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El mundo en guerra

    Si vis pacem, para bellum – Flavio Vegecio (S. IV)

Emmanuel Kant (1724-1804), en su obra Hacia la paz perpetua[1], aboga por un federalismo cosmopolita en el que verdaderas repúblicas que se sustentan en la separación de poderes, en la existencia de ciudadanos libres que a su vez controlan y regulan las instituciones del Estado y en acuerdos con otras repúblicas, crean un orden internacional en el que logran una paz perpetua entre las naciones. Las democracias liberales de la Unión Europea, si bien se asientan en esos fundamentos, deberían tener en cuenta los argumentos categóricos de Michael Doyle: “Entre las repúblicas democráticas liberales hay relaciones pacíficas, no existen guerras entre ellas, es cierto, pero no se puede estar en paz con las “no-repúblicas”. [2] Doyle se refiere a aquellos países en los que no existen estructuras democráticas, que son de naturaleza totalitaria o se han convertido en estados fallidos o promotores del terrorismo, poniendo en peligro tanto la paz interna como la de sus vecinos. En el caso de la brutal invasión rusa a Ucrania, las Naciones Unidas (ONU), encargada de mantener la paz y el orden internacional, tendría la responsabilidad de intervenir, pero su ajustado corset de protocolos no le permiten actuar o hacerlo con limitaciones. La única instancia autorizada a proceder es el Consejo de Seguridad (CS), pero cualquier resolución será vetada por Rusia, el agresor y China, su aliado antioccidental. De allí que, aparte de este sinsentido, la ONU haya demostrado su inoperancia en esta crisis a pesar de la destrucción sistemática de pueblos y ciudades causada por los bombardeos rusos, los crímenes de guerra y violaciones a los DDHH cometidos desde el inicio de la invasión.

Hoy es incierto el futuro de Europa y del mundo, de nuevo en guerra. Los ambiguos dirigentes occidentales no la anticiparon, no se prepararon y tampoco pretenden intervenir más allá de la “línea roja” trazada por las amenazas nucleares de Putin. Este drama comenzó con la anexión de la península de Crimea en marzo de 2014, lo que produjo un inesperado retorno a las tensiones de la Guerra Fría. Sin embargo, eso no perturbó la siesta de la Unión Europea, despreocupada por la defensa de sus valores y lo más lamentable, carente de estadistas y diplomáticos de altura que hubieran podido evitar este drama. La invasión del ejército ruso a Ucrania el 24 de febrero de 2022, hizo que Europa y la OTAN despertaran desconcertados, esta vez con el feroz dinosaurio gruñendo al pie de la cama. La utopía de una paz perpetua nos recuerda la máxima de Flavio Vegecio (S. IV): Si vis pacem, para bellum, “Si deseas preservar la paz, prepárate para la guerra”.

Putin y la resurrección de la gloria soviética

Como funcionario de la KGB durante la Guerra Fría, Putin se formó en los perversos protocolos del estalinismo que moldearon su visión de la política, de allí su poder y el de las mafias que sustentan su régimen basado en un terrorismo de Estado. La invasión a Ucrania da inicio a su plan de restaurar la influencia soviética mediante la creación del “Proyecto Euroasiático (teniendo como aliados a países como Irán y China) para enfrentar la hegemonía espiritual de Occidente”, como bien lo expresó su ideólogo Alexander Dugin, promotor de “la supremacía de Eurasia sobre un Occidente decadente”. Siguiendo al pie de la letra la “estrategia del espejo”, Putin proyecta al mundo una Rusia cercada y amenazada por Occidente. Ignorando esta inversión de papeles, algunos analistas encuentran razones geopolíticas para respaldar su proceder, al recrear la teoría de la amenaza de su «espacio vital» o Lebensraum, pero las verdades históricas son desdibujadas. El derrumbe de la URSS no se debió a intentos de ocupación de Occidente a sus 22 millones de Km2, sino a causas internas de un régimen que implosionó en 1989, cuando los países ocupados en el Este de Europa, convertidos en carcasas de horror y vilezas, pusieron fin al oprobio y al aislamiento. El derrumbe del comunismo no fue vivido como “la mayor catástrofe del siglo XX”, como argumenta Putin, sino como una ansiada liberación. La pertenencia o el deseo de integrarse a la OTAN responde al principio de legítima defensa de esos países. Los que avalan las motivaciones de Putin olvidan que Rusia ha sido por décadas el promotor de la subversión y apoyo a las “no-repúblicas” que socavan las democracias occidentales. La ambición imperialista rusa representa un riesgo inminente para el mundo ante amenaza de desatar una guerra nuclear. Esto último nos recuerda los últimos días de Hitler encerrado en su bunker, cuando vio que la derrota era inminente promulgó el Decreto de Tierra Quemada: “Antes que el enemigo ocupe el territorio alemán, todo, sencillamente todo cuanto es esencial para la continuidad de la vida será destruido. Todo será quemado, abatido o demolido, incluyendo los registros, los archivos, las granjas, el ganado, los monumentos, los edificios, los palacios y los edificios de ópera. Y si el pueblo alemán no está dispuesto a luchar por su supervivencia, tendrá que desaparecer también. Si nos destruyen, sepultaremos con nosotros al mundo, a un mundo en llamas”.[3] Es el mismo vaciamiento de conciencia que llevó al nazismo a destruir a Europa y producir una mortandad de 90 millones de personas. Según Glucksmann, existe una matriz común entre el nazismo y el régimen soviético, al utilizar el terror como la última ratio en su estrategia totalitaria.[4]

La Tercera Guerra Mundial ha comenzado

Lo afirma Emmanuel Todd, antropólogo e historiador, quien brinda sensatas reflexiones sobre este conflicto: “Esta guerra empezó con dos sorpresas. Entramos en esta guerra con la idea de que el ejército ruso era muy poderoso y que su economía era muy débil. Pensamos que Ucrania iba a ser aplastada militarmente y que Rusia sería aplastada económicamente por Occidente. Pero sucedió lo contrario. Ucrania no fue aplastada militarmente y Rusia no fue aplastada económicamente. Así que hubo una especie de malentendido. El conflicto, pasando de una guerra territorial limitada a un enfrentamiento económico global, entre todo Occidente por un lado y Rusia apoyada por China por otro, se ha convertido en un mundo en guerra”.[5] Sobre los errores de los analistas rusos al considerar que una sociedad corrupta y en descomposición como la de Ucrania, se derrumbaría al primer golpe, dándole la bienvenida a la Madre Rusia, “Hemos descubierto – expresa Todd – que una sociedad en descomposición, si se alimenta de recursos financieros y militares externos, puede encontrar en la guerra un nuevo tipo de equilibrio e incluso un horizonte, una esperanza. Los rusos no podrían haberlo previsto”. Zelenski, fue elegido presidente con el 73% de los votos tras prometer luchar contra la corrupción; no sabemos si podrá enfrentar a estructuras mafiosas que históricamente se empoderan en medio del caos de las guerras.

Un trágico balance

Desde el inicio de la invasión hasta la fecha en que escribo esta nota (06/02/2023), los rusos han causado más de 100.000 bajas al ejército ucraniano. La lluvia diaria de misiles ha segado la vida de 30.000 civiles, entre estos al menos 490 niños. Más de 10 millones de ucranianos se han visto forzados a emigrar, entre los que se encuentran 4.3 millones de niños. Según The Mines Advisory Group (MAG), en Ucrania, 250.000 kilómetros cuadrados están sembrados de minas. De terminar la guerra, se tardaría años en ubicarlas y desactivarlas para salvaguardar vidas y rebaños. Es una terrible tragedia humanitaria en progreso.

La inconsistencia de Europa

La política internacional se ha convertido en la enrarecida atmósfera de mesa de póker, donde astutos jugadores tratan de ganar mediante blufs o con cartas marcadas. La diplomacia europea muestra de nuevo sus imprevisiones y secular falta de visión. Lo cierto es que, en esta partida, los ucranianos no desean vivir de nuevo la pesadilla soviética, por eso luchan con arrojo y patriotismo doblando la apuesta a su propia supervivencia en libertad. En relación con el envío de armamento a Ucrania, la OTAN ha demostrado vacilaciones y contradicciones al tratar de ponerse de acuerdo con los 30 países que componen la alianza, cuando ya es irreversible su involucramiento en la guerra. Según Todd, “Ucrania se convirtió en un ‘miembro de facto de la OTAN’ desde la invasión a Crimea en 2014, cuando su ejército fue reforzado por estadounidenses, británicos y polacos. Por otra parte, esta guerra se ha vuelto existencial para los Estados Unidos: Ambos, Rusia y EE. UU., no pueden zafarse ni retirarse del conflicto. Por eso estamos ahora en una guerra interminable, en un enfrentamiento cuyo desenlace debe ser el derrumbe de uno u otro”. 

Algunos analistas se refieren a este conflicto como una guerra por mandato o por encargo de Occidente, debido a que, sin formar parte de la UE ni de la OTAN y a costa del sacrificio de su pueblo, es Ucrania la que está defendiendo a Europa.

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[1] Emanuel Kant, Sobre la Paz perpetua, 1795. Alianza editorial, España, 2016.

[2] Michael Doyle, Ways of War and Peace: Realism, Liberalism, and Socialism, 1997.

[3] Erich From, Anatomía de la destructividad humana, Siglo XXI Editores, España,1975.

[4] André Glucksmann, Dostoievski en Manhattan, Ed. Robert Laffont, 2002.    

[5] Alexandre Devecchio, Emmanuel Todd : “La Troisième Guerre mondiale a commencé”, Le Figaro, 12/01/2023.

Publicado originalmente en el Papel Literario de El Nacional (18/02/2023)

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