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El CAP que conocí

Parece ocioso escribir sobre CAP a casi dos meses de su fallecimiento, pero no puedo dejar de pensar que aún está esperando por el reposo eterno aquí en la tierra que tanto amo y a la que dedico toda su vida.

Conocí a Carlos Andrés Pérez en su primer gobierno (1974-1979) cuando me toco desempeñarme como Asesor Económico y luego, por poco tiempo, como Director General del Instituto de Comercio Exterior, (ICE) organismo encargado de la coordinación de la política económica internacional de Venezuela y en especial de la Integración Latinoamericana, tema de alta preferencia del Presidente Pérez. En mi carácter de funcionario del ICE, me tocaba a veces, asistir a los gabinetes ministeriales donde el ICE era invitado permanente o al Gabinete económico, y si era necesario, participar en alguna misión al exterior acompañando al Presidente;  así como, asistir en algunas oportunidades acompañando a Reinaldo Figueredo, para la época Presidente del ICE, a reuniones sobre aspectos de las negociaciones del Grupo ANDINO, hoy Comunidad Andina, cuando las mismas atravesaban por algún momento de dificultad… En este carácter, lo vi actuar con firmeza, dedicación y claridad de propósitos, buscando soluciones viables para todos, sin menoscabo de los intereses del país.  

No volví a tener contacto con el Presidente Pérez, hasta mediados de 1988 cuando me encargue de la coordinación del programa económico durante su campaña electoral. Durante esos meses, como Candidato se reunía con nuestro equipo, si posible semanalmente, para discutir los temas más preocupantes que se deberían abordar en la nueva gestión de gobierno, era participativo y cuestionador y procuraba que a estas reuniones asistiera algunos miembros del CEN de Acción Democrática. Esta experiencia interesante y constructiva para la gestión de gobierno duro poco para mí.

 En agosto ese mismo año, fui designada por acuerdo entre él y el Presidente Lusinchi a la Dirección General del Ministerio de Hacienda con el encargo de  apoyar en la preparación de una transición de gobierno que se veía  muy clara ya para esa época y trabajar en  la preparación de los estudios necesarios para abordar sin demora la atención  de las grandes dificultades económicas que se nos avecinaban a pasos agigantados, así como, la necesidad de desmontar en forma ordenada el Régimen de Cambios diferenciales (RECADI). Debo decir que no fue una tarea que asumiera con alegría porque consideraba, y aun considero muy importante, la preparación de un buen programa de gobierno como fundamento y herramienta para una buena gestión pública y por ello, quería seguir contribuyendo  en esa línea de trabajo, pero entendí que en ese momento me necesitaban más en el gobierno  que en la campaña y me fui al Ministerio de Hacienda a colaborar con Héctor Hurtado quien había sido mi Jefe varios años antes en CORDIPLAN y a quien me unía una buena relación personal  y un gran  respeto profesional.

Cuando el Presidente Pérez gano las elecciones en diciembre de 1988, me propuso para asumir el Ministerio. Discutí con él acerca de la conveniencia de esa designación porque dado las tareas urgentes y delicadas que se nos venían encima como eran la renegociación de la deuda externa y las negociaciones con el FMI y el Banco Mundial para conseguir recursos de manera urgente, me parecía que había personas con un perfil más internacional y financiero que pudieses abordar mejor estas tareas.

Hay que recordar sin embargo, que para ese momento el Ministerio de Hacienda fungía más como un ministerio de economía que como un ministerio solo de finanzas como es hoy en día. Bajo su responsabilidad estaban entre otras cosas, los ingresos, por la vía de la recaudación del Impuesto sobre las renta y las demás rentas;  los gastos,  a través del manejo concreto del presupuesto y de las autorizaciones de otorgamiento de las  divisas para el funcionamiento de la economía; el control del comercio exterior a través del manejo de las aduanas; la coordinación de la  política económica a través de la coordinación del  Gabinete Económico; la política financiera a través de la participación en el Directorio del  Banco Central  y el control de la banca , los seguros y las inversiones extranjeras  en su conjunto, así como muchas otra áreas de actividad.

 El criterio del Presidente Pérez para designarme en esa posición se fundamentó principalmente, como así me lo hizo saber,  en el conocimiento que había adquirido de la administración publica en los largos años de mi trayectoria publica, desde 1959, en distintas posiciones dentro de la misma; y de su convencimiento de que era necesario cuidar la coordinación institucional como un elemento clave para el éxito en los  fuertes cambios que se tenían que hacer en la política económica y social a fin de que los mismos pudieses ser efectivos, más  aun, cuando estaba pensando incorporar a su Gabinete, como de hecho lo hizo, a prestigiosas figuras  que venían de la academia y del sector privado con poca experiencia en el campo de lo  público.

Asumí así mis funciones de Ministro de Hacienda, labores que me colocaron muy cerca del Presidente en el día a día por las materias que teníamos que tratar y las decisiones de política económica que se tenían que tomar para manejar las enormes dificultades que enfrentaba el país en lo económico y lo social. Dificultades que llevaron a negociar con el FMI y con la Banca internacional y a tomar drásticas medidas para abrir la economía , reducir los subsidios, liberar el mercado cambiario y atender  las tensiones acumuladas en la sociedad (que explotaron el 27 de febrero con el llamado caracazo), mediante  la aplicación de medidas compensatorias para garantizar el menor impacto del ajuste en los estratos de menores ingresos  en un contexto institucional débil,  con un congreso fraccionado y un partido relativamente distanciado del gobierno.

Durante el año que dedique al ministerio trabajando muy cerca con el Presidente  pude conocer de su calidad humana: un hombre respetuoso con todas las personas y conmigo en particular, sin rencores aun de personas que políticamente lo habían  combatido, tolerante con los errores de sus ministros, dispuesto a mediar entre miembros de su equipo cuando la situación lo requería, delegando la gestión diaria pero exigente en los resultados, con grandes deseos de concertar  y dispuesto a oír a cualquiera que tuviese una idea . Al lado de esto, era rígido y disciplinado en el respeto a los horarios, formal en las reuniones, participativo, capaz de oír las opiniones de todos y tomando siempre la decisión final, tratando de armonizar las posiciones, cosa que a veces no era fácil o posible.

El Ministerio de Hacienda por el enorme número de actividades que abarcaba, era un sitio ideal para pagar favores de campaña; sin embargo, debo decir que en muy contadas ocasiones el Presidente Pérez me sugirió alguna persona para un cargo, siempre oyó mi opinión y nunca me impuso a ninguna persona, ni siquiera para áreas tan sensibles como las aduanas del país. Cuando decidí renunciar al cargo, ambos buscamos las personas que pudieran garantizar la continuidad de las políticas que se venían adelantando dentro del complejo panorama del país, manteniendo el equilibrio entre la tecnocracia y la política.

Enfrentamos momentos difíciles en ese año de gobierno. El caracazo se atribuye al paquete económico y sin embargo el mismo aún no se había adoptado, solo se había tomado la medida del alza del precio de la gasolina. El día del caracazo me encontraba en Washington, en compañía del ministro de Cordiplan y el presidente del Banco Central para la firma de la Carta de Intención con el FMI, y ante los acontecimientos de Caracas, hable con el Presidente y le dije que si le parecía conveniente posponíamos la firma de la Carta de Intención y su respuesta contundente y sin titubeos fue: “firme y regrese”  cosa que hice en un avión militar que a petición mía, envió para buscarnos.

 En lo personal, el Presidente Pérez me apoyo  en momentos importantes de mi vida, como en la perdida de mi esposo, acaecida a los 20 días de iniciado el periodo de gobierno – el 22 de febrero-; cuando fue necesario explicarle a mi pequeña hija que no me iba a otras funciones de gobierno porque lo estuviese haciendo mal; cuando enfrente algún conflicto con otros miembros del gabinete que requirieron su intervención; y en general, conté siempre con su credibilidad en mis opiniones, su respeto profesional y su amistad. Ambos compartimos una gran frustración en nuestras vidas: el no haber tenido la oportunidad de aprender a hablar inglés que tanta falta nos hacía y bromeábamos sobre ello, por eso, estuvo de acuerdo en que fuese a trabajar a Nueva York, cuando PDVSA me designo para la Gerencia de PDV USA en 1992.

 Cuando en 1993 enfrento el juicio por los 250 millones de bolívares de la partida secreta, juicio para el cual fui citada como testigo en mi carácter de ministro de hacienda de la época, nunca me pregunto qué iba a declarar, ni me dio ninguna instrucción; tuve plena libertad para explicar en los tribunales y al Congreso el procedimiento para la aprobación de las rectificaciones presupuestarias y entregar la documentación que me fue solicitada.

Veintidós años después siento que no se le está haciendo justicia ni como político que dedico su vida a trabajar por el bienestar de su país, ni como dos veces Presidente Constitucional y Democrático, pero más doloroso aun, como ser humano, como persona que merece respeto y consideración. Los tribunales de un país extranjero van a decidir por él, por su familia y por su pueblo, donde debe descansar…Estoy segura que él – hubiera preferido otra muerte-

Que Dios conceda a su alma el descanso eterno, a sus familias cercanas, la generosidad y amplitud de criterio para concluir pronto esta desdichada circunstancia que no permite su descanso póstumo.

17 de febrero 2011

PD: Han pasado 10 años y medio desde que escribí esta nota sin que se la hubiera dado a leer a ninguna persona, pero las circunstancias actuales y los 80 años del partido Acción Democrática, donde se formó y respetó a pesar de desaveniencias con algunos de sus dirigentes, así como su visión del deterioro profesional del partido y las claras premoniciones en entrevistas televisivas  de lo que iba  pasar con la llegada de Hugo Chávez  a la presidencia, que  ha  estado pasando en estos años, hace que sintiera la necesidad de hacerle un reconocimiento personal de su labor como político y como presidente dos veces en circunstancias muy distintas y sobre todo como asumió un juicio injusto y acató como demócrata y ciudadano la sentencia de los tribunales . Gracias a Dios, que hoy, por esfuerzos de sus compatriotas reposa en el suelo patrio que tanto amo.

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