El Estado de “bienestar” ¿es bueno o malo?

En este artículo nos hemos inspirado y hasta reproducido la mayoría de sus datos y alegatos con relación al siempre exaltado Estado de “bienestar”, al artículo publicado no hace mucho por la Revista Laissez-Faire por el abogado corporativo Diego Wartjes, miembro del Seminario Mises en Buenos Aires.
Efectivamente, el Estado de “Bienestar”, creación genuina del socialismo democrático o socialdemocracia, inexorablemente es un obstáculo para el crecimiento económico debido a tres factores: i) los elevadísimos impuestos que exige a la población, ii) las fuertes regulaciones, especialmente en el ámbito laboral, y iii) el desincentivo del emprendimiento o actividad empresarial. La “obscenidad” tributaria tiene como causa eficiente el enorme costo que genera este tipo de Estado que reparte subsidios y prestaciones sociales de todo tipo, como un moderno “san Nicolás”.
Además de los altos impuestos, los estados de “bienestar” pautan regulaciones burocráticas que dificultan el trabajo a los emprendedores. La consecuencia directa es que muchos emprendedores se han ido de Europa a países con regulaciones más flexibles. En el año 2012, The Economist narraba que muchos emprendedores simplemente emigran de Europa debido a las leyes de bancarrota e insolvencia que rigen a los empresarios insolventes y honestos como estafadores. En Alemania, los procesos de quiebra o insolvencia pueden acarrear una prohibición de por vida para los ejecutivos de grandes empresas.
Otro gran obstáculo que introduce sin ningún rubor el estado de “bienestar” es la costosa legislación laboral. Para que las empresas jóvenes sobrevivan a sus tropiezos y la fluctuante demanda de productos, deben poder reducir los costos de personal de manera rápida y económica cuando es necesario. Eso es más difícil en muchos países europeos que en otros lugares. En España, el costo para despedir trabajadores es muy elevado, y el problema en España es la justicia laboral. Los juzgados y cortes laborales suelen decidir que casi nunca hay causa para despedir, lo que hace que el costo de despedir a un trabajador sea muy alto. En este punto, nos recordamos del expresidente de Venezuela, Rafael Caldera, un abogado laborista que juzgaba que una “buena ley” del trabajo podía impedir que los obreros y empleados sufrieran una crisis económica. ¡Una mezcla de ingenuidad y mala fe para llegar la presidencia!
El estado de “bienestar” no incentiva el espíritu empresarial; al contrario, estimula el vivir de subsidios que aportan los demás ciudadanos con su trabajo y esfuerzo. Según una encuesta de Young Business Talents (2015), los muchachos españoles son los que menos quieren emprender del sur de Europa y optan tranquilamente por la seguridad de convertirse en funcionarios debido al costo fiscal de ser empresario independiente. El alto costo de la seguridad social en España también desincentiva el emprendimiento, la creación de negocios.
En Suecia, el estado de “bienestar” ha desilusionado a los jóvenes suecos que se preguntaban a sí mismos: “¿Para qué estoy estudiando? Sin estudiar, tal vez ganaré lo mismo en subsidios o prestaciones sociales”. Se parece mucho esta situación a la de Venezuela, donde la destrucción de la moneda debida a la hiperinflación en el año 2017, empujó a muchos venezolanos a salir del país hasta por la selva del Darién, para escapar de la miseria. En Venezuela la matrícula universitaria se redujo en un60%.
En Noruega, los subsidios estatales también vulneraron la ética del trabajo. En un día típico, el 25 % de los trabajadores noruegos se ausenta del trabajo. En Dinamarca, el estado de “bienestar” no impulsa ni motiva la ambición de progreso. Según una joven danesa, “la mentalidad de la mayoría de los daneses es: ¿cómo puedo obtener más del sistema social? El sistema no te hace competitivo”.
Según un estudio de 2017, más de la mitad de los británicos dependen del Estado, es decir, reciben subsidios que pagan otros con sus impuestos. En Alemania, alrededor del 52 % de los alemanes tiene la impresión de que no merece la pena trabajar, ya que los que tienen un empleo a tiempo completo con un salario mínimo no ganan significativamente más que los que viven de la asistencia social.
En 2024, los profesores Eric Liguori, Matt Marvel, Shelby Solomon y Joshua Bendickson presentaron un estudio que demuestra que el gasto social, como porcentaje del PIB, tiene un efecto negativo en la actividad empresarial e incluso en la forma en que la población percibe la figura del emprendedor o empresario. El estudio muestra que el aumento del gasto social se relaciona con una percepción negativa del emprendimiento como una carrera positiva.
El Papa Juan Pablo II no albergaba alguna duda acerca de que el estado de “bienestar” paraliza la energía emprendedora de la población y así lo expone en su encíclica Centessimus Annus (1991): “Al intervenir directamente y quitar la responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial”– nos dice Juan Pablo – “provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos”. En síntesis, el estado de “bienestar” impone altos impuestos y rígidas regulaciones laborales, lo que desincentiva la actividad empresarial. Esta es la principal causa por la cual los jóvenes no encuentran trabajo en gran parte de Europa. Por eso, puede decirse que el estado de “bienestar” solo crea malestar.
Muchos españoles y latinoamericanos creen que el camino para lograr el alto nivel de vida de los países nórdicos es aumentar el gasto público y los impuestos, crear monopolios de empresas estatales y aplicar políticas de “redistribución de ingresos”. Sin embargo, el alto nivel de vida de los países nórdicos no se debe a las altas tasas de impuestos sino a que, a pesar de estas, tienen libertad económica en otras áreas. La libertad económica les permitió crear un sector privado altamente innovador y productivo.
El alto gasto público de este tipo de Estados conduce, tarde o temprano, al estancamiento económico y la pérdida de empleos. Así ocurrió con el estado de “bienestar” en Suecia, que entre 1990-1994 generó una crisis económica con pérdidas de miles de empleos. Para revertirla, los políticos suecos desregularon y privatizaron una gran cantidad de áreas económicas y monopolios de empresas estatales. Las reformas incluyeron la reducción del empleo estatal, la privatización de empresas estatales, la libertad de elección en el sector de la salud y la reforma de la legislación laboral.
Según una encuesta realizada en Alemania (septiembre, 2023), alrededor del 52 % de los alemanes tiene la impresión de que “no merece la pena trabajar, ya que los que tienen un empleo a tiempo completo con un salario mínimo no ganan significativamente más que los que viven de la asistencia social”. En España el estado de “bienestar” ofrece un seguro de desempleo, por medio de agencias estatales que se encargan de buscar trabajo a los desempleados. Pero, como explica Bartholomew, solo un porcentaje mínimo – menos del 3 % – ha conseguido trabajo mediante estas agencias. “En teoría”, dice Bartholomew, “el desempleado debe aceptar uno de cada 3 empleos que le ofrecen. Pero no tiene que aceptar un empleo que esté a más de 30 kilómetros de su casa. Y no tiene que aceptarlo, al menos durante el primer año, si no es su profesión o trabajo habitual. En la práctica el requisito de buscar empleo no se cumple estrictamente”.17 Bartholomew cita a Navio González, quien dice que “algunos de sus amigos fueron despedidos y se fueron en un viaje a Brasil por más de 3 meses mientras continuaban cobrando el seguro de desempleo”. ¡A Brasil, a tomar caipiriña y agua de coco! y que paguen los demás ciudadanos con sus impuestos.