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El otro islam

Es preocupante la existencia, en el mundo occidental actual y sobre todo en Europa, de un anti-islamismo inmundo y vulgar, tan condenable como lo es, por otro lado, el antisemitismo o antijudaísmo. La presencia de un gran número de inmigrantes musulmanes fue tolerada por la población europea mientras existía la situación de prosperidad y pleno empleo de décadas pasadas, pero se tornó odiosa para los europeos atrasados y de mente estrecha a partir del momento en que el inmigrante aparecía como potencial competidor en un mercado que se contraía. La recesión económica, y la falta de liderazgo democrático de calidad, hicieron que creciera el sector de pequeños burgueses y sub-proletarios ignorantes, frustrados y rabiosos que se enrolan en peligrosos movimientos xenófobos y neofascistas como los de Marine Le Pen y Geert Wilders.

Lamentablemente en Venezuela no faltan unos pocos desorbitados en el campo de la oposición que, por el hecho de que el chavismo se muestra indiscriminadamente pro-islámico, van al extremo contrario y difunden generalizaciones difamatorias contra la respetable comunidad religiosa, histórica y cultural constituida por los 1.500 millones de musulmanes en el mundo. Frente a ello, en un artículo anterior, citamos frases del Corán que apuntan a una fraterna convivencia universal y mencionamos los episodios del pasado histórico en los cuales el Islam superó con creces, en materia de civilización y de tolerancia, a la Cristiandad y, en particular, dio acogida y protección a los judíos que ésta perseguía y expulsaba.

Pero también señalamos en aquel artículo que el mundo musulmán sufrió un retroceso infortunado desde el siglo XVIII en adelante, por la ascendente supremacía del moderno Occidente expansionista y colonizador y la incapacidad de las élites musulmanas de reaccionar positivamente. De allí resultó una profunda frustración que con frecuencia se traduce en violentos brotes de fanatismo religioso que tergiversa el mensaje del profeta Mahoma mediante frases sacadas de su contexto, y que sirve de mampara a movimientos terroristas que, siguiendo el ejemplo del fascismo, aspiran a la creación de un orden universal de desigualdad y autoritarismo totales.

Con la reciente fundación del “Estado Islámico de Irak y el Levante”, elevado a la categoría de califato universal y ya reconocido como tal por Al Qaida y otros grupos extremistas, esa corriente totalitaria ha ganado gran poder ideológico y estratégico. Afortunadamente, esto parece tener el efecto de movilizar, en reacción defensiva, a las vastas reservas del Islam decente, no fanático ni totalitario. La mayoría musulmana que no acompañó nunca a los islamistas fanáticos, sino opta por un nacionalismo moderno y acepta los conceptos teóricos de la soberanía popular y de la separación entre la Mezquita y el Estado, o que practica un islamismo moderado, está actualmente en proceso de alinearse en un frente internacional anti-califato. Los gobiernos islamo-demócratas de Turquía y de Túnez, los regímenes laicistas militaristas de Egipto y de Siria, las monarquías tradicionalistas de Arabia Saudita y del Golfo, las monarquías constitucionales de Marruecos y Jordania, el régimen nacional-liberador de Argelia, la teocracia moderada de Irán -y hasta las organizaciones radicales Hermandad Musulmana, Hamás y Hezbolá- repudian el horrendo extremismo del califato.

No tenemos la menor duda de que la vasta mayoría de los musulmanes dispersos por el mundo –incluso en nuestro propio país- rechazan el fanatismo fascista del “califato” y abogan por un mundo de convivencia pacífica entre los seres humanos de buena voluntad. Pero hace falta que manifiesten esa posición con claridad. Hasta ahora no lo han hecho por temor a las minorías islamistas terroristas que amenazan su vida y las de sus seres queridos.  Esperamos que logren superar sus inhibiciones y que pronto, en muchas mezquitas, imanes humanistas prediquen homilías de tolerancia y fraternidad.

Estos tiempos son curiosos. Los adversarios de ayer se convierten en los aliados de hoy, y viceversa. Estados Unidos, afectado por la crisis económica y gobernado por un presidente cauteloso, se muestra reacio a intervenir en el tercer mundo, mientras países de dicho mundo le ruegan que lo haga. Europa, Rusia, China e India –todos amenazados por el yihadismo- a su vez anhelan que el califato sea neutralizado de manera contundente, y quizás añoran el liderazgo yanqui de otros tiempos. En cuanto a nosotros, miembros de la OPEP, más que nadie necesitamos que un grupo de naciones serias (del norte, del sur, de derecha y de izquierda) una sus fuerzas para eliminar una seria amenaza de tipo totalitario y, de paso, salvaguarde el mercado petrolero mundial.

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