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El arrepentimiento como recurso político

Aunque el léxico popular dice que “de arrepentidos el infierno está lleno” para parodiar que el infierno está empedrado de “buenas intenciones”, el lenguaje de la política pudiera admitir el mismo caso. Pareciera haberse situado en el mismo contexto. Sobre todo, luego de ver que muchos no saben las correrías que habrán de vivir al decidir aventurarse a transitar los complicados terrenos del proselitismo político por mero placer o equivocada decisión. Incluso, bajo órdenes de “caudillos sin tropa”. O de “alborotados dirigentes sin currículum”. 

Y es que el arrepentimiento, como recurso emocional, sirve para escapar  del pasado. Sin embargo, al mismo tiempo, es un recurso político del cual se vale el individuo para perdonarse o solicitar el perdón, como medida restaurativa de actuaciones que reconoce disparatadas. Por excesivas, aminoradas o cometidas intencionalmente. 

Esta disertación intenta exponer el problema que se suscita en la praxis política toda vez que aparece la figura del arrepentido. No sólo del arrepentido que se lamenta de no haber hecho lo posible o lo mejor para haber evitado el caos que ha incitado al arrepentimiento. O igual, del arrepentido que se excusa de haber sido culpable del problema en cuestión.

La desviación, que en todo sentido y dirección, ha incurrido el régimen venezolano, es razón para analizar su negativa transformación. Justamente, en el fragor de tan cuestionados cambios, muchos se han decepcionado del trazado político acontecido en los últimos años de la segunda década del siglo XXI. Haber pretendido trabar el desarrollo económico y social de Venezuela a cambio de reducirla a un nicho que sirva a oscuros intereses, generó el arrepentimiento de muchos de quienes en un principio, se mostraron ganados a apoyar la gestión política asumida para entonces por el régimen. 

El horror económico sumió a Venezuela en un obeso Estado fallido. El horror político, hundió a Venezuela en la crueldad de una absurda crisis de dominación política. El horror social, sumergió a Venezuela en un charco colmado de fétidas inmundicias. Propias de un denso escenario cundido de violencia, hambre, insalubridad, desempleo, indecencia, indolencia, corrupción, impudicia. Pero sobre todo, de pobreza en moralidad, ética y responsabilidad. Tanto como de una realidad manchada por los vicios a que conduce una educación carente de pedagogía, de ecuanimidad y de contenidos alineados con las actuales exigencias que plantea el mundo desarrollado. 

¿Qué decir del arrepentido?

En medio de tan aterrador ámbito, surgieron venezolanos arrepentidos, desahuciados, golpeados, humillados, indignados y afectados de cuanto problema brotaba de un estado de calamidad como el que ahora distingue a Venezuela. Y con vergüenza debe reconocerse que tan deprimente situación, puso en evidencia la evolución de la crisis de fondo que estaba carcomiéndose  al país. Y que sigue devorándolo.

Debe señalarse que el arrepentimiento que puntualiza esta disertación, no obedece al que puede padecerse por causa de malas acciones cometidas al arbitrio. El arrepentimiento referido es de naturaleza política. Ocurre cuando la persona vive sentimientos de culpa por todo lo sucedido en un contexto político. Y su contribución, ha servido al hecho de desacomodar situaciones que claramente afectan a otros. 

Aunque debe advertirse que no todas esas personas, no siempre han demostrado un arrepentimiento absoluto. Hay quienes no lo hacen por motivaciones profundamente sectarias. Incluso, por la miopía ideológica que deriva en un grosero fanatismo. Aunque al mismo tiempo, hay quienes lo abominan entre frases de un discurso hipócrita. O quienes presentan el arrepentimiento como señal de fracaso. Ya que otros, se regocijan en él. O pronuncian dicha palabra con fingida asquerosidad. 

En todos estos casos, el arrepentimiento lo hacen lucir como una virtud. Y de la cual se valen muchos para especular sobre el bien o el mal que sigue el camino de la política. Y es ahí cuando el arrepentimiento se torna en válida excusa de moralidad para legitimar una actitud que busca el perdón que podría devolverle el espacio político y social perdido. 

Para el mundo político, los arrepentidos suelen ser vistos como quienes adquirieron una interesante experiencia luego de servirle al contrario. Y salir de barullo, conociendo los intríngulis del adversario, mucho mejor de quien no ha entrado al intrincado laberinto en cuestión, significa una ventaja políticamente propia de ser especulada. Siempre y cuando su desenvolvimiento en el ejercicio político, supere las expectativas de quienes impugnaron su retorno al fuero de la política.

Sin embargo, en medio de tanto revuelo, hay quienes exaltan algún modelo de reconciliación que pueda enfrentar el pasado con exigencias presentes. Así cualquier responsabilidad, podría fundamentar una medida capaz de comparar actitudes posibles con acciones esperadas. De esa manera, el carácter moral y político de lo que caracterizó las pasadas ejecutorias del arrepentido, podrían superar la barrera de la aceptación. Por supuesto, de actuar como agentes responsables en el patio de la política. Y demostrando una clara vergüenza que refuerce el argumento de su arrepentimiento.

No fue en balde que algunos profetas hablaron del arrepentimiento en conjunto con la humildad y el respeto. Aunque el arrepentimiento, es bastante particular. Sin embargo, no debe confundirse con la ilusión de creer que basta con arrepentirse para saldar toda cuenta negativa con el pasado. Si bien la ilusión de rectificación podría mezclarse con un acto de constricción, podría valer algo para enmendar el mal ejecutado. No obstante, cabe reconocer que el arrepentimiento es signo de deterioro moral. Y de descarrío político.

Por tanto, aunque el arrepentimiento tiene su lado positivo, también debe aceptar toda refutación que critique la pretensión de expurgar el pasado borrando toda huella de lo cometido. Porque el pasado no es del todo borrable. Y en política eso pesa. Y mucho. Siempre hay quienes impugnan al arrepentido.

En política, el arrepentido no siempre es visto de buena forma. Su presencia suscita recelo a la hora de acusar la incoherencia que compromete al arrepentimiento desde la perspectiva del orden normal de las cosas. Pero aún así, en aras de circunstancias no siempre alineadas con valores y oportunidades, no deja de verse el arrepentimiento como recurso político.

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