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El laberinto de la insensatez

“La insensatez es hija del poder”, afirma la historiadora Barbara Tuchman en su libro La marcha de la locura. La sinrazón desde Troya hasta Vietnam (The March of Folly. From Troy to Vietnam).  Se trata de una obra de prestigio por su rigor académico y porque ayuda a interpretar las conductas de gobernantes y políticos que sacrifican el interés colectivo, al estar dominados por la falta de sentido común y por los intereses personales. En el caso venezolano del presente, los conceptos de Tuchman cobran vigencia para examinar conductas contrarias a los intereses generales de la población basados en la irracionalidad y la ceguera.

La irracionalidad a la que se refiere la autora puede ser aplicada tanto a conductas del gobierno como de la oposición. Los casos de Alex Saab y la falta de unidad entre opositores son solo dos ejemplos, entre muchas conductas de ambos bandos políticos, que ponen de relieve lo acertado de las reflexiones de Tuchman.

El manejo del caso de Alex Saab por parte del régimen nos pone ante un elenco de conductas contrarias a los intereses nacionales, basadas en intereses individuales y no en razones de políticas de Estado. Basta recordar lo que se ha sostenido en esta caso. Entre otras cosas, se ha afirmado que el comerciante colombiano es representante diplomático de nuestro país y que realizaba labores humanitarias, es decir, que es funcionario público al servicio de la República (se le designó representante diplomático luego que fue apresado en Cabo Verde, y no antes, como debía ser). Asimismo, fue incorporado al equipo negociador del gobierno en la mesa de México. Hasta aquí estamos en el terreno de los alegatos inverosímiles.

Por otra parte, Diosdado Cabello, en su programa “Con el mazo dando” del pasado 20 de octubre, en el canal del Estado, aportó una información que ayuda a la comprensión del caso. Y, al referirse a Saab, comentó lo siguiente: “¿Que estaba ganando? Claro, que estaba ganando, estaba haciendo negocios, pero fue una persona que puso su pellejo por Venezuela y no dudó nunca en apoyarla (…) Fue uno de los pocos encargados de burlar las sanciones de EE. UU. y traer medicinas, alimentos y hasta gasolina a Venezuela. Claro que le pagaron por eso” (https://talcualdigital.com/diosdado-cabello-alex-saab-es-un-verdadero-patriota-venezolano/).  

Ante estas afirmaciones, cabe preguntar: ¿cuál es la verdadera condición de Saab? ¿Es un comerciante que contrata con la república y obtiene ganancias o es un diplomático venezolano? La respuesta nos conecta con el busilis del problema: ¿puede un agente diplomático contratar con la república? La respuesta está en el artículo 145 de la Constitución, que postula: (…) “Quien esté al servicio de los municipios, de los Estados, de la república y demás personas jurídicas de derecho público o de derecho privado estatales, no podrá celebrar contrato alguno con ellas, ni por sí ni por interpósita persona, ni en representación de otro u otra, salvo las excepciones que establezca la ley”.  No hay espacio para la duda: los funcionarios públicos no pueden contratar con la República. Pretender desdoblar, como parece, a un hombre de negocios en un funcionario diplomático es una estrategia con pies de barro. Y aquí la estrategia del régimen encaja dentro de la noción de insensatez a la que se refiere Barbara Tuchman en su libro.  

El asunto del caso Saab ha provocado algunas reacciones emocionales por parte del régimen. No asistir a la mesa de México es un buen ejemplo de ello. Un hombre que no ha hecho carrera política en Venezuela -y que solo es conocido desde hace “10 o 12” años en nuestro país- ¿puede ser más importante que la paz y el futuro de los venezolanos.?

Pero las políticas basadas en la ceguera no se reducen a las estrategias de quienes detentan el poder. También la oposición está marcada por la irracionalidad en sus estrategias. Por una parte, se anuncia que hay que vencer electoramente al madurismo, pero al mismo tiempo se profundiza la división y se ofrecen varias alternativas electorales. El caso del estado Miranda es un buen ejemplo: hay dos candidatos opositores y uno del madurismo. Lo mismo ocurre en la Alcaldía de Caracas. Se sacrifica un triunfo por una derrota. Desde luego, que esto es un regalo que le hacen al candidato del régimen; lo que ocurre, además, en gran parte del país.

Según Tuchman, comportamientos como el que desarrollan los líderes opositores se basan en decisiones individuales y no en criterios políticos que trasciendan a estos líderes. Pero la irracionalidad está ahí presente, acechando al político que se deja dominar por la ambición personal y la falta de responsabilidad histórica.

Barbara Tuchman explica en su libro el empeño de políticos y gobernantes por ejecutar, de forma persistente, perversa y consciente, políticas contrarias al interés colectivo. Examina los episodios siguientes: la guerra de Troya (capítulo 2), la política de los papas ante el movimiento que culminó con el protestantismo (capítulo 3), la política británica en la independencia de sus colonias americanas (capítulo 4), y la guerra de Vietnam (capítulo 5). Lo que hay en común en todos estos ejemplos es la poderosa presencia de la insensatez y la ligereza al momento de tomar decisiones políticas cruciales. En el caso venezolano, hay que agregar la paralización de la visión de los líderes políticos para conectarse con la verdad.

Y lo señalado es, según Tuchman, “un síntoma clásico de la locura: el negarse a sacar conclusiones de la evidencia y la adición a lo contraproducente”. A este magnífico libro habría que agregar un capítulo sobre nuestro caso, que llevaría por título: “El laberinto de la insensatez: el caso venezolano” ¡Sería asombroso!

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