El pais de las colas eternas
El único país, o prácticamente el único, salvo tal vez Cuba, en el que la gran mayoría de la población debe permanecer por horas esperando a que le llegue su turno para comprar alimentos, medicinas, documentos de identidad personal, o para poder acceder a alguna forma de transporte público, incluso en las llamadas perreras, pareciera ser Venezuela. Pero allí no se detienen las colas. También se ven a diario frente a cualquier institución bancaria, para retirar de los cajeros automáticos y pare usted de contar.
La pregunta que nos hacemos es cuál es el costo para la nación de estas largas horas de espera que no permiten a las personas dedicarse a alguna actividad productiva. El país presenta una caída brutal del PTB y el régimen luce indiferente ante este drama social que inmoviliza a vastos sectores de la población, esperando que les llegue la hora de poder ingresar al local o al transporte.
Situaciones como estas, que algún observador verá en cualquier esquina de las ciudades y pueblos del país, solo han ocurrido, en el pasado, en países que habían atravesado por severos conflictos bélicos. Así fue en muchas ciudades de Europa al final de la II Guerra Mundial, o en Africa, durante las diversas guerras civiles que desgarraron en el siglo XX a muchas naciones de ese continente.
Ahora en el mundo, las únicas filas de gente que se observan son las que van a entrar en un estadio deportivo a ver un juego o algún concierto de un renomado artista. Pero colas para comprar pan, para sacar dinero, para montarse en un transporte público, son prácticamente inexistentes.
Lo malo es que en nuestro país estas se han vuelto crónicas y la gente se ha ido resignando a hacerlas porque no tiene otra alternativa. El daño moral que se le hace a las personas es enorme pero pareciera que la empatía no es precisamente la característica predominante de los actuales gobernantes.