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El coraje necesario

J.P. Briceño-Burelli

¡Vivir libre o vivir muerto! Porque es vida la muerte cuando se la encuentra en el camino del deber, mientras es muerte la vida cuando (…) se ha renunciado el derecho a la integridad personal”.

Mario Briceño-Iragorry

El quijote venezolano
Terminaba el siglo XVI cuando en Venezuela, Alonso Andrea de Ledesma, cofundador de las ciudades El Tocuyo, Trujillo, y Caracas, viejo y endeble, murió al enfrentar solo y sobre un ruinoso caballo, a 500 piratas ingleses, quienes liderados por el temido Aymas Preston, habían tomado por sorpresa la ciudad de Caracas.

Fue la traición de uno de esos pacifistas bochornosos, previamente capturado por los piratas en Cumaná, y de nombre Villapando, lo que posibilitó el asalto a la capital. Aymas Preston, a sabiendas de que un ejército de 800 españoles le impedía la entrada a Caracas, ofreció la libertad a Villapando a cambio de que éste les mostrara un camino alternativo sin la presencia de Españoles. Con la esperanza de que su libertad fuese concedida, Villapando cedió ante la propuesta del pirata y guió a los invasores por una secreta trocha de la montaña Caraqueña. En vano fue la traición de Villapando, pues se quedó esperando su liberación. Preston, luego de confirmar la vía libre de la trocha secreta, lo hizo colgar de un árbol, haciéndole pagar así por su infame deslealtad.

Rápidamente se corrió la voz en Caracas sobre la invasión pirata. Los habitantes del poblado, anticipando el saqueo, huyeron despavoridos. Con miedo entreguista y preocupados por salvar sus riquezas personales, se llevaron consigo cuantas pertenencias pudieron sin pensar en las consecuencias de entregar su propia tierra a los invasores.

Pero ahí quedó el viejo Ledesma, quien viendo como el enemigo atentaba contra la tranquilidad caraqueña, tuvo el valor de enfrentar a los piratas sin siquiera pensar en su recompensa personal. Con el carácter audaz de los valientes que no temen a las actitudes solitarias, Alonso Andrea de Ledesma se atrevió a jugarse la vida por la defensa de su ciudad.

El pirata Preston, admirado por la conducta heroica del anciano, dió la orden de capturarlo vivo. Sin embargo, fueron tantas las bajas causadas por Ledesma, que Preston se vió en la necesidad de ordenar su muerte. Viéndolo ya difunto, los piratas no pudieron dejar de reconocer el valor temerario del viejo: limpiaron su cadáver, le rindieron pleitesía y lo enterraron con el debido respeto. Y fue así como El Quijote Venezolano partió con la honra del cumplimiento del deber.

Guía de nuestros pasos
Mucho podemos aprender los venezolanos de la lección heroica de Alonso Andrea de Ledesma. En esta hora de crisis nacional, gran parte de nuestra clase política es, penosamente, tan traidora como Villapando. Nuestros colaboracionistas “opositores” pasan sus días dándole luz verde a la cruel represión del mismísimo Aymas Preston, es decir, de Maduro y sus secuaces. Estos cómplices obvian la necesidad moral de desconocer en todo ámbito a los usurpadores del gobierno y les ha faltado el coraje para asumir la responsabilidad social propia de ciudadanos dispuestos a forjar una nación libre. En la actual coyuntura venezolana, resulta imprescindible que orientemos nuestros pasos hacia el carácter ejemplar de Ledesma. El viejo endeble ha mostrado poseer las virtudes que nuestra patria, herida por invasores y entreguistas, clama con urgencia.

Ledesma representa la actitud que cada individuo ha de tener para la reconstrucción de Venezuela. Estamos urgidos de hombres que con valentía osen romper el nocivo patrón del silencio, que estén dispuestos al permanente sacrificio por la libertad y que con sus acciones exalten el valor de la honradez, el honor y la justicia. Solo así podremos construir una república libre de aquellos que denigran la dignidad humana.

Por otra parte, debemos usar el ejemplo arquetípico de Villapando como aquella pusilánime actitud de la cual hemos de alejarnos. No tengamos temor de asumir una posición que no tenga el respaldo de quienes ostentan el poder. Lo que menos necesitamos hoy son las actitudes conformistas. Ya han sido suficientes los mal llamados líderes que se han acobardado ante los soplos piratas. Hoy nos sobra gente que con cínica indiferencia calla las atrocidades del tirano y en el nombre de la paz. Yo les pregunto: ¿Paz bajo los símbolos de Chávez, Diosdado y Maduro? ¿De qué paz hablan?

Necesitamos una campaña contra el silencio. No contra el silencio que alimenta la fuerza de reflexión interior, sino contra el silencio cómplice e indiferente ante las peores atrocidades humanas. No podemos callar en aras de la paz cuando a nuestro alrededor se ve sólo desarmonía social. Todo lo contrario, tenemos el deber de denunciar las insolencias cometidas por cualquier individuo que atente contra la justicia. No tendremos República con silencio y sin sacrificio social.

Por tales razones, y parafraseando al ilustre Mario Briceño Iragorry, debemos desempolvar el símbolo olvidado de Ledesma, pues hasta el presente no le hemos dado el valor que debería tener en nuestro ideario nacional. Nuestra ofrenda a su memoria debe pasar por guiar nuestros pasos inspirados en su actitud heroica. Debe pasar por alejarnos de la traición Villapandina, y acercarnos a la gloria quijotina. Venezuela reclama con urgencia la realización de tal tarea.

Referencias

Briceño-Iragorry, M. (1948). El caballo de Ledesma. Tipografia americana
Dupouy, W. (1943). La hazaña de Alonso Andrea de Ledesma
Nazoa, A. (1977). Caracas física y espiritual. Concejo municipal del distrito federal

[email protected]
@bricenoburelli

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