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El crecimiento de la riqueza mundial y la profundización de las desigualdades económicas

La actual política económica de los Estados Unidos, es cada vez más errática y obsoleta. “Trump dirige una economía que, a pesar del bajo desempleo, no parece muy boyante a los estadounidenses’’ (Paul Krugman). A medida que la riqueza y el poder han subido a la cima la clase media se ha reducido. Lo que ha provocado que más estadounidenses se hayan unido a las filas de la clase trabajadora y los pobres.

Las frustraciones son cada vez mayores, mientras que las ganancias corporativas son cada vez más altas, al igual que el pago del CEO. Así tenemos que uno de los hallazgos recientes es que el incremento del salario de los directores ejecutivos supera ya el nivel de crecimiento de las compañías. La brecha entre la compensación de los CEO y la de otros empleados de altos ingresos es sustancial pues, los CEO de las grandes firmas ganan hasta 5,5 veces más que el asalariado del 0,1% superior.   Mientras esto ocurre, paralelamente los mercados están cada vez más monopolizados, la riqueza está más concentrada en la parte superior, mientras los ingresos de la mayoría no han llegado a ninguna parte y tienen aún menos seguridad laboral.

La reciente estrenada directora del FMI ha advertido que la escalada proteccionista amenaza con efectos a largo plazo que podrían lastrar la economía durante toda una generación.

Mientras que los perdedores de la globalización se están manifestando en las calles preguntando qué fue de aquello de que de la liberalización comercial, la mundialización de las finanzas o el mercado único europeo harían avanzar la economía y mejorar el nivel de vida de todos. 

Las protestas en muchos países alejados entre sí son heterogéneas pero en todas ellas hay dosis de inconformismo contra la desigualdad.

En su reciente nuevo libro, “Capital e ideología” de Thomas Piketty plantea que la desigualdad no es solo económica, o tecnológica, que la misma es ideológica y política. No existen fundamentos “naturales” que la expliquen. Plantea Piketty que las élites de las distintas sociedades, en cualquier época y en cualquier lugar tienden a “naturalizar” la desigualdad; es decir, a tratar de asociarla con fundamentos naturales y objetivos, a explicar que las diferencias sociales son beneficiosas para los más pobres y para la sociedad en su conjunto, que en cualquier caso su estructura presente es la única posible y que no puede ser modificada sin causar inmensas desgracias. Pero es el caso que las desigualdades actuales son tan “groseras” que están expuestas al igual que las instituciones que las soportan al cambio y la reinvención obligante, por cuanto esta desigualdad establece un control político por parte de los más ricos, un control que opera para la transmisión de todas las ventajas en favor de ellos (los ricos) a través del dinero, de la educación o de la salud.

Antes del capitalismo, las crisis eran producto de la escasez, el hambre y los desastres naturales. Ahora son la consecuencia de una economía monetaria con fines de lucro, que son causadas por el hombre. Las crisis demuestran que el capitalismo es un sistema cíclico que presenta fallas, a pesar de sus grandes avances en la productividad del trabajo que el capitalismo ha generado en los últimos 200 años aproximadamente.

La crisis de producción capitalista más que una anarquía de la producción, en tanto que la producción en varios sectores puede no estar en línea con los demás y por tanto la producción apenas puede superar la demanda, es un problema de rentabilidad, es decir, el capitalismo es un sistema económico que depende del beneficio de los propietarios privados para que la inversión y la producción tengan lugar. Hay quienes sostienen que Marx no tenía una teoría coherente de las crisis económicas, y sobre todo en el caso de la ley de la rentabilidad de Marx pues, sostienen quienes así piensan que la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancias de Marx es incoherente e ilógica.                                       

Por ejemplo, la ley sostiene que el valor de los medios de producción (maquinaria, oficinas y otros equipos), con el tiempo, aumenta en relación con el valor de la fuerza de trabajo (el costo de emplear una fuerza de trabajo determinada). Marx lo llamó la composición orgánica creciente del capital. Como el valor (y las ganancias), sólo son creadas por el poder de la fuerza de trabajo, el valor producido por la fuerza de trabajo, con el tiempo, disminuye en relación con el costo de la inversión en medios de producción y fuerza de trabajo. La tasa de ganancias tiende a caer.

Pero algunos críticos marxistas piensan que esto supone asumir que la tasa de plusvalía (la ganancia en relación con el costo de la fuerza de trabajo) será estática o crecerá menos que la composición orgánica del capital. Y no hay ninguna razón lógica para asumir esto – de hecho, el aumento de la composición orgánica implica un aumento de la tasa de plusvalía (para aumentar la productividad), por lo que la ley es muy imprecisa. No sabemos si conducirá a una caída o a un aumento de la tasa de ganancias.

Pero esto es no entender la ley cómo Marx la planteó. La ley «como tal» es que un aumento de la composición orgánica del capital, suponiendo que la tasa de plusvalía es estática, hará caer la tasa de ganancias. Pero esto es sólo una «tendencia», porque hay «contratendencias», incluyendo una tasa de plusvalía que aumenta, el abaratamiento del valor de los medios de producción, salarios que caen por debajo del valor de la fuerza de trabajo, el comercio exterior y las ganancias ficticias de la especulación financiera. Pero estas ‘contratendencias», no forman parte de la «ley como tal”, precisamente porque no pueden cambiar (la tendencia de) la ley a la larga.

Marx sostiene que la ley se basa en dos supuestos realistas: 1) la ley del valor opera, a saber, que el valor (y la plusvalía) sólo son creadas por el trabajo vivo y 2) la acumulación capitalista conduce a un aumento de la composición orgánica del capital. Estos supuestos en el lenguaje estadístico moderno, no sólo son realistas, son evidentes.

Hoy los asalariados y las clases medias en los países del primer mundo sienten que progresivamente su nivel de vida se ha venido deteriorando, y es que los ingresos reales de más del 80% de la población no ha aumentado en los últimos 20 años, amen que disminuido la atención de la salud y el acceso a la educación. Para revertir esta situación es necesario revertir primero la concentración de capital, porque la participación del capital en el ingreso neto total está aumentando. Si el capital continua concentrándose, la desigualdad continuara inexorablemente incrementándose, por lo que el énfasis de lucha de los asalariados no debe estar únicamente en mejorar la distribución del ingreso, sino también en garantizar un mejor servicio de salud y garantías de ingreso la educación incluyendo la educación superior.

Hace 30 años las políticas neoliberales han sido casi incosteables en todo el mundo. Sin embargo, la crisis económica de 2008, las profundas desigualdades que se ha incrementado en el mundo, en particular entre el norte y el sur global, han prendido las luces rojas y han reabierto el debate sobre las “bondades” del capitalismo.

Vivimos actualmente en una crisis estructural del sistema mundial, y el sistema capitalista pareciera no tener las respuestas adecuadas, pero nadie sabe con certeza quien lo remplazara lo cierto es que no puede ser un sistema que mantenga las peores características del capitalismo, es decir, la jerarquía social, la explotación y, por encima de todo, la polarización de la riqueza. La alternativa tendrá que ser un sistema más democrático y más igualitario.

Probablemente la idea de hegemonía de Antonio Gramsci nos ayude a comprender la necesidad de movilizar a la gente en función de lograr unos determinados objetivos políticos.

El debate, la investigación y la discusión, están abiertas.

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