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El nuevo orden mundial: hacia una Afganistán libre

El mundo está cambiando. La pandemia del coronavirus (Covid-19) le dio un nuevo sentido a las relaciones sociales y la convivencia política en los países occidentales. La salida de las fuerzas estadounidenses y de la coalición internacional de Afganistán, a comienzos de agosto del 2021, fue el producto de una serie de reflexiones en torno a la madurez del pueblo afgano para auto determinarse en el marco del sistema democrático occidental. Sin embargo, las fuerzas talibanes que venían luchando desde hace 20 años por el control del poder, pudieron en pocos días recuperar los terrenos bajo el control de los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU) y sus países aliados.

En manos de las fuerzas afganas los EE.UU y las fuerzas aleadas, dejaron el control de un 100 por ciento de las operaciones contra los talibanes y otros grupos armados, lo que significaba que había una posibilidad real  para mantener la conducta política que bajo régimen de los países interventores se había impuesto, en nombre de un futuro democrático y de libertades, el modelo del mundo occidental y el sueño norteamericano.

Como se ha venido conociendo en los históricos acerca del caso de Afganistán, luego de la tragedia del 11 de septiembre del 2001, conocida como el ataque a las Torres Gemelas de New York, que desencadenó la invasión al territorio afgano por la vía de la coalición internacional liderada por las tropas estadounidenses, la salida de este contingente de soldados logró en  pocos días el derrocamiento del gobierno talibán que se rindieron en diciembre del 2001, instalándose un gobierno interino presidido por Hamid Karzai,  quien será ratificado en su cargo por la vía de un proceso electoral abierto que en octubre de 2004, siendo reelegido en agosto de 2009.

Varios acontecimientos marcaron el desenvolvimiento de los talibanes en su quehacer político y de liderazgo en la región, uno de esos acontecimientos fue la invasión a Irak en el 2003, lo que fue una oportunidad para los rebeldes talibanes y otros grupos islamistas, para salir del foco de la persecución de la alianza internacional y buscar reagruparse en el sur y este de Afganistán; desde esa región, podían movilizarse hasta las zonas tribales de Pakistán y empezar un movimiento de insurgencia que buscó reconstruir los valores de la cultura islamista que marca la ideología religiosa y política de los talibanes.

Los talibanes se autodenominan «estudiantes”; de hecho los talibanes se definen a sí mismos como el Emirato Islámico de Afganistán, bajo esa denominación firmaron el “Acuerdo de Doha de 2020”, que supuso el preámbulo para la retirada de Estados Unidos; el término pastún «talibán”, significa estudiante que interpreta de manera conservadora el Islam y que en el caso de Afganistán están en la región sur; estos estudiantes asumen el protocolo de la fe, la oración, la caridad, el ayuno durante el Ramadán y la peregrinación a la Meca al menos una vez en la vida, como razón vital para su existencia. Desde el siglo VII, después de Cristo (dC.) hasta ahora, el islam se ha convertido en la segunda religión más popular del mundo, con más de 1.800 millones de creyentes. Todos los musulmanes interpretan igual las enseñanzas del Corán, el libro sagrado del islam; la división de creyentes más conocida es la formada por sunitas y chiitas, ambas ramas han coexistido compartiendo muchas creencias y prácticas, manteniendo diferencias en materia de doctrina, rituales, leyes, teologías y organización. Aunque la imagen que ha traspasado de esos grupos es que son terroristas y sanguinarios.

La ideología islamista ultra-conservadora, según lo teoriza Erwin Viera en su investigación “El Islamismo político como una ideología de protesta y transformación política”, con auspicios del Centro de Estudios del Medio Oriente Contemporáneo, de Córdoba, Argentina, identifica tres tipos de islamismos, según sus fines y forma de proselitismo y actividad política: el Islamismo político, como movimientos (alharakat al-islamiyya al siyassiyya), busca obtener el poder a nivel nacional y rechazan la violencia en principio, islamización desde las bases hacia arriba, bajo el lema “el Islam es la solución”, simplifican y unifican los problemas de las sociedades musulmana, argumentando que hay que eliminar todo vestigio de la modernidad occidental y volver a las fuentes islámicas, las leyes coránicas (sharia) para poder responder a los diversos y complejos problemas de las sociedades; el Islamismo misionero,  movimiento islámico surgido para preservar a la comunidad musulmana que habitaba en la India, en donde veían amenazada su identidad religiosa en manos del budismo, por lo tanto, había que predicar el Islam en todos los rincones del subcontinente indio, teniendo la misión de convertir a los no creyentes en musulmanes, a través de la Da’wa (conversión);  otro es el movimiento wahabista que se constituyó en la península arábiga, a fines del siglo XVIII, luego se disolvió, para aparecer en las postrimerías del siglo XIX y perdurando hasta la actualidad, no buscan conquistar el poder político, sino preservar la identidad musulmana, conservar la fe islámica y el orden moral de los musulmanes; el Yihadismo, se presenta como un movimiento de lucha armada islámica (aljihad), el cual posee, según el tiempo tres variantes: el enemigo interno o cercano, al cual combate a los regímenes musulmanes considerados como (impíos y corruptos), el irredentismo, que libera un territorio que está gobernado por no musulmanes, el “dar el kufr”, tierra de impiedad, en donde los musulmanes son gobernados por no musulmanes, por infieles e impíos; y el enemigo lejano,  que viene acompañado por la idea de combatir al mundo occidental, encarnado en la figura de los EE.UU y sus países aliados, en especial Israel, ya que al haber fracasado la estrategia del “enemigo cercano”, hay que redirigir los esfuerzos hacia el enemigo que ampara, apoya y protege a los regímenes corruptos e infieles.

El movimiento Yihadismo que ha hecho vida entorno al ideal islamista y que hoy comienzan a ocupar de nuevo espacios en el mundo global son: Al-Qaeda, el Grupo Salafista de Predicación y Combate (GSPC argelino) la Yihad Islámica palestina, Al- Gammat Islamiyya (egipcia), el Hizballah turco, Abu Hafs al Mari, Hizbu al-Tahir, Abu Sayyaf (Filipinas), el HIMU (de Uzbekistan), entre los que más destacan. Este grupo es el que asume liderazgo en la realidad afgana.

Afganistán, como país montañoso sin salida al mar ubicado en Asia, que limita con Pakistán al sur y al este, con Irán al oeste, con Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán al norte, y con China al noreste a través del corredor de Waján; tiene una sociedad con una cultura milenaria muy sólida. Los estudios arqueológicos muestran que en ese territorio, hace al menos 50.000 años, había comunidades agrícolas que han sido consideradas como las primeras en el mundo. Allí confluyeron civilizaciones, interactuando y a menudo confrontaron.

En distintas épocas, Afganistán ha sido morada de diferentes culturas, como la de los iranios, que tuvieron una importante función en el desarrollo de las civilizaciones en Asia Central. El territorio fue incorporado a importantes imperios, entre ellos el Imperio Aqueménida, el Imperio Macedónico, el Imperio Maurya y el Imperio Árabe. Afganistán no viene de “una civilización”, sino de muchas civilizaciones que han coexistido y han tenido como hilo conductor el idioma y las manifestaciones artísticas que hoy se visualizan en los monumentos que han quedado para la historia; los afganos tienen un linaje y una cultura rica y multilingüe, con herencias de todas las etnias y pueblos que arribaron a su territorio; en ese contexto es el que aprovecha el islam para imponerse ante pequeños grupos de budistas y nómadas que no alcanzan mayor influencia en los hábitos y conducta de vida.

Desde el plano literario los poemas en los idiomas persa y pastún, han tenido resonancia desde el siglo XI, cuando apareció Abu Nasr Mansur, autor de tratados sobre “Astronomía y otras ciencias”, en la transición entre el siglo XV y el XVI, tomó protagonismo Babur, poeta, autor de unas memorias donde sitúa a la cultura afgana como descendiente del conquistador turco-mogol Tamerlán; en el siglo XVII, destacan los nombres de Abdul Qader Belil, poeta con orígenes e influencias uzbekas e indias que escribió en dari, Nazo Toji, guerrera y poetisa considerada madre de la nación afgana y Jushal Jan Jattak, guerrero y poeta que plasmó su obra en pastún y del que se dice que escribió más de doscientos libros y cuarenta y cinco mil poemas.

En el siglo XX, figura Nur Muhammad Taraki, autor sobre todo de novelas, relatos sociales y obra política centrada en la vida de los pobres, aunque también trabajó otros géneros; Mohammad Musa Shafiq, poeta, Masuma Esmati Wardak, escritora y activista por los derechos de las mujeres de mediados de siglo, Abdul Rahman Pazhwak, poeta y traductor de textos indios al pastún, Hamza Shinwari, poeta que se consideraba que fusionaba lo tradicional y lo moderno, y Sulaiman Laiq, entre otros. En un período aún más actual, se ha generado una literatura más orientada a la denuncia social, o casi más bien política, por las dificultades que el país ha atravesado en las últimas décadas del siglo XX y las que llevamos del XXI, con aportación notable de Khaled Hosseini, quien ha dado conocer mundialmente el horror del país, Nadia Anjuman, autora de poemas que describen la opresión de las mujeres afganas, Mariam Ghani y Kamran Mir Hazar, poeta de etnia hazara que ha publicado varias antologías.

A juicio de Sergio Gonzalo Rodrigo (2021), la radicalización marca la vida en Afganistán, país en el que los pastunes son la etnia más numerosa, viéndose acompañada por otras originarias de Asia Central como los tayikos, los hazaras o los uzbekos; la ubicación del país, en medio de las grandes e históricas rutas comerciales, como la Ruta de la Seda, y de las vías de desplazamiento de numerosos imperios, ha provocado que la recepción de influencias haya sido múltiple y variadas.

Kabul, como capital y ciudad demográficamente con más población, con se estimada para el 2021, de unos 4,6 millones de personas, compuesta mayormente por pastunes, tayikos, hazaras y uzbekos; Afganistán desde el 15 de agosto de 2021, tras su toma por las fuerzas talibanes, comenzó el cambio y el regreso a lo que se entiende como una sociedad conservadora ajustada a la Ley islámica o sharía, entiéndase los principios que vienen dados de los textos sagrados de los musulmanes, basados en el Corán, por la vía de la recitación’, el Hadiz, por la narración, el Ijma, por la búsqueda del consenso), y el Ijtihad, por el esfuerzo. En estos textos las mujeres se ven obligadas a permanecer en matrimonios abusivos y azotadas por desafiar a la sharía al usar pantalones; son códigos de conducta legales y estrictos, abiertos a diversas interpretaciones por parte del Estado y los líderes religiosos; pero en esencia es una conducta de vida consensuada que busca equilibrar los placeres en las relaciones entre hombre y mujer, imponiendo un respeto estricto a la tradición de dominación que viene de las comunidades patriarcales.

La sharía como la ley religiosa islámica reguladora de todos los aspectos públicos y privados de la vida, y cuyo seguimiento se considera que conduce a la salvación, a pesar de estar relacionada al castigo, discriminación y violaciones de derecho humanos; la sharía no es un códice concreto que diga que hay que hacer y que no, sino que, dependiendo de la escuela jurídica islámica que interprete los textos, se aplicará de una forma u otra. En el caso de los talibanes la  sharía aparte de los preceptos instituidos en el Corán, se vale de los hadices, que son los dichos y acciones del profeta Mahoma, convertidos en norma y aplicados de manera absoluta en sociedades como la afgana; se entiende que quienes en Afganistán en 20 años desarrollaron una cultura occidental, el  cambio a los valores originarios y tradicionales de la cultura afgana, les haga desesperarse y buscar huir de ese territorio.

Los talibanes tonaron el control de la capital Kabul y de buena parte del país, desde el quince de agosto; al mismo tiempo  cientos de personas irrumpieron presas de pánico en el aeropuerto de la capital afgana, intentando ser beneficiados con un lugar en uno de los pocos aviones militares que aún despegaban para escapar del país.

Ahora bien, haciendo una cronología de los hechos que llevaron a esta retirada de los EE.UU y sus potencias aliadas de Afganistán, es necesario remontarse al 2008, ante el pedido de la jefatura militar estadounidense, Bush aprobó el despliegue de 48.500 soldados adicionales para mantener el gobierno afgano y evitar una contra ofensiva talibán; en el 2009, hubo elecciones internas bajo la promesa de terminar con la guerra de Irak y Afganistán, y Barack Obama aumentó el despliegue de tropas en medio oriente con el objetivo de sofocar la insurgencia talibán y fortalecer las instituciones afganas. Con el paso del tiempo y la estrategia geopolítica estadounidense más fuerte que nunca; en el 2011, se contabilizaban más de 150.000 soldados extranjeros en suelo afgano, de los cuales 100.000 eran estadounidenses; ese mismo año fue asesinado el líder terrorista responsable del atentado a las Torres Gemelas, Osama Bin Laden, en una operación de las fuerzas especiales estadounidenses en Pakistán. A medida que los Estados Unidos y sus países aliados se retiran de territorio afgano, la seguridad del país se ha ido desquebrajando, por la nueva expansión de la insurgencia de los talibanes que ocupaban los territorios que liberaba la coalición internacional; para el 2015, con la aparición del grupo yihadista Estado Islámico (EI), se alcanzó niveles de violencia jamás antes vistos y el fenómeno de las comunicaciones e interconexiones en el mundo, hizo de la causa de la yihad una potencial vía para imponer los elementos ideológicos del movimiento musulmán afgano.

En el 2017, el ex presidente Donald Trump, canceló el calendario de retirada de tropas y volvió a mandar miles de soldados para recuperar la presencia en Afganistán y contrarrestar los ataques del Estado Islámico; después la declaración de febrero de 2020, donde Ghani fue declarado ganador de las elecciones presidenciales con el 50,64% de los votos en la primera vuelta, marcada por denuncias de abstención y fraude.

Tal cual lo ha reseñado las agencias de noticias internacionales, desde mayo del 2021, las fuerzas estadounidenses iniciaron su proceso de retirada de Afganistán, planteándose para finales de agosto la total salida de este contingente militar; la decisión de abandonar Afganistán fue pactada en el histórico acuerdo entre los talibanes y EE.UU, firmado el 29 de febrero de 2019 en Doha, con el objetivo de hallar un camino para poner fin a la guerra en el país asiático. Afganistán llegó a tener más de 100.000 tropas extranjeras en 2012; la lucha contra los talibanes y otros grupos terroristas, se fue concretando según el Manuel de las agencias internacionales de seguridad y defensa, bajo un estándar de presión constante, lo que significó dar de bajas a más de 17.000 soldados talibanes, un número grueso bastante alto en veinte años de conflicto y persecución continua a este grupo rebelde que hoy alcanza el poder ante el abandono de las fuerzas de control internacional que no alcanzaron a construir un ejército convencido, a lo interno, de mantener las nuevas estructuras de poder afgano, que estaban ya siendo penetradas por la corrupción, el débil liderazgo, la ineficiente evacuación de los soldados muertos o heridos, así como la demora de pagos y suministros de alimentos y municiones, sofocando la moral de los soldados afganos, y generando condiciones que terminaron por doblegar la legitimidad del poder a los talibanes.

Los talibanes aprovecharon la retirada de tropas internacionales para incrementar sus ataques, ampliar su dominación e ir consolidando los valores y principios tradicionales que habían quedado a la discrecionalidad del pueblo, volviéndose ley y obligación para la conducta social, cultural, económica y política del pueblo afgano. El de los talibanes ha suscitado preocupaciones con respecto a su intención por poner fin a la guerra por la vía pacífica, y una eventual restauración del régimen talibán. El problema del régimen talibán es que la disciplina religiosa será impuesta de manera absoluta, de eso no se tenga la menor duda. Lo que sí han hecho los líderes talibanes es ofrecer algunas consideraciones pero eso no cambia para nada el oscurantismo y el cierre progresivo de la sociedad afgana a la globalización como se entiende hoy día.

¿Qué espera el mundo de Afganistán después de EE.UU y las naciones aliadas? Sin duda que la lección que los afganos dieron al imperialismo se concrete con un sistema de Gobierno que muestre las capacidades del pueblo afgano, con su normativa religiosa y todo, que es capaz de sostener la paz y respetar los derechos humanos sin prescindir de la cultura y la fe, devolviendo a la idiosincrasia afgana sus valores milenarios y el fortalecimiento de una sociedad que respete la diversidad y las libertades alcanzadas por la mujer en los tiempos modernos. No se trata de libertinaje ni de una explosión desmedida a los placeres, sino de un respeto a la herencia civilizatoria de una sociedad que ha ido creciendo conforme a los dictámenes de sus antepasados y su legado histórico-cultural.

Fue promisorio el análisis titulado “El resurgimiento de los talibanes en Afganistán”, de Angélica Alba Cuéllar, Internacionalista de la Universidad del Rosario, quien en el 2013 expresó que a pesar de que algunos sectores asumían que el movimiento talibán no era más que una manifestación aberrante del extremismo religioso expresada como un fenómeno temporal en el marco de la estructura tribal pashtún, se ha constatado en los últimos años que se trata de un movimiento persistente y en constante transformación.

Resaltó Alba Cuéllar, que luego de su derrota inicial por parte de las fuerzas “…de la coalición en Afganistán en el marco de la Guerra Mundial contra el Terrorismo, los talibanes han resurgido como una fuerza temida e influyente que ha podido recuperar gradualmente su influencia y capacidad de acción en diversas regiones del país. Los talibanes se ven a sí mismos como parte de un movimiento que combate por la justicia, que es capaz de llevar la seguridad que el gobierno no puede proveer, y que ofrece una alternativa de orden social en medio de las precarias condiciones prevalentes para la mayor parte de la población. Esto les ha proveído de apoyo popular, mayormente pashtún, que se basa principalmente en una afinidad ideológica y en la aversión hacia las fuerzas de ocupación extranjera, de quienes el gobierno de Karzai es considerado solamente un cliente…En este contexto, es claro que una estrategia de contrainsurgencia que ignore las limitaciones del poder militar está destinada al fracaso. Desde 2009, y frente a la creciente influencia de los talibanes en varias regiones del país, el gobierno de Barack Obama ha impulsado un proceso de negociaciones para poner fin a una guerra que los Estados Unidos y el gobierno afgano están perdiendo. Esta iniciativa pretende desarrollar las herramientas políticas y militares necesarias para que los talibanes acepten la Constitución afgana, renuncien a la violencia y rompan sus lazos con al Qaeda…Sin embargo, ni el gobierno afgano ni las fuerzas de la ocupación podrán terminar la guerra y estabilizar al país si los talibanes y sus bases de apoyo no perciben que pueden tener un espacio en la vida política afgana. Hasta hoy, los resultados de las conversaciones han sido pobres, en parte debidos a la precaria inclusión y falta de transparencia, pero más importante aún, porque parece haberse subestimado las profundas raíces, la heterogeneidad y la complejidad de la amenaza insurgente y del mismo movimiento talibán en Afganistán…”

Sin embargo, esta realidad cambió y los resultados de las conversaciones alcanzaron negociar el espacio de inclusión y se abrieron criterios de transparencia, donde las profundas raíces, la heterogeneidad y la complejidad de la amenaza insurgente y del mismo movimiento talibán en Afganistán, pasara a un plano protagónico donde se pudiera visualizar una paz duradera en un contexto tan difícil y complejo como el mapa sociopolítico de la Afganistán post intervención.

Hubo un aporte de la agencia BBMundo que permite entender, a grandes rasgos, el papel ideológico el día de hoy en Afganistán. Son diez preguntas puntuales cuyas respuestas nos permite entender la realidad geopolítica de un problema que lo pensamos lejano pero que está ahí, muy cerca y que puede tocar de manera directa los intereses latinoamericanos: 1. ¿Por qué Estados Unidos invadió Afganistán? Por el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, ya que los perpetradores de dicho ataque eran miembros de grupos terroristas que se encontraban siendo protegidos por el Gobierno talibán de Afganistán, lanzando ataques aéreos contra Afganistán para derrotar a ambos grupos; 2. ¿Qué pasó después? Bajo la consigna de evitar nuevos ataques terroristas se intervino el país de manera indefinida;  3. ¿Comenzaron en 2001 los problemas de Afganistán? No, Afganistán había estado durante décadas en un estado de guerra casi constante, incluso antes de que EE.UU lo invadiera; 4. ¿Cómo consiguió tanta influencia el Talibán? Algunos temen que se les negará la educación a las niñas si el Talibán vuelve a tomar control del país, ya que los talibanes prometieron luchar contra la corrupción y mejorar la seguridad de los afganos, muchos de los cuales estaban lidiando con los efectos de una guerra civil destructiva; 5. ¿Realmente el Talibán nunca se fue? En ocasiones, durante las últimas dos décadas, los talibanes han estado a la defensiva, pero nunca estuvieron destinados a durar. 6. ¿Cuál es el costo del conflicto? Más de 2.300 hombres y mujeres militares estadounidenses han muerto y más de 20.000 han resultado heridos, junto con más de 450 británicos y cientos de otras nacionalidades. Se informa que unos 111.000 civiles han muerto o han resultado heridos desde que la ONU comenzó a registrar sistemáticamente las bajas civiles en 2009; según un estudio, el costo financiero estimado para el contribuyente estadounidense se acerca a la asombrosa cifra de US$1 billón; 7. ¿Hubo un acuerdo con el Talibán? En febrero de 2020, EE.UU y el Talibán firmaron un «acuerdo para llevar la paz» a Afganistán, el cual tardó años en elaborarse;  8. ¿Se retirarán todas las fuerzas estadounidenses? Las últimas fuerzas estadounidenses y de la OTAN que quedaban se retiraron de la base aérea de Bagram, dejando al gobierno afgano a cargo de la seguridad; 9. ¿Cuál es la situación ahora? Desde el acuerdo, el Talibán parece haber cambiado sus tácticas de ataques complejos en ciudades y puestos militares a una ola de asesinatos selectivos que aterrorizan a los civiles afganos; 10. ¿Valió la pena la presencia de dos décadas en Afganistán?

«La respuesta depende de cómo se mida»; según fuentes de seguridad de alto nivel desde que comenzó la guerra, no ha habido ni un solo ataque terrorista internacional exitoso planeado desde Afganistán.

Es importante no olvidar que Al-Qaeda, el Estado Islámico y otros grupos militantes no han desaparecido, están resurgiendo y sin duda están alentados por la inminente partida de las últimas fuerzas occidentales que quedan en el país. El modelo occidental de intervencionismo liberal, promovido como un medio para difundir la democracia y el estado de derecho, puede haber sufrido una derrota en Afganistán, y las victimas es toda una generación que nació bajo influyo occidental y que hoy le toca aprender lo que para uno de estos actores afganos, al que entrevistó BBMundo, dijo: “…nos espera la barbarie ideológica y el retroceso desmedido…” Se dice por estos lados de Latinoamérica, amanecerá y veremos, pero sin duda las cartas están echadas y le toca jugar a los talibanes.

Una postura bien definida es la de David Zucchino, periodista estadounidense, en colaboración con Jacey Fortin, Carlotta Gall y Alan Yuhas, expresaron en un artículo titulado Guerra en Afganistán: cronología de una guerra de dos décadas” (2021), que aunque EE.UU ha gastado al menos 4000 millones de dólares al año en el ejército afgano, un informe clasificado de los servicios de inteligencia que fue presentado al gobierno del gobierno norteamericano, Biden, esta primavera decía que Afganistán podría caer en gran medida bajo el control de los talibanes en un plazo de dos a tres años tras la salida de las fuerzas internacionales “…Pero la caída fue mucho más rápida; los líderes políticos afganos se rindieron y huyeron del país, algunos ex caudillos afganos movilizaron milicias privadas mientras que muchos se unieron a milicias voluntarias, muchas de ellas armadas y financiadas por el gobierno…Pero los talibanes lograron tomar una serie de capitales provinciales antes de llegar a Kabul, un hecho aterrador para muchos que pensaban que podían construir una vida bajo la protección de sus aliados estadounidenses…Los talibanes dijeron que sus fuerzas estaban allí para garantizar el orden y la seguridad pública, y que buscaban entablar relaciones con otras potencias mundiales, incluidas Rusia y China, en parte para recibir apoyo económico…”

Según Annie Pforzheimer, ex subdirectora de misión de la Embajada de Estados Unidos en Kabul, la retirada por parte de Biden han sugerido que podría haber mantenido un contingente de fuerzas en Afganistán para preservar lo que era esencialmente un punto muerto entre el gobierno respaldado por EE.UU y los talibanes. Para él un estancamiento en las negociaciones era mejor que las escenas actuales de talibanes vestidos de negro azotando a los residentes y yendo de puerta en puerta, posiblemente en busca de afganos que trabajaban con estadounidenses…”

Uno de los mejores ejemplos de la capacidad que tienen los talibanes para discernir entre el bien y el mal, y para ello un “botón de muestra”, el poema ‘Humanidad’, escrito por el muyahidín Samiullah Khalid Sahak: Todo se ha ido del mundo/ El mundo se ha vuelto vacío de nuevo. /Animal humano./Animalidad de la humanidad./Todo se ha ido del mundo/ No veo nada ahora./ Todo lo que veo es/ Mi imaginación./No nos aceptan como humanos/Tampoco nos aceptan como animales./Y, como dirían,/Los humanos tenemos dos dimensiones./Humanidad y animalidad, /Estamos fuera de los dos hoy./No somos animales/Lo digo con certeza./La humanidad ha sido olvidada por nosotros/Y no sé cuándo volverá./Que Alá nos la dé,/Y nos decoraremos con estas joyas./Las joyas de la humanidad,/Que por ahora solo están en nuestra imaginación.

La poesía cantada afgana es ensalzada con imágenes de formaciones de milicianos desfilando, a caballo o dentro de una furgoneta armados hasta los dientes, vestidos de blanco para simbolizar su pureza, aupando así la visión romántica de la vida de los muyahidines talibanes. Un poeta anónimo talibán fue un poco más allá: “…Mi carne está siendo cortada y tú le estás echando sal./ Mi carne está siendo cocinada con los pinchos de la brutalidad. /¿Debería quejarme del carnicero o de ti?/ No lo entiendo, ¿debería quejarme del mundo o de mí mismo?/ Me he vuelto loco por el amor verdadero/ y me he convertido en compasión quemada.”

Otro poema, en este caso de los yihadistas, centrado en historias tribales y étnicas, le da un toque nacionalista al papel de la resistencia contra el invasor extranjero; el poema anónimo titulado “Esperando a la bala”: “El amanecer está próximo, alguien llama a la puerta/ los jóvenes han salido, el grupo espera/son las armas de los otros, los uniformes de los otros/muy pocos son los que se quedan de pie./Se lo llevan; la casa está llena de ruido y gritos./En cada cargador hay una bala/ las lágrimas caen sobre su collar/ la luna está quieta en la profundidad de las aguas/ los años pasan, pero en este corazón…”

Pero como la contra cara de ese nacionalismo libertario de los talibanes está la respuesta de Nadia Anjuman, una periodista y poeta afgana que fue asesinada en noviembre de 2005, por su marido y algunos de sus familiares, con tan solo veinticinco años, dejando a la posteridad sus poemas con ese mensaje crítico de una sociedad que es cerrada y estigmatiza la libertad y la inteligencia; un fragmento de uno de sus poemas combativo nos permitirá entender lo complejo y volátil de este nuevo orden mundial que nació con el retorno del ideario religioso-político del talibán afgano: “No deseo abrir la boca/ ¿A qué podría cantar?/ En mí, a quien la vida odia,/ tanto da cantar que callar./ ¿Acaso debo hablar de dulzura/ cuando siento tanta amargura?/ Ay, el festín del opresor/ me ha tapado la boca./ Sin nadie al lado en la vida/ ¿a quién dedicar mi ternura?/Tanto da decir, reír,/morir, existir./Yo y mi forzada soledad/con mi dolor y mi tristeza./He nacido para nada/ mi boca debería estar sellada./Ha llegado, corazón, la primavera,/ el momento propicio del festejo./ ¿Pero qué puedo hacer si un ala/ tengo ahora atrapada?/ Así no puedo volar./ Llevo mucho tiempo en silencio,/ pero nunca olvidé la melodía/ que no paro de susurrar./ Las canciones que brotan de mi corazón/ me recuerdan que algún día/ romperé la jaula./ Volando saldré de esta soledad/ y cantaré con melancolía./ No soy un frágil álamo/ sacudido por el viento./ Soy una mujer afgana/ Entiéndase pues mi constante queja.”

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