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El chavismo reconoce sus miserias

Juan Ramón Rallo

La izquierda suele hacer gala de gobiernos no solo incorruptibles sino también transparentes y fiscalizables por parte de la población. Sin embargo, y más allá de declaraciones huecas, lo cierto es que los políticos de izquierdas son tan proclives a caer en el oscurantismocomo los de derechas. En Venezuela, el banco central del país llevaba tres años sin publicar estadísticas oficiales sobre la evolución de la actividad, de los precios o del comercio exterior. El apagón estadísticono se debía, claro, a un ejercicio de modestia para no deslumbrar a sus países vecinos con sus rutilantes resultados, sino a todo lo contrario: a la necesidad que ha tenido el régimen de ocultar las miserias de su economía, no ya entre sus propios ciudadanos (que sufren en sus propias carnes el masivo empobrecimiento que ha experimentado el país en los últimos años) sino entre sus secuaces ideológicos, repartidos por todo el planeta, los cuales podían escudarse hasta ahora en la falta de datos oficiales para opinar sobre la calamidad que vive este fallido experimento socialista.

Pero, por fortuna, el apagón informativo acaba de concluir. No por la buena fe del régimen chavista, quien sin duda habría preferido continuar ocultando la desastrosa realidad de su cortijo bolivariano como ha venido hacienda en los últimos tres años, sino por las presiones del FMIpara que vuelva a publicar las estadísticas básicas de contabilidad nacional so pena de perder sus derechos de voto dentro del organismo. Ha sido necesario, pues, que se aperciba al régimen venezolano para que acepten publicar unos datos que existían pero que se ocultaban en los cajones de la desvergüenza chavista.

¿Y qué nos dicen esos datos? Que el desmoronamiento de Venezuela es absoluto. En el tercer trimestre de 2018, el PIB era un 52% inferior al del tercer trimestre de 2013; el bolívar ha perdido el 99,96% de su valor durante ese mismo periodo, y las exportaciones y las importaciones se han hundido alrededor de un 70%. Dicho de otra manera, en apenas un lustro la economía venezolana ha experimentado uno de los mayores colapsos de la historia (hundimientos parangonables a este, solo han acaecido en medio de guerras): producen la mitad de bienes y servicios que en 2013, su moneda ha muerto irremediablemente y sus relaciones comerciales con el resto del planeta se han vuelto casi inexistentes.

Nótese además que, tal como ya advertimos en su momento, el colapso de Venezuela es muy anterior a la imposición de sancionespor parte de EEUU: hasta mediados de 2017, las represalias de la Administración yanqui sobre Venezuela se dirigieron únicamente contra algunos jerarcas del régimen; ni contra su capacidad de financiación (tales restricciones se aplicaron a partir de agosto de 2017) ni contra la exportación de petróleo (ello no ha sucedido hasta abril de este año). Pues bien, ¿qué ocurrió con el PIB venezolano hasta mediados de 2017? Pues que ya se había desplomado un 37,3% con respecto a 2012. Es decir, el grueso de la caída del PIB venezolano es previo a las sanciones de Trump contra la tiranía de Maduro y, por tanto, resulta enteramente atribuible a la nefasta política económica desarrollada por el socialismo bolivariano.

¿En qué ha consistido esa nefasta política económica del socialismo bolivariano? En construir una economía de monocultivo petrolero y utilizar los ingresos de esta industria estatalizada para tejer una extensa red clientelar de ciudadanos dependientes del poder político; acto seguido, cuando tales ingresos colapsaron (tanto por la pésima y corrupta gestión estatal de PDVSA como por el abaratamiento global del crudo), se optó por mantener tales redes clientelares a través del sobreendeudamiento público; cuando el sobreendeudamiento público abocó al país a la hiperinflación, se impusieron controles de precios que desestructuraron la poca economía no petrolera que quedaba en el país; cuando los controles de precios provocaron desabastecimientos generalizados, se nacionalizó o se tomó el control militar de las industrias paralizadas, lo que a su vez congeló definitivamente cualquier reinversión privada dentro de Venezuela.

Si a todo ello le añadimos que el desmoronamiento de la economía está provocando un desmoronamiento del Estado —incapaz de garantizar el orden público— y, a su vez, está alentando oleadas de enfrentamientos civiles que son aplastados mediante la represión militar y una creciente autocratización del régimen bolivariano, lograremos una radiografía bastante aproximada de la dramática situación que está viviendo el país.

En suma: cuando el socialismo es incapaz de establecer un orden castrense sobre la economía —una dictadura al estilo cubano o norcoreano—, lo que provoca es la descomposición de la sociedad. Ese ha sido justamente el resultado de dos décadas de chavismo en Venezuela.

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