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El show, siempre el show

La fórmula de la antigüedad era pan y circo. Pero esa fórmula sigue estando vigente para los regímenes despóticos que sólo les interesa el dominio del poder y su connatural depredación. El que viene imperando en Venezuela a lo largo de este siglo no es la excepción. Todo lo contrario. Derrocha su disposición de que todo sea mucho circo y algo de pan, al menos mientras el costo del circo lo permita.

El pan no ha sido poca cosa. Pero no en el sentido de desarrollo, de crecimiento constructivo, de transformación emprendedora y sustentable de la nación. Nada de eso. El pan son los dinerales de la bonanza petrolera más caudalosa y prolongada de la historia. Casi todo se malbarató en corrupción, delirios fallidos, regaladera foránea o tributación colonial, y algo de reparto social con condicionamientos políticos. Se trata del equivalente a mil quinientos millardos de dólares, sin contar la monumental deuda externa.

La crasa y supina irresponsabilidad fiscal hace que la maquinita de imprimir bolívares trabaje sin descanso, y ello facilita que el aumento de la liquidez produzca la ilusión de que las taquillas continúan abiertas. Y ello ya no es pan para hoy y hambre para mañana, porque el hambre ya está radicada a través de la escasez, la carestía, las innumerables penurias de la vida cotidiana, el tránsito de Venezuela hacia la crisis humanitaria.

Sin embargo, lo que no falta sino que más bien se intensifica es el circo. La tramoya política. La maniobra propagandística. El culebrón del poder hegemónico. No, el show no falta, es lo que sobra. El circo o el show son las firmas contra el “decreto de Obama”, las denuncias de golpes de estado imperialistas, lo de los magnicidios, las conspiraciones mediáticas, las guerras económicas, y todo ese largo inventario de maromas políticas y publicitarias. Gran parte de las cuales llevan la marca “made in Cuba”.

Desde que el predecesor llegó a Miraflores, siempre ha sido así. Y desde que los Castro impusieron al sucesor, también. El show puede que tenga sus variaciones estacionales o de temporada, pero en esencia es el mismo show. La defensa de la patria ante las agresiones del imperio… La revolución social ante el capitalismo salvaje… El pueblo ante la oligarquía… El pobre ante el rico opresor… La víctima ante el victimario…

No importa, desde luego, que la realidad de los hechos sea exactamente la contraria. No importa que la hegemonía sea una plutocracia vandálica que utiliza al pueblo pobre como carne de cañón. No importa que la defensa de la patria sea una excusa para el saqueo patrimonial y para el santuario del narcoterrorismo. No importa nada que Venezuela este corroída por la violencia criminal, por la angustia social, por la intimidación política.

Lo único que le importa a la hegemonía es el circo, y mientras haya menos pan, pues habrá más circo. Por eso el show es su signo principal. El show, siempre el show. Y no nos confundamos. Ese show no debe continuar, si es que Venezuela quiere alcanzar un futuro digno.

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