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El momento de irse

Carlos Canache Mata

Recientemente, el Senado de Uruguay aprobó una resolución condenatoria del gobierno nicaragüense que preside Daniel Ortega, cuya política represiva contra las manifestaciones populares ya lleva el saldo trágico de casi cuatrocientos muertos. En el debate, el ex presidente José Mujica dijo, aludiendo a Ortega, que “hay momentos en que hay que decir me voy”. A este respecto, vale recordar que el 17 de julio de 1979, el presidente Anastasio Somoza Debayle presentó su renuncia ante el Congreso de su país, convencido del inevitable triunfo de la revolución sandinista. Y aquí en Venezuela, el dictador Marcos Pérez Jiménez también se “fue”, en la madrugada del 23 de enero de 1958, cuando se percató de que su situación estaba perdida y era ya insostenible.

Que la inmensa mayoría del pueblo venezolano quiere que Maduro se “vaya”, es una perogrullada. Las encuestas de opinión, así lo revelan. Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, ha informado: “En nuestra medición de junio, 95% evalúa como negativa la situación del país. Este porcentaje es el más alto en la historia y en ese contexto figura como tema principal el económico”. El director de la encuestadora Hercon, Marcos Hernández, afirmó que 87,9% de la población juzga que los problemas son graves y que apenas “10% cree que la situación está de regular a buena”, por lo que señala que “el gobierno se sostiene sobre la base de la Fuerza Armada y del Tribunal Supremo de Justicia y por el control social que mantiene a través de sus políticas”. Por su parte, el director de la encuestadora Delphos, Félix Seijas Rodríguez, estima que “el oficialismo tiene mucho tiempo estancado en valores que lo colocan en niveles bajos”. Y habría que añadir que, como hemos visto en declaraciones de prensa, hasta dirigentes importantes del PSUV tienen posiciones críticas frente a Maduro.

La soledad que va cercando a Maduro y su régimen es devastadora porque están completando la obra, iniciada por Hugo Chávez, de que Venezuela pase de ser “tierra de gracia”, a tierra de desgracias. No es poca cosa llevar a cuestas la cruz de la inflación más alta del mundo y haber reducido a la mitad, entre los años 2013 y 2018, la economía venezolana. Hambre y muerte, por escasez de alimentos y medicinas, son las resultas de una gestión gubernamental detestable. Hace unos días, en el acto de instalación del IV Congreso del PSUV, hasta el mismo Maduro no pudo dejar de reconocer que el país está “afectado por una grave crisis”  y  se creyó obligado a hacer una terrible confesión: “Los modelos productivos de falso socialismo que hasta ahora hemos ensayado han fracasado y la responsabilidad es nuestra, es mía…tenemos que echar adelante esa potencia económica que tenemos”. Se admite el fracaso, pero no hay una propuesta, un plan, de rectificaciones que ponga al país a “echar adelante”.

Maduro está rodeado de cleptómanos que nadan en el mar de la corrupción, con fortunas que no resisten una auditoría. Por eso, no hay nadie que le diga: “Es tiempo de irnos”.

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