El Oráculo
Incompetente frente al desastre creado por sus acumulados abusos, el régimen lanza manotazos. Tiene miedo. Nietzsche lo describiría como una fiera asustada que trata inútilmente de huir de su propia sombra de fracasos; es peligrosa, no tiene norte y solo le queda luchar por su sobrevivencia; perdió la inteligencia, pero conserva la fuerza. Tiene miedo. Se asusta de las colas, de lo que se dice en España, de lo que conversan Cuba y Estados Unidos, de perder las visas para Miami, de los entretenidos del Caribe que, cual meretrices, miran ahora como mejor postor al petróleo de Obama que al legado por Chávez. Ahogado en la quiebra, el régimen intenta rematar una joya de la familia (Citgo), pero no hubo interés, nadie confía en las manos que la poseen, se conformaron con empeñarla, y muy malamente.
El martes de carnaval, angustiado, mandamás fue a consultar al Oráculo de La Habana, allí escuchó a las dos viejas pitonisas que le advirtieron: “tu fracaso siembra cada día más adversarios, la oposición, aunque no termina de reunir sus huestes, crece; ese muchacho que tienes cautivo en Ramo Verde se te ha agigantado gracias a tus torpezas (¡hiciste el ridículo con la visita de Pastrana!), cual Mandela, ese preso tiene ahora popularidad mundial; no te queda sino golpear y duro, sembrar terror, buscar culpables, acuérdate de los “simulacros judiciales” del viejo Stalin, focalízate en la cabeza de la oposición, empieza por el alcalde, acosa a esa diputada de fino verbo, insiste en el tucano, el golpe…”
Cada día son más los que, como Sócrates en su tiempo, dejan de creer en los dioses del Estado, aquí como en la Grecia antigua, eso se considera un delito, pero nadie se va a tomar la cicuta, no hay rendición. La pradera está seca, solo falta la chispa…
