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El escenario militar

La realidad venezolana, convulsionada como se encuentra, se ha convertido en un complejo problema político. Nicolás Maduro se acostumbró, durante los veinte años que ha ejercido el poder, a irrespetar los derechos humanos de los ciudadanos creyendo  que lo podía hacer sin que ocurrieran graves consecuencias. La diáspora venezolana, la  crisis humanitaria, las sanciones y el rechazo internacional le han mostrado que estaba equivocado. Esa es la causa del desespero que muestran sus últimas declaraciones: “puede estarse fraguando un golpe de Estado”. La ausencia de salidas políticas lo incentiva. Además,  es  menos traumático que una intervención multilateral. Por su parte, la oposición democrática tiene problemas internos que resolver. Así lo sugiere Mike Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos, en sus recientes declaraciones. Sin embargo, el liderazgo de Juan Guaidó  se preserva con suficiente fuerza. De allí que es imprescindible entender que en cualquier proceso de transición en Venezuela, sea pacífico o por la fuerza, se debe considerar su figura y su posición en tan trascendente hecho.

El periodista Carlos Pasquini, quien diariamente presenta una serie de micros a través de la página de Youtube, en los cuales analiza la situación política venezolana basado, aparentemente, en una amplia y creíble información, mantuvo el pasado 10 de junio que Rusia  rechaza una posible intervención militar de los Estados Unidos en Venezuela, propone la suspensión de las sanciones económicas y la convocatoria a elecciones democráticas en seis meses. La frase que le atribuye a Vladimir Putin: “Nicolás Maduro debe salir del poder para que se constituya  un gobierno de transición presidido por el general Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa” es realmente delicada y compromete la estabilidad de la dictadura de Nicolás Maduro. Pareciera que su interés no es sólo recuperar las importantes inversiones realizadas en  Venezuela, sino lograr que los Estados Unidos revisen su firme posición de respaldo a la Unión Europea y a la OTAN como consecuencia de la crisis de Ucrania y  la anexión a Rusia de la península de Crimea y de la ciudad portuaria de Sebastopol.

Sin asumir esta información como un hecho cierto y, mucho menos que se pueda concretar, considero de interés  expresar mi opinión al respecto: he mantenido, desde hace varios años, una posición crítica a la conducta del general Padrino. Siempre he creído que él tiene una grave responsabilidad en la utilización político partidista de la Fuerza Armada Nacional, contraviniendo lo dispuesto en el artículo 328 constitucional: “La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar… En el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación  y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna…” Lamentablemente, al haber incumplido la Fuerza Armada su deber  institucional  para tomar como bandera las ideas chavistas debilitaron la posibilidad de que nuestra Institución, en un momento determinado, pudiera ser factor de solución de la crisis nacional.

Sin embargo, esa opinión anterior no es suficiente y dejaría sin responder algunas inquietudes. ¿Tiene Vladimir Padrino el suficiente ascendiente sobre los cuadros militares para enfrentar una responsabilidad tan delicada? Creo que sí. El ejercicio por varios años del ministerio de la Defensa tiene que haber fortalecido, al menos, su influencia institucional. Además, su transformación en factor fundamental, por un corto período de tiempo, del ansiado cambio político, atenuaría el rechazo a su persona y concitaría el suficiente apoyo para garantizar su éxito. ¿Esa transición, bajo responsabilidad de la Fuerza Armada, sería conveniente? También lo creo. Eso sí, es necesario cumplir con tres condiciones: dicha transición debe ser conducida por una Junta de Gobierno, el tiempo de ejercicio del poder no debe ser mayor de un año y la Fuerza Armada Nacional debe subordinarse a poder civil y dedicarse exclusivamente  a la función institucional que le corresponde en un régimen pluralista. Ese gobierno debe tener tres objetivos fundamentales: convocar a unas elecciones justas y equitativas; lograr la suspensión de las sanciones económicas y renegociar la deuda pública.

Un gobierno provisional de la Fuerza Armada tendría además que enfrentar los siguientes retos: restablecer la independencia  de los poderes del Estado, fortalecer la eficiencia de la burocracia del Estado y el sentido jerárquico la propia  Institución Armada. Eso no es sencillo. Han sido demasiados años de exagerada politización. Un doloroso ejemplo es Petróleos de Venezuela. Se deberán tomar las medidas requeridas para recuperar, de inmediato, su meritocracia a fin de poder incrementar la producción petrolera. Otro aspecto fundamental es lograr la unidad nacional. No es posible mantener por más tiempo ese absurdo criterio que convierte al adversario político en enemigo. Un aspecto a tener presente es la vigencia del PSUV. Debe quedar claro que en el nuevo régimen político se establecerán suficientes garantías democráticas para que cualquier partido político, sea cual sea su ideología, pueda alcanzar el poder si triunfa en unas elecciones trasparentes, justas y equitativas. Soñar con una Venezuela distinta, después de la tragedia que hemos sufrido, no es fácil, pero tengo fe en el destino de nuestras futuras generaciones.

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