El demonio ¿padre de la política?
Si satanás es el padre de la mentira, entonces, habrá de serlo, también, de la política, pues estamos hasta el tequeteque de comprobarlo/demostrarlo: algunos políticos son farsantes de profesión, quienes antes de resolver y/o atender los problemas de una nación, crean otros uevos, cuya única solución sería la desaparición de aquellos, así que, los políticos necesitan los problemas como muletilla por autolegitimarse. Lamentablemente, la conquista del poder, arte en el cual consiste la política, se lleva a cabo mintiendo, concienzudamente, a troche y moche, abierta y solapadamente, según la frecuencia y sin límites o término.
Un concepto claro y objetivo lo estableció Louis Dumur (1863-1933), dramaturgo francés: “la política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se sirve a ellos”. De ahí, el drama tercermundista que ofrecemos al orbe. De hecho, es imperdonable que confiemos la gestión del bien común a mntirosos profesionales. Tanbién, es absurda la delegación de nuestros intereses y necesidades a manos de ciudadanos cuyo fin único es engrosar su capital personal, al tiempo de hacerse muy públicos, saciando su ego. Ínterin, pasan por el cargo sin pena ni gloria.
Son inmorales incuestionables; bestias desalmadas que tiran la piedra y esconden la mano. Títeres de un sistema inexorable que margina y/o suprime a quien se desvíe del guión establecido. Por tal razón, en los noticiarios no se narra sino lo establecido. De ahí, la desinformación.
En verdad, parece que los partidos políticos de los países del mundo occidental, estuviesen liderados por grupos ávidos de poder organizados en sociedades secretas –sectas diabólicas-. Siempre se comprueba la intervención de una mano negra y/o peluda en todo desaguisado.