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El odiado

Quien ejerce el sentimiento es el Partido Republicano, cuya vitalidad nunca deja de asombrarnos a los que no vivimos en esa interminable sucesión de casas pequeñas, grandes o inmensas que conforman los suburbios americanos, donde el partido del elefante suele arrasar. Lo sufre un hombre difícil de odiar, aunque también de amar. Barack Obama sería visto como un moderado en casi cualquier país democrático del mundo. Es frío y elocuente, así con frecuencia deje pasar meses sin abrir de verdad la boca. Nunca ha sido firme en sus convicciones. No parece apasionarse por nada. No delata sentimientos. Tiene un agudo, aunque intermitente, sentido del humor.

Sin embargo, los botafuegos republicanos de la Cámara de Representantes aspiran no ya a hacerle la vida difícil e infligirle derrotas legislativas sucesivas, sino que quieren llevar a Obama un juicio político (el famoso impeachment) para sacarlo a las patadas de la Casa Blanca. La paradoja es que ese juicio sería sin duda un error estratégico, pues daría al odiado presidente la palma del martirio por hacer algo que es contencioso, pero no claramente ilegal. De ñapa, lo más probable es que la gasolina les alcance a los botafuegos para iniciar el juicio, no para ganarlo.

Está en juego un asunto no menor, ya que la vida de mucha gente depende del desenlace. Obama, cansado de que el Congreso fuera incapaz de pasar una reforma migratoria que de un modo u otro resolviera la situación de los once y pico millones de indocumentados que hay en el país, recurrió a lo que allá llaman el “privilegio ejecutivo” para garantizar que, mientras él sea presidente, al menos cinco millones de estos indocumentados, aquellos que no tienen otro antecedente penal que el cruce ilegal de la frontera, pudieran salir a la luz pública sin arriesgarse a ser expulsados de inmediato. Antes existía el peligro, muchas veces materializado, de que un niño nacido en Estados Unidos viera a sus padres deportados por ilegales y quedara solo. Pocos actos más crueles.

Surge una pregunta imposible de responder ahora: ¿animará esta movida audaz de Obama a los latinos, la comunidad que alberga al grueso de los ilegales, para que salgan a votar en 2016 por un candidato demócrata que garantice la continuidad de la actual política, o predominará el odio de los wasp [blancos, anglosajones y protestantes] y los polarizará aún más alrededor de un candidato igual a ellos, tipo Romney? No se sabe, si bien algo me dice que en la próxima legislatura los republicanos van a pasar por fin una ley de reforma migratoria, lo que quitaría el tema de la agenda. Eso, sin embargo, daría un triunfo resonante al odiado Obama, así que de repente prefieren abstenerse.

¿Girará Estados Unidos, un país que hace décadas escora a la derecha, todavía más en esa dirección debido al recelo que causan los inmigrantes? No es imposible. Poco importa que la inmigración implique en casi toda la línea ventajas socioeconómicas, salvo por unas pocas zonas en las que tiene un leve efecto negativo sobre los ingresos de la clase media baja. Y es que en esta batalla no opera el juicio, sino el prejuicio. Uno de los más comunes en los suburbios wasp es que no conviene mezclar razas, o sea nuestro mestizaje. Obama es justamente hijo de un africano y de una mujer blanca. Vaya uno a saber si, de ser un negro puro, lo odiarían menos.

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@andrewholes

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