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¿El Mundo se Detuvo?

¿Cuántas veces he pedido que el mundo se detuviera cuando he estado en medio de un dolor profundo y me he visto paralizada ante una circunstancia fuera de mi control como alguien a quien una flecha atraviesa el corazón?…Me ha provocado gritar:  “Paren!  Paren todos! Percátense de lo que está pasando!”.  No grité en ninguna de esas ocasiones porque sabía que el mundo seguiría, con mi dolor o sin él… Conmigo o sin mí.  De alguna forma u otra, aunque esos dolores nos acompañen toda la vida, aprendemos a vivir y a seguir con ellos.  Forman parte de nuestro aprendizaje, de nuestra experiencia, de nuestro camino.

¿Cuántas veces he querido bajarme del tren y esperar el próximo, para tener más tiempo en un lugar, para poder disfrutar el momento con intensidad?.  Pocas veces lo he logrado pero cuando lo he hecho, he perdido y he ganado, aunque he ganado más de lo perdido.

Cuando ocurren catástrofes o tragedias de magnitud inusitada, a veces paramos ante nuestro asombro, ante la evidencia de lo insignificantes que somos ante un universo aún desconocido.

Esta es la primera vez, sin embargo,  en lo que considero una larga y bendecida vida, en la cual es el mundo el que nos obliga a detenernos por semanas.  No sabemos cuán larga será esta parada.  Es el mundo el que nos exige que hagamos una pausa, mientras muchos se enferman y otros fallecen ante la incapacidad o la imposibilidad de lograr la cura, en este momento, a una enfermedad invisible que ataca a pobres y a ricos, a blancos, negros, amarillos y rojos, a jóvenes y a viejos.  No hay diferencia. Cada uno de nosotros puede ser el blanco y sabemos que algunos de nuestros seres queridos pueden ser más susceptibles a caer por su edad o por alguna debilidad de su sistema inmunológico.

El mundo no se detuvo.  El mundo nos detuvo.  La tierra sigue girando sobre sí misma y alrededor del sol.  El sol sigue brillando.  Las estrellas siguen titilando en las noches.  Las aves siguen trinando y volando. Los árboles siguen dando  frutos y las flores siguen compartiendo su aroma.  Los niños siguen naciendo.  Sin embargo, sí se detuvo nuestro deambular, nuestra prisa, nuestra banalidad… 

Mientras nuestro corazón se conmueve ante el dolor de muchos, esta parada también nos da la oportunidad de observar nuestro entorno.  Nos permite utilizar nuestro tiempo en lo más valioso que tenemos.  Es un tiempo de refinación. Un tiempo de introspección.  Un tiempo de transformación.

Evitemos paralizarnos ante nuestros miedos y la incertidumbre existente. Aprovechemos cada momento.  Disfrutemos de esta pausa para ser, para estar, para compartir, para escuchar, para intercambiar, para amar a Dios, a nosotros mismos y a nuestro prójimo.

Prendamos una vela y pasemos la luz! Vivamos cada día como si fuera el último!

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