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El cielo encapotado anuncia tempestad

El siglo decimonónico, fue escenario de cruentos e injustificados combates entre venezolanos equivocadamente convencidos de que los problemas políticos en Venezuela se arreglaban “a plomo limpio”. Fue tiempo que reveló la incultura política que padecía el venezolano de entonces. Tanto como la discordancia que lo caracterizaba en su afán por zafarse de las disonancias que quedaban del dominio extranjero.

Los desencuentros entre caudillos de montoneras militaristas, movidos por la seducción del poder político, provocaron seguidos conflictos que dieron pervertida forma al sistema oligárquico de gobierno que pretendió mantenerse por largo tiempo. (Incluso, hasta entrado el siglo XXI)

Pareciera inverosímil, pero es el mismo problema que sigue atosigando al país casi dos siglos después. Sin que sus razones hayan simplificado las consecuencias de hechos bastantes emparentados.

Una historia reveladora

Los aciagos desencuentros ocurridos a lo largo del siglo XIX, no pudieron ordenar el arreglo de la República procurado el 19 de abril de 1810. Las victorias alcanzadas en nombre de la independencia nacional, en 1821 y en 1823, y que anunciaron la emancipación de España, no bastaron para resolver problemas de razón política y social. Ni siquiera, al haber conseguido la separación de la Gran Colombia en 1830. Los problemas siguieron encendidos por el resto del siglo.

La llamada Guerra Federal, fue el conflicto que dio el mayor zarpazo al país toda vez que las secuelas continuaron marcando las gestiones de gobierno intentadas luego. De hecho, ha sido la conflagración más extendida, según la historia política contemporánea.

Pero aunque pareciera una incomprensible comparación, al margen de alguna medida congruente, el caos siguió reproduciéndose entrado el siglo XXI. Tampoco fue que el siglo XX se vio exonerado de los arrebatos de un ejercicio político turbulento. Aunque muy similar al que ha estado aconteciendo en el discurrir del siglo XXI.

El ensayo de una ideología política de conflictiva vocación, denominado “socialismo del siglo XXI”, ha provocado que Venezuela haya caído en desgracia por sus cuatro puntos cardinales.

Objetivo a exponer

La intención de disertar bajo el título que refiere la sombra que avanza sobre el firmamento que  actualmente arropa a Venezuela, llevó a tomar la frase de la primera estrofa de la canción-mensaje que se ha entonado desde mediados del siglo decimonónico venezolano. “El cielo encapotado anuncia tempestad (…)”. (Razones para justificarlo, sobran)

Da la impresión que los conflictos que en la actualidad afronta Venezuela, son de exacta conveniencia al régimen político que oprime al país. El aforismo; “divide y vencerás”, atribuida al dictador y emperador romano Julio César, o al estratega Sun Tzu, incluso a Maquiavelo, parece servir siempre al propósito político de quebrar todo atrevimiento de oposición que busque expulsar del poder al dictador.

El meollo de todo

El problema no es difícil de advertirlo. Se halla en la desorganización de la sociedad. Aunque reunida en gremios, partidos y movimientos políticos, sindicatos, comunidades, asociaciones, confederaciones, cámaras, etc., su actitud indisciplinada y de “sabérselas todas” ha coadyuvado a acentuar el problema.

Es casi una apego arraigado al costumbrismo criollo. Tal presunción o fatuidad, incita al venezolano a improvisar (apostando a ganarle a las realidades) antes que moldear el conocimiento necesario que fundamenta la consideración necesaria que avale el proyecto enfocado. Tal problema, ha venido arraigándose. Podría decirse que es el meollo de todo.

Es la causa que ha llevado al venezolano a perder oportunidades que tiene ante sí al momento de poner a prueba la capacidad que presume dominar. Suele sucederle al presumido quien, por orgullo o petulancia, creen saberlo todo. Por tanto, busca imponer un criterio ayudado por la improvisación por la cual busca imponer su criterio. Más, cuando lo inspira saberse miembro de alguna oficina gubernamental. O ser parte de una familia relacionada con el poder político o económico nacional.

Ante las elecciones primarias y presidencial

En tiempos electorales, como los actuales, las realidades belicosas incitan la creación de escenarios atestados de problemas. Los que ahora saltan a la vista, son de temer. No sólo por la incidencia de conflictos definidos por la actitud de gente presumida. También, por crisis apisonadas que la efervescencia electoral tiende a potenciarlas.

Problemas que van desde la represión armada, la violencia desenfrenada, la impunidad desfigurada, hasta la opresión desmedida. Terminando, con asesinatos que nunca consiguen ser atajados por una “justicia” siempre manipulada por autoritarios disfrazados. O por sus cómplices encubiertos. 

En medio de tan pervertida trama, emerge un umbroso y terrible problema. Incluso, de mayor tamaño que los anteriores pues es camuflado según las coyunturas dictadas por las premuras o intereses en curso. Es el asqueroso “colaboracionismo” o fenómeno político que busca negociar la escasa moralidad por ventajas fáciles de encubrir con fines de engaño.

Es el problema que acontece cuando el egoísmo se apodera de individuos que luchan sosteniéndose en la presunción de superioridad que ilusamente brinda cada proceso electoral. Especialmente, toda vez que el personaje de marras se atavía de “candidato”. Aunque sin asegurarse de salir triunfador de los comicios en cuestión. Pero que la vanidad lo lleva a sentirse “ganador”.

En medio de la rivalidad político-electoral

Esta rivalidad hace que cualquier proceso político-electoral, sea factor de frivolidad. En política, la rivalidad mal concebida se presta para impugnar o desafiar al contrincante. Y se hace, con abierta alevosía tal como lo permite el juego político. Todo sucede a desdén de la pluralidad humana sin siquiera entenderse que es parte de la naturaleza humana.

En el fragor de la dinámica política actual venezolana, el ejercicio de la política acude a la improvisación toda vez que la misma sirve para encubrir la voracidad política, tanto como el egoísmo y la envidia. Esto hace ver cuando las realidades comienzan a ensombrecerse.

A decir de la historia política, las decisiones políticas no miran contemplaciones. Van con todo. O de ser posible, contra todo. Sólo por sentarse en el poder. Más, quienes buscan usurpar el poder. Tan convulsivos problemas, animó la revisión de los conflictos que se avivan en el contexto de una situación electoral como la que está sirviéndose Venezuela. De ahí salió el título de esta disertación: “el cielo encapotado anuncia tempestad…”

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