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El dolor y la dignidad de los demás

Las fotografías de la exposición Memoria de James Natchtwey (1948), que actualmente exhibe la Maison Européenne de la Photographie en París, me hicieron recordar que Susan Sontag expresaba que no es un acto inútil “el hacer que el sufrimiento parezca mas amplio, al globalizarlo, al darle la indispensable significación, acaso lo vuelva un incentivo para que la gente sienta que puede interesarle” (Susan Sontag, Ante el dolor de los demás, 2003). Es que, el conjunto de fotografías de esta muestra, nos remiten al concepto de compasión (del Latín compassio: “sufrir juntos”) de este fotógrafo de guerra, que en el fragor del combate, se interesa en captar la desesperanza y el dolor de las víctimas del conflicto, sin importarle a cuál de los bandos pertenecen. El dolor de los demás le interesa, no como punto de vista, sino como una actitud genuina, la de exponerse en combate para comunicar lo que otros no pueden expresar por sus propios medios. Pero ¿Quiénes son esos «otros» en cuyo nombre James Nachtwey arriesga su vida en Irlanda, Vietnam, Cambodia, El Salvador, Irak, Rwuanda, Kosovo, Afganistan, Darfur?  Win Wenders responde a esta pregunta en el discurso que ofreció durante la ceremonia de entrega del Dresden International Peace Prize, otorgado a este fotógrafo:¿Los sujetos de sus fotografías, acaso son solo los hambrientos, los moribundos, los muertos, los perpetradores, los enfermos, los heridos, los horrorizados? ¿O acaso estos «otros» también nos incluyen a nosotros, los espectadores, en el mismo momento en que comenzamos a involucrarnos con una de sus imágenes? Cuando se hace de testigo y se cumple con esta tarea, ¿no nos llaman también a nosotros como testigos? Si este es realmente el caso, entonces James Nachtwey crea una comunidad entre los sujetos de sus fotografías y nosotros, una comunidad de la que no podemos zafar fácilmente. Él nos convierte en una sola humanidad, ni más ni menos: una humanidad común. La palabra «compasión» adquiere su significado original. (En alemán, literalmente, significa «compartir el sufrimiento»). No connota condescendencia o «lástima», «sonrisa compasiva», sino empatía real, cuando el sufrimiento de los demás se convierte en el nuestro también”. Ese día, Wenders pidió al público dejar de llamar a Nachtwey fotógrafo de guerra, en su lugar propuso llamarlo fotógrafo humanitario (Menschenfreund).

El Salvador, 1984
El Salvador, 1984

Originario de Syracuse, New York y diplomado en Historia y Ciencia Política del Dartmouth College, se inicia como fotógrafo de guerra en 1980 cubriendo el conflicto de Irlanda del Norte para las agencias Black Star y Magnum. En una entrevista reciente le preguntan sobre cómo, después de 40 años como fotógrafo de guerra, esos dramas humanos lo afectan, a los que Natchtwey responde: “Periodistas, médicos, trabajadores humanitarios o bomberos enfrentan las tragedias de otros y viven situaciones insoportables. Pero hay una justificación para eso, tenemos una razón para estar presente, debemos respaldar y aceptar nuestro papel. Pero admito que me agota. Busco dormir cuando no puedo soportarlo más, pero mis sueños son pesadillas que nunca me abandonan. Llevo estos horrores conmigo y me persiguen. Este trabajo es una carga. Tienes que estar preparado para todo eso. Aún no me ha llegado el momento crítico de decir “no puedo más”. Mientras pueda hacerlo, física y moralmente, continuaré. Es mi responsabilidad. Y si un día sucede que desaparezca, otros tomarán mi rol. Muchos de nosotros estamos haciendo este trabajo con esa esa determinación en mente” (Entrevista de Dimitri Beck, Polka, 2018).

La fotografía de guerra ha contado con figuras de gran talla y coraje, causando la muerte de algunos o quedando severamente mutilados otros. Robert Capa, estaría a la cabeza con sus reportajes sobre el desembarco en Normandía y la guerra civil española. Alfonso Sánchez Portela, cuyas imágenes brindan un testimonio invalorable de la batalla de Madrid. Joe O’Donnell, quien fotografió el drama posterior a los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Eddie Adams y Nick Ut, ambos ganadores del Premio Pulitzer, por su cobertura de la guerra de Vietnam. Nick Ut es el autor de la foto donde se observan unos niños quemados por Napalm, huyendo desnudos de su poblado, fotografía que ocasionó un revuelo político mundial contra esa guerra. Otro es Laurent Van Der Stockt, fotógrafo francés que reveló con su reportaje gráfico el uso de armas químicas por el gobierno sirio. Michael Kamber reunió sus pavorosas fotografías de guerra en un libro titulado Untold Stories From Irak. Rodrigo Abd, es otro acreedor del Pulitzer por sus imágenes sobre las víctimas civiles de la guerra civil en Siria, entre otros fotógrafos, tan valiosos como éstos, que cubren decenas de conflictos armados en este momento alrededor del planeta.

Sobre su experiencia en la guerra de los Balcanes, Natchtwey afirma: “Durante la guerra de Bosnia, hubo masacres en Srebrenica, bombardeos de mercados en Sarajevo, entre otros horrores donde mataron arbitrariamente a civiles … Los cínicos decían de este conflicto que no había escapatoria, que era imposible una solución. Pero la opinión pública fue informada y sensibilizada por los que estábamos allí cubriendo ese desastre humanitario. Los políticos se vieron obligados a reaccionar. Se llegó a un acuerdo y se firmó una paz. Es muy fácil desesperarse, eso nunca ha resuelto el más mínimo problema. Eso sí, debemos mantener la presión sobre los líderes políticos” (Beck).

Lo más notable de la actitud de Natchtwey es su compromiso con los desamparados por la guerra y su empeño de mostrar la dignidad del ser humano en medio del caos y la violencia: “Yo he sido testigo de cómo le han quitado todo a esa gente – sus hogares, sus familias, sus brazos, sus piernas y hasta el discernimiento. Pero, una sola cosa no les han sustraído: su dignidad, ese elemento irreductible del ser humano. De eso dan testimonio mis imágenes”.

Las imágenes de Natchtway, hablan más que mil palabras porque las guerras han agotado las palabras, las han debilitado, las han deteriorado, sus imágenes nos observan y reafirman lo que nutre la férrea voluntad de este fotógrafo: “Hay un trabajo que hacer… registrar la verdad. ¡Quiero despertar a la gente! Los sucesos que he documentado, no deberían olvidarse y ¡…No deberían repetirse!”.

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