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El sobrino

Valentina Párraga

La noticia se fue regando como una tormenta de arena en el desierto. Llegó bien, y llegó por el aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía, como cualquier hijo de vecina. Llegó de Panamá en un vuelo regular, con su linda esposa. Ambos con sus caritas lavadas y sus sonrisas de oreja a oreja.

Los infames no estaban prevenidos. O quizás sí, pero saben que están jugando la segunda del noveno y ya están en un tres y dos tan complicado que no saben qué hacer con esa pelota caliente.

Lo esperaban los diplomáticos. Ellos sí que estaban en la movida. Iban a servir de testigos. Los de inmigración emocionados, le dijeron “bienvenido Presidente”.

Los de la guardia nacional lo vieron pasar mudos, inmóviles, disimulando la alegría que les causaba ese juego de luces y espejos con el que logró engañar a las hienas y los buitres.

Los de Maiquetía se enteraron que había llegado y lo esperaron ansiosos a la entrada de la Caracas-La Guaira. A lo lejos identificaron a la comitiva… y él, al verlos, se paró a saludarlos. Al fin y al cabo los guaireños son su gente. Se montó agilísimo sobre el techo de la camioneta y ondeó una bandera mientras los vecinos cantaron un emotivo Gloria al Bravo Pueblo.

Se despidió sencillo, y prosiguió su camino. Y todos fuimos felices por esas breves horas. Y aun hoy sonreímos cómplices de su picardía. De su arrojo.

No nos vamos a engañar. Todo lo que hace ese chamo está estratégicamente planeado. Y eso es lo que nos tiene encantados. Infatuados. Enamorados. Él, como en el viejo juego del escondite, libra por todos. Y nos contagia de su energía y su certeza en los futuros logros. No miente. Habla clarito y en frases cortas. No nombra a Bolívar (¡Dios sea loado, el pobre al fin va a poder descansar en paz!) y da instrucciones claras en acciones posibles.

Todos sabemos que detrás de esos planes que vamos ejecutando con el chamo, hay asesores de lujo que quizás nunca conozcamos. Pero yo les agradezco a ellos, y a los gobiernos que representan… y antes de que me lo insistas… sí, Juan Marcos Blanco. También incluyo al 45. Aunque me muerda el culo de la arrechera y siga pensando que es un desastre para mi segunda patria, está haciendo lo único posible para salvar a mi país. Y por tanto le agradezco inmensamente su aporte a nuestra esperanza.

Porque vamos a estar claros: sin ese respaldo, seguiríamos sobreviviendo como ya vivimos estos 20 años de nuestros políticos preñados de buenas intenciones, de discursos heroicos, y santurrones, pero de acciones pírricas y bobaliconas.

20 años de héroes y mártires juveniles, años de trampas, dilaciones, traiciones flagrantes, 20 años de zozobras, desaciertos y errores de la oposición. ¿Que ellos han pagado su cuota de sacrificio, cárcel y humillaciones? No lo dudo… y quizás todo lo vivido suma para llegar a este momento histórico, porque lo cierto es que los venezolanos ya andábamos podridos, desesperanzados y profundamente humillados contra la maldad fría, mortal e irracional, que actúa contra toda lógica solo para imponer su sangrienta y feroz hegemonía.

Pero llegó el menor. Fue el que quedaba de una lista de políticos jóvenes. Todos los de más experiencia habían sido anulados por el régimen.

Era un desconocido. No lo vimos venir. Todos le vimos la cara al chamo…e hicimos una mueca de desencanto. Otro carajito soñador que no sabe ni qué hacer ni qué decir….

Sí, eso era. Otro carajito soñador, pero éste se atrevió a cumplir la constitución, y llamó a las cosas por su nombre.

Y ese 23 de Enero pasó de carajito a Señor, se nos creció frente a una asombrada Caracas que lo juramentó como presidente encargado y lo aceptó de inmediato como el líder de la transición.

Ese carajito que abraza fuerte a su madre enamorada y nos derrite el alma a todos. Ese carajito que saluda con la malandra frase “qué pasó, menor” a otro muchacho y nos hace sonreír, porque todavía es un chamo…

Y lo confieso: tengo nueve sobrinos oficiales, con sus respectivos cónyuges, tengo muchos sobrinos del amor, que son los hijos de mis primos, o de mis amigos, o los amigos de infancia de mis hijos… Pero desde hace apenas unas semanas, también lo tengo a él, para encomendarlo en mis oraciones, y para mirarlo de vez en cuando por las redes.

Así que entérate, Juan Gerardo, mijo: Soy una de las tantas tías nuevas que tienes, y cuando nos encontremos por la vida te voy a sonreír con lagrimotas, te voy a hacer la cruz en la frente para bendecirte, y te voy a decir: “¿Qué pasó, menor? “Y tú solo tienes que contestarme: “Vamos bien, mi tía. Vamos muy bien”.

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