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El hambre no es mentira y la solidaridad no es un crimen

Hace tres años creamos junto con Leandro Buzón el movimiento Caracas Mi Convive. Nuestro objetivo ha sido la transformación de la cultura de violencia en una realidad de convivencia y solidaridad. Hemos conocido casos de superación, establecido relaciones con líderes y grupos comunitarios. Junto a ellos, hemos llevado a cabo proyectos y acciones en donde lo mejor de nosotros aflora en las circunstancias más adversas y se materializa en cambios positivos que transforman a la persona y a la comunidad que la rodea.

Trabajamos con individuos y comunidades de diferentes sectores y con visiones distintas a las nuestras, agrupados a partir del compromiso por la convivencia, la solidaridad y la búsqueda de soluciones reales que surjan desde la comunidad y en donde esta sea protagonista y primera beneficiaria.

Son relaciones construidas con los años. Para nosotros es un orgullo y un honor poder compartir  todos los días con las personas y grupos que nos permiten trabajar con ellos y acompañarlos.

Hace más de tres meses, en nuestras actividades en 23 de Enero, San Agustín, Catia y Pinto Salinas, la evidencia de que la crisis alimentaria alcanzaba niveles inéditos y alarmantes, se presentó ante nosotros de forma innegable. Se reproducían testimonios de necesidad que compartían con nosotros las personas con las que trabajábamos y el gran número de niños acudiendo a las actividades pidiendo comida.

En los días siguientes está realidad se haría palpable sobrepasando la ya terrible situación de escasez, largas colas y altos costos para escalar a revueltas, saqueos y protestas violentamente reprimidas.

Era imposible desentendernos de esta realidad. Junto con la comunidad, recuperamos la tradición popular de la celebración del sancocho, alrededor del cual la gente se reunía a compartir y alimentarse con familiares, amigos y vecinos. Así, implementamos la actividad de Sancochos Comunales, articulando esfuerzos con otras organizaciones y personas de otros sectores de la ciudad. No pretendimos darle  una solución definitiva al complejo problema de la crisis alimentaria, pero si una respuesta inmediata a partir de la solidaridad que nos exige el momento y la responsabilidad con el otro.

Hemos realizado más de 30 sancochos con la participación de 3200 personas y se continúa trabajando activamente para reproducirlos en otros puntos de la ciudad. Otras iniciativas similares, llevadas por individuos y organizaciones se han producido en el país, enfocadas sobre todo a los niños en edad preescolar y escolar, el sector de la población en más riesgo. Si es verdad que la crisis actual es la más grave que ha atravesado el país, también es cierto que ha producido reacciones que hablan de la necesidad profunda que tenemos de encontrarnos y apoyarnos en nuestra empatía y humanidad.

El gobierno venezolano ha asumido a través de sus acciones y discurso un comportamiento en el que ha negado la gravedad de crisis alimentaria, evadido culpas, achacándoselas a otros con el argumento belicista de la guerra económica, y difamado e intimidado a las personas y organizaciones que denuncian la situación o trabajaban para enfrentarla, ligándolas de una forma indignante a complots internacionales y amenazas conspirativas e insultando, reprimiendo y denigrando a los afectados por el problema.

En nuestra experiencia, en sólo en dos ocasiones,  un colectivo local y un grupo de individuos intentaron detener la realización de los sancochos, bajo los argumentos de que nuestra organización no podía realizar actividades en “sus” territorios y desconociendo la voluntad de las personas de la comunidad. Fueron estos mismos integrantes de la comunidad (gente, recalcamos,  de distintas tendencias políticas) los que buscaron otros espacios cercanos e intercedieron, con firmeza y sin violencia, para lograr continuar con la comida.

En días recientes, programas de medios estatales reaccionaron en esta misma tónica, con acusaciones y afirmaciones maliciosas, completamente erradas e infundadas, generadas a partir de otra de nuestras actividades realizadas en Ruiz Pineda. Otros organismos del estado acudieron, incluso, a “monitorear” la situación.

Cuando un sancocho, un acto gregario generado por los mismos integrantes de la comunidad en colaboración con organizaciones y personas (es decir: familiares, amigos y vecinos), es tratado por el Estado como una acción subversiva, un acto de traición patria o la muestra hostil de un complot internacional, este Estado está, sencillamente, criminalizando la convivencia y la solidaridad.

Nos está diciendo que las únicas relaciones que permitirá entre nosotros serán de desconfianza, enemistad y sumisión. Que nuestra vida tiene que estar regida por el miedo, la carencia y el rencor.

Y esto no podemos aceptarlo.

Nuestro trabajo en Caracas Mi Convive se da a partir de la necesidad de enfrentar la violencia, no sólo como problema sino como una cultura que nos ha traído dolor y dificultades. De saber y reconocer que en nosotros existe una necesidad de encontrarnos y compartir. Que claro que es posible enfrentar esta terrible situación en la que nos encontramos y salir de ella fortalecidos, estrechando los lazos que nos unen y creando unos nuevos.

Que tenemos que tener un sentido de responsabilidad para con nosotros y los demás.

El problema de carencia de alimentos existe y nos está afectando a todos, no forma parte de un guión o una pieza de propaganda. Hay que reconocerlo y actuar de inmediato en la medida de nuestras posibilidades, para enfrentarlo y ayudar a otros a hacerlo.

La convivencia no es un eslogan publicitario, ni una treta egoísta para ganarnos simpatías o favores, es el vínculo sincero que nos permite vivir en conjunto y evolucionar como personas y grupos.

El hambre no es mentira y la solidaridad no es un crimen.

El trabajo que tenemos es muy duro y Caracas Mi Convive, como tantos otros en estos momentos, continuará haciéndolo.

Lo otro es validar el odio y la desgracia y eso es algo que la inmensa mayoría de los venezolanos está demostrando que no quiere y no se merece.

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