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El triunfalismo

Eduardo Soto Álvarez

Es bien sabido que cada pulpero alaba su queso, pero  para hacerlo hay que tener un mínimo de asidero en la realidad. Sin embargo, cuando la voz del pulpero es la única que se escucha elogiando su propia mercadería, significa que algo está podrido y no precisamente en Dinamarca.

El dromomaníaco, a su retorno ahora de las  Naciones Unidas y del Imperio del Norte (pues también se asomó a un par de lugares en Nueva York), proclamó a voz en cuello que su discurso en la ONU había impactado al mundo y que  en aras de la hermandad y cooperación con el pueblo de los Estados Unidos, estaba dispuesto a reunirse con el Presidente Trump.

Indiscutiblemente, que la falsía sigue siendo  marca indeleble del capo di tutti capi, pues sus palabras hicieron eco en la despobladas bancadas de la Sala Plenaria, sin la presencia de la  Presidenta de la Asamblea, ni del Secretario General de la ONU y, ciertamente, su discurso impactó, por haber hablado más del triple del tiempo recomendado de quince minutos.

Es pasmosa su facilidad para tergiversar la realidad, pues habiendo ido a la Organización mundial, acariciando la esperanza de hablar con el mandatario del país más poderoso del planeta, al regresar respirando por la herida de su fallido intento,  manifestó con displicencia  que, si algún día hubiesen condiciones, estaría dispuesto a reunirse con el Presidente Trump. Pero todo el mundo sabe, la  significación que hubiese revestido hasta un simple apretón de manos, para un régimen al borde de la extremaunción.

El intento de manipulación que transparenta una declaración de esta naturaleza, al igual que la noticia difundida por la Casa Amarillista, que pregonaba el amplio respaldo al régimen chavista en el Consejo de Derechos Humanos, cuando se aprobaba una resolución exigiéndole su cumplimiento, presupone una opinión pública cada vez menos informada o que lo hace solamente a través de medios controlados por el régimen. Ello explica el desmantelamiento implacable de los medios independientes y el temor creciente al escrutinio por parte de la comunidad internacional, la cual  afortunadamente tiene cada vez más conciencia sobre la realidad del caso venezolano.

Vale la pena recordar que el triunfalismo es una actitud caracterizada por la sobreestimación de la propia valía y una apreciación exagerada de sus propios hechos. Uno de sus más conspicuos  representantes ha sido Hitler y todavía hoy el mundo recuerda con horror la hecatombe que pudo causar, por haber dispuesto de suficiente tiempo. No obstante, aunque tengan características comunes que los asemejan, sería una muestra ostensible de triunfalismo parangonar los dos personajes.

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