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El Problema lo tiene el Ladrón

Me llamó la atención cuando estuve en Bali la cantidad de gente que diariamente se dedicaba a hacer ofrendas.  Todo parecía estar centrado en la oración, en la alabanza y en una vida más interesada en lo espiritual que en lo material.  Comentaba con alguien local sobre el tema de los hurtos y la persona me dijo que le habían hurtado objetos valiosos  en varias ocasiones pero que no había hecho nada al respecto porque, en realidad, el problema lo tenía la persona que le había robado.  Ese ladrón debía vivir con su carga y en algún momento enfrentaría las consecuencias de su acción.

Siendo abogado, me costó entender que se pudiera tomar tan a la ligera que alguien hubiera hurtado o robado algo. La víctima no había reaccionado buscando la detención del ladrón, la devolución del objeto, ni la aplicación de una sanción.  Aun cuando sé que en caso de tener que enfrentarme a un caso similar, trataré de lograr la restitución del bien y de evitar que la persona que haya hurtado o robado lo vuelva hacer, también sé que a partir de mi conversación en Bali pude entender que lo más valioso era la paz de espíritu.  Con una sonrisa en sus labios, la víctima estaba en paz.  El problema lo tenía el ladrón. 

Si vivimos conscientemente, tratando de actuar sin causarle mal a otros, buscando que nuestra vida espiritual se desarrolle y dándole menos importancia a lo material, sabiendo que nuestro paso por esta dimension es temporal,  cultivaremos los frutos del espíritu (gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza) y podremos irlos desarrollando.  Quienes pretendan dañarnos no tendrán el poder para hacerlo porque nosotros no estaremos en sus manos ni les daremos ese poder.  Nosotros enfrentaremos los problemas que se nos vayan presentando, aunque sean ocasionados o derivados de acciones de otros, sin llenarnos de odio ni de rencor.  Serán ellos quienes deberán vivir con sus cargas y, en definitiva, en algún momento, enfrentarse a las consecuencias de sus acciones.  Esto no quiere decir que no podemos sentirnos indignados o que no sintamos dolor.  Significa que nuestro espíritu estará fortaleciéndose y alcanzando niveles superiores. 

¡Prendamos una vela y pasemos la luz!

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