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El militarismo real

La muerte de Teodoro Petkoff, indiscutible líder de la democracia social, nos deja atrás en conciencia un pensamiento que no debemos dejar de interpretar, para llegar a entender lo que nos ha ocurrido en los últimos veinte o treinta y seis años del intento e introducción de lo que los neófitos e ignaros intitularon “socialismo del siglo XXI”. Como lo llamaron, un “proceso”, que quiso imponer lo que desde hace más de un siglo o casi dos siglos, se vino gestando en la Venezuela independiente del reino español, que hoy, sin timidez se ha tildado de “comunismo” o más bien, “militarismo”, en verdad real, sin tapujos, que llevado a la palestra por supuestos “profesionales militares”, nos ahogó en este mar de angustia y desesperanza, que queremos tapar y cambiar por una democracia innoble e insípida, forjada en la mente de personas que auto tildándose de intelectuales, gastan sus neuronas en solo principios y apotegmas: ¡Chávez vive! o ¡La patria sigue y es primero!; ¡Vivimos en revolución!.

En su obra “El socialismo irreal”, Petkoff relaciona al parto revolucionario derivado de entender a Marx, Lenin y Mao en “el proceso”, cuando éstos, para entender el futuro fijaron su mirada en el pasado. Así mismo, como nuestros revolucionarios, juntaron los ideales de estos socialistas, pero le agregaron el ingrediente, que siempre les sirve de ayuda, como lo es Bolívar y los libertadores, que como dice nuestro comentado Petkoff, “…continuamos con la mirada clavada en el pasado, buscando en la revolución soviética o en la cubana las claves de nuestro propio acontecer, desgastándonos en escolásticas discusiones en torno a la dualidad de poderes o a la dictadura del proletariado…”

Sin mucho esfuerzo, podemos entender el desastre conflictivo surgido desde que Chávez intentó el golpe de estado y luego las lastimosas acciones del 11 de abril, para concluir en la pérfida y manida toma del poder “policiaco-militar” que hoy tenemos por desfase del liderazgo, y por la perversión de los líderes militares que aún persisten y quieren mantener el brillo de sus soles en las alturas de los poderes públicos.

Es triste pensarlo y más triste aún entenderlo, y querer que el mismo monstruo cambie de cara o se lime las garras para permitirnos ganar en la lucha por la libertad. Muchos no han entendido, que la democracia se fundamenta en pretensiones y deseos, en aspiraciones libres pero confrontadas, que como el ave, debe aprovechar cualquier viento para volar y solo volando encontrar su libertad.

Solo hay un drama por resolver, el del “militarismo real”, que surgido después de la independencia con el cobro de la “sangre derramada”, quedó como herencia después que Páez solicitara para aceptar la primera presidencia en 1830, ser el jefe del ejército como comandante en jefe, tomado por el chavismo al crear el “estúpido” grado militar que hace militar activo al presidente en contra de la Constitución. Es la máxima expresión del militarismo con Chávez, que hoy reclama la solicitud a “mi comandante en jefe”.

Ya lo hemos dicho, el chavismo transformó a los militares en una claque oportunista y corrupta, que se inició con el plan “Bolívar 2000”, que se abrió a los grandes centros de corrupción y “robo” del erario público, dirigido por los más de cinco mil militares que han participado y participan de este gobierno atroz. Sabemos que muchos han querido abandonar la nave, pero los atosiga el saber que los espera la ley anticorrupción y el derecho imprescriptible, que no los salvará de la Corte Penal Internacional, si no se endereza nuestra justicia, para juzgarlos en nuestro propio territorio.

Es lo que se avizora y pareciera ser el karma de la dificultad en esta hora de conciliación, consenso y concierto. Evidentemente, esperan y aúpan un acuerdo que les permita lavar sus culpas, pero su interés mayor es que los arrope la impunidad promovida y aupada por el “difunto”. La desbandada que se aprecia es natural, ya que sería imposible generalizar la maldad y creer que sea un mal institucionalizado.

Otra gravedad de este militarismo, es la apertura que ha hecho el general Padrino, de militarizar la función policial, que obviamente, pone en la picota la función de la defensa nacional, tratando de salvar su pellejo a riesgo de masacrar al pueblo y, como lo está haciendo, transformar la manifestación popular en atentado contra la seguridad del Estado, olvidando que el pueblo es el principal elemento constitutivo del Estado y en él reside la soberanía nacional. Pero de mayor gravedad, haber permitido, como idea de Chaves, la penetración impune de la guerrilla colombiana, que hoy reclama el estatus que les dio el difunto y piensan usufructuar las bondades del manido e inexistente fuero militar, que debe ser considerado por nuestros jueces militares que no confunden justicia con impunidad.

Como colofón, vemos con tristeza como los venezolanos tienen que observar silentes las ridículas pancartas y adoración al “difunto eterno” en la avenida Los Próceres y en las instalaciones militares: ¡Aquí amamos a Chávez!

@Enriqueprietos

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