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El desenlace de la revolución bolivariana

Mucha agua ha corrido bajo el puente e infinidad de cosas se han sucedido en estas casi dos décadas de la llamada “Revolución Bolivariana”, etapa y periodo donde paradójicamente cuando el país su mayor bonanza petrolera e ingresos petroleros registró igualmente su mayor pobreza, desnutrición, casos de corrupción, malversación y destrucción de su aparato productivo, reservas internacionales, nunca antes nuestra principal empresa PDVSA estuvo tan mal, nunca antes registramos los niveles de inseguridad y violencia, nunca antes registramos niveles de corrupción y endeudamiento, nunca antes la miseria y destrucción llevo a los venezolanos a medio alimentarse en basureros y así pudiésemos describir muchas situaciones degradantes a la condición humana.

La revolución bolivariana encanto y desvelo a muchos. No hubo control, seguimiento, no hubo freno ni recato, no hubo un sólido e integral proyecto de país solo ideas vagas, ideales, espejismos, mucho dinero y muchas ansias de poder que termino produciendo su implosión, su desnaturalización y declive. Promesas incumplidas, multiplicación de misiones, corrupción y un deterioro generalizado de la población y de las propias bases de apoyo popular hacia la revolución bolivariana, hacia la figura emblemática de Chávez y posteriormente Maduro.

Es difícil explicar y entender como la Revolución Bolivariana en tan poco tiempo se deformo, en tan poco tiempo olvido sus bases, sus orígenes e ideales, en tan poco tiempo produjo en nuestra historia contemporánea el peor daño moral, material, patrimonial de uno de los países más ricos de América Latina. Insisto cual difícil es traducir, analizar y comprender que la historia pudo ser otra, que el destino de Venezuela y de los venezolanos pudo ser un horizonte diferente de crecimiento, progreso, desarrollo, el mejor estándar de vida de América, sencillamente Venezuela pudo ser en los inicios del siglo XXI el primer país de América Latina con estándares de primer mundo, y terminamos siendo el país y economía con peores indicadores socioeconómicos, encabezamos a nivel mundial las cifras y estadísticas de corrupción, inflación, riesgo país, inseguridad y violencia, desnutrición y otros.

Nadie en su sano juicio puede sentirse orgulloso de la revolución bolivariana, del retroceso y  agravio colectivo a un pueblo y sociedad que no merecía ser sometida al oprobio, al daño y menoscabo de sus derechos elementales. La situación de Venezuela es de una complejidad única e inédita, entre otras cosas por las graves carencias de la población no sólo en términos de alimentos o medicinas, sino derechos, libertades y garantías.

La Revolución Bolivariana es insostenible, no es viable en el corto plazo. Un país y sociedad como el que tenemos hoy no puede seguir en los niveles de anacronismo, padecimientos y tensiones a los que ha sido sometido. El juego esta trancado y se torna complejo sin duda alguna, aspecto que más temprano que tarde llevará a un proceso de negociación en términos institucionales, acordados y con objetivos o metas muy precisas. De lo contario puede prosperar cualquier salida, incluso violenta y demás que no beneficiará a nadie.

La consulta popular convocada en semana y media y desarrollada el pasado domingo 16J se convirtió en un día histórico, una epopeya ciudadana, cívica, democrática y participativa que permitió mover a cerca de 8 millones de almas que de manera pacífica expresaron su condena a la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente, exhortaron a las Fuerzas Armadas, poderes públicos y ciudadanos al sometimiento de la Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999, además de la realización de elecciones y conformación de un gobierno de unidad nacional como salida a la peor crisis en toda nuestra historia.

No hay dudas de que 8 millones de manifestaciones son un valioso capital político que es preciso administrar por parte de la Mesa de la Unidad Democrática, y eso implica saber mover bien las piezas del ajedrez, entre otras cosas por todo lo que está en juego, sin descartar un proceso de negociación que como ha ocurrido en las crisis de Argentina, Chile, España, Colombia, Bosnia, Polonia, o Nicaragua permitió una salida y transición acordada o pactada, de lo contrario no dialogar, no acordar, no alcanzar en medio del disenso un consenso es apostar a una salida violenta o de fuerza con daños incalculables.

El gobierno tiene el sol en la espalda, tiene el más alto rechazo, impopularidad y desaprobación de gestión en nuestra historia, e igualmente la fulana Asamblea Nacional Constituyente, que lejos de unir o sumar produjo más rechazo y divisiones, incluso en el alto gobierno y seguidores del mismo. Un aspecto adicional es que tanto el gobierno en función de sus actuaciones y excesos como la propia Asamblea Nacional Constituyente tienen un alto rechazo y desaprobación de diversos gobiernos, foros internacionales como la OEA, la ONU, la Unión Europea y otros. Por otra parte, la consulta popular además de convertirse en una auténtica revolución ciudadana y participativa de la sociedad civil, legitimo además a la MUD y sus líderes, permitió ratificar una conducta apegada a derecho, al orden y civismo por parte de los venezolanos, además de revalorizar como ocurre el buena parte de Europa y América Latina, el voto manual totalmente confiable, responsable y transparente frente a las dudas e inconsistencias del voto automatizado.

De tal manera que el momento actual es estelar y debe privar el país, el sentido de responsabilidad con la historia y los venezolanos. El interés nacional debe colocarse ante el interés o apetencias particulares en el desenlace de la Revolución Bolivariana, proceso y revolución que evidentemente tiene por sus errores, excesos y conductores fecha de expiración no así lo que se llama “chavismo”.

 

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