, uniendo países y voluntades, la región podría  expresar económica y socialmente una verdadera potencia con recursos naturales de todo tipo y en abundancia. Además de grandes extensiones territoriales para todo tipo de uso, especialmente en la producción agroalimentaria, y ser  poseedora de recursos humanos diversos, abundantes y valiosos. 

Es decir,  de un enorme potencial de desarrollo y prosperidad, sin tener que depender de ninguna otra potencia. Especialmente, de las que,  hasta el presente, tan sólo se han aprovechado de las debilidades, pobreza, carencia de tecnología y recursos económicos, y de explotar sus recursos naturales, causando grandes daños ecológicos y sin ningún compromiso social de desarrollo o progreso.

Más lamentable aún es la miopía  en la  interrelación y preocupación por el acontecer interno en cada uno de los países. De hecho, actualmente, el democrático Continente Americano está bajo amenaza, por ser en conjunto poseedor de enormes recursos naturales y por contar entre sus países con la primera potencia mundial. Es decir, con la misma que tampoco ha querido entender que la América unida y desarrollada, no tiene rival en el mundo.

Como caso emblemático de la miopía de los países del Continente, se podría señalar el peligro que representa para la región  el Foro de Sao Paulo, y la introducción del Islam en la zona con sus malsanas intenciones. Habiendo ya contaminado gran parte del mismo, con su prédica de un falso y dañino comunismo facistoide, totalitario y corrupto.  

En el primero caso, ya está instalado en Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países en vías de contaminación. El resto de los países del Continente, lejos de unirse, prepararse e ir al rescate de los países hermanos, no toman acciones en conjunto, a la vez que ignoran que corren el mismo peligro.

Es pertinente y oportuno destacar el actual, triste y malsano caso de la República de Nicaragua, hoy bajo la dictadura de Daniel Ortega, y en donde la Iglesia Católica y sus integrantes religiosos, están siendo atacados, sometidos a atropellos, a la vez que se les destruyen  sus Iglesias y se les violan sus Derechos Humanos. Tan duro luce todo que  pareciera que esto no le importa a nadie, ni siquiera al Vaticano. 

Siendo la Iglesia Católica la única institución en todos los países que goza mayoritariamente del respaldo, credibilidad y respeto ciudadano en todos y cada uno de ellos, sin embargo, la siembra del terror y los atropellos contra la Santa Iglesia y sus sacerdotes, nadie o ninguno ha levantado la voz, ni mucho menos se han  accionado expresiones contra esta atrocidad. 

Ante lo que es y representa este caso,  no basta con decir «QUE DIOS LOS PERDONE». Por el contrario, sí se podría pedir: QUE DIOS LOS CASTIGUE,  Y QUE DESPIERTE A LOS CIUDADANOS DE BIEN DEL CONTINENTE AMERICANO PARA ACTUAR EN CONTRA DE ESTA AMENAZA. Posiblemente,  pudiera suceder que sea a partir de allí QUE SE CONSOLIDE LA UNIÓN.

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