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El poder destructivo

Para los que creemos y luchamos por la democracia, el poder público es la fuerza institucional del estado de derecho, que emana de la soberanía popular, y que debe asegurar el rumbo de la nación hacia el bien  común. 

De esta manera el poder se hace constructivo. Es una garantía para los derechos del pueblo y también para el cumplimiento de los deberes. El poder puede convertirse en un impulsor de la justicia, la libertad, la innovación, el progreso en todos sus ámbitos. 

El poder destructivo  es lo contrario. Suele ser despótico y depredador. Puede que se justifique en constituciones y leyes de melodía democrática; pero ello es parte de la destrucción de los valores y principios en los que el poder destructivo afinca su afán de continuismo. 

El poder destructivo es fraudulento e ilegítimo, y llega el tiempo en que sólo puede mantenerse por la represión. Opera como un aparato de ocupación sobre el conjunto nacional. El poder destructivo es un invasor de la soberanía.

Del poder destructivo hay que  liberarse para abrir caminos de esperanza y para que la voluntad democrática sea cimiento de la reconstrucción.

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